PAPA FRANCISCO
ÁNGELUS
Plaza de San Pedro
Domingo, 4 de febrero de 2018
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de este domingo prosigue la descripción de una jornada de Jesús en Cafarnaúm, un sábado, fiesta semanal para los judíos (cf. Marcos 1, 21-39). Esta vez el evangelista Marcos destaca la relación entre la actividad taumatúrgica de Jesús y el despertar de la fe en las personas que encuentra. De hecho, con los signos de curación que realiza para los enfermos de todo tipo, el Señor quiere suscitar como respuesta la fe.
La jornada de Jesús en Cafarnaúm empieza con la sanación de la suegra de Pedro y termina con la escena de la gente de todo el pueblo que se agolpa delante de la casa donde Él se alojaba, para llevar a todos los enfermos. La multitud, marcada por sufrimientos físicos y miserias espirituales, constituye, por así decir, «el ambiente vital» en el que se realiza la misión de Jesús, hecha de palabras y de gestos que resanan y consuelan. Jesús no ha venido a llevar la salvación en un laboratorio; no hace la predicación de laboratorio, separado de la gente: ¡está en medio de la multitud! ¡En medio del pueblo! Pensad que la mayor parte de la vida pública de Jesús ha pasado en la calle, entre la gente, para predicar el Evangelio, para sanar las heridas físicas y espirituales. Es una humanidad surcada de sufrimientos, cansancios y problemas: a tal pobre humanidad se dirige la acción poderosa, liberadora y renovadora de Jesús. Así, en medio de la multitud hasta tarde, se concluye ese sábado. ¿Y qué hace después Jesús? Antes del alba del día siguiente, Él sale sin que le vean por la puerta de la ciudad y se retira a un lugar apartado a rezar. Jesús reza. De esta manera quita su persona y su misión de una visión triunfalista, que malinterpreta el sentido de los milagros y de su poder carismático. Los milagros, de hecho, son «signos», que invitan a la respuesta de la fe; signos que siempre están acompañados de palabras, que las iluminan; y juntos, signos y palabras, provocan la fe y la conversión por la fuerza divina de la gracia de Cristo.
La conclusión del pasaje de hoy (vv. 35-39) indica que el anuncio del Reino de Dios por parte de Jesús encuentra su lugar más propio en el camino. A los discípulos que lo buscan para llevarlo a la ciudad —los discípulos fueron a buscarlo donde Él rezaba y querían llevarlo de nuevo a la ciudad—, ¿qué responde Jesús? «Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique» (v. 38). Este ha sido el camino del Hijo de Dios y este será el camino de sus discípulos. Y deberá ser el camino de cada cristiano. El camino. Como lugar del alegre anuncio del Evangelio, pone la misión de la Iglesia bajo el signo del «ir», del camino, bajo el signo del «movimiento» y nunca de la quietud. Que la Virgen María nos ayude a estar abiertos a la voz del Espíritu Santo, que empuja a la Iglesia a poner cada vez más la propia tienda en medio de la gente para llevar a todos la palabra sanadora de Jesús, médico de las almas y de los cuerpos.
Después del Ángelus:
Queridos hermanos y hermanas:
Ayer, en Vigevano, fue proclamado beato el joven Teresio Olivelli, asesinado por su fe cristiana en 1945, en el campo de concentración de Hersbruck. Él dio testimonio de Cristo en el amor hacia los más débiles y se une a la larga lista de los mártires del siglo pasado. Su heroico sacrificio sea semilla de esperanza y de fraternidad sobre todo para los jóvenes.
Hoy se celebra en Italia la Jornada por la vida, que tiene como tema «El evangelio de la vida, alegría para el mundo». Me uno al Mensaje de los obispos y expreso mi aprecio y aliento a las diferentes realidades eclesiales que de muchas maneras promueven y sostienen la vida, en particular el Movimiento por la Vida, y saludo a los exponentes aquí presentes, no muy numerosos. Y esto me preocupa; no son muchos los que luchan por la vida en un mundo donde cada día se construyen más armas, cada día se hacen más leyes contra la vida, cada día va adelante esta cultura del descarte, de descartar lo que no sirve, lo que molesta. Por favor recemos para que nuestro pueblo sea más consciente de la defensa de la vida en este momento de destrucción y de descarte de la humanidad.
Deseo asegurar mi cercanía a la población de Madagascar, recientemente golpeada por un fuerte ciclón, que ha causado víctimas, desplazados y enormes daños. Que el Señor les conforte y les sostenga.
Y ahora un anuncio. Delante del trágico prolongarse de situaciones de conflicto en distintas partes del mundo, invito a todos los fieles a una Jornada especial de oración y ayuno por la paz el 23 de febrero próximo, viernes de la primera semana de Cuaresma. La ofreceremos en particular por las poblaciones de la República Democrática del Congo y de Sudán del Sur. Como en otras ocasiones similares, invito también a los hermanos y hermanas no católicos y no cristianos a asociarse a esta iniciativa en las modalidades que considerarán más oportunas, pero todos juntos. Nuestro Padre celeste escucha siempre a sus hijos que gritan a Él en el dolor y en la angustia, «sana a los de roto corazón y venda sus heridas» (Salmo 147, 3). Dirijo un sentido llamamiento para que también nosotros escuchemos este grito y, cada uno en la propia conciencia, delante de Dios, nos preguntemos: «¿Qué puedo hacer yo por la paz?». Seguramente podemos rezar; pero no solo: cada uno puede decir concretamente «no» a la violencia en lo que depende de él o de ella. Porque las victorias obtenidas con la violencia son falsas victorias; mientras que ¡trabajar por la paz hace bien a todos!
Os saludo a todos vosotros, fieles de Roma y peregrinos venidos de Italia de varios países. Saludo al grupo de la diócesis de Cádiz y Ceuta (España), los alumnos del colegio «Charles Péguy » de París, los fieles de Sestri Levante, Empoli, Milán y Palermo, y la representación de la Ciudad de Agrigento, a quienes expreso aprecio por el compromiso de acogida e integración de los migrantes. ¡Gracias! Gracias por lo que hacéis. Un saludo cordial dirijo a los voluntarios y a los colaboradores de la asociación «Fraterna Domus» que trabaja desde hace 50 años en Roma por la acogida y la solidaridad.
Os deseo a todos un feliz domingo. Por favor no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!
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