Esta mañana en el Palacio Apostólico Vaticano el Santo Padre Francisco ha recibido en audiencia las delegaciones de la Federación Italiana de Semanarios Católicos, de la Unión Italiana de Prensa Periódica, de la Asociación Corallo, y de la Asociación “Aiart– Ciudadanos mediales”.
Publicamos a continuación el discurso que el Papa dirigió a los presentes durante la audiencia:
Discurso del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Me alegra encontrarlos en tanto que miembros de la Federación Italiana de Semanarios Católicos, de la Unión Italiana de Prensa Periódica, de la Asociación Corallo, y de la Asociación “Aiart– Ciudadanos mediales”. Me gustaría expresar mi agradecimiento por vuestro trabajo diario en el mundo de la comunicación. Se ocupan de prensa, televisión, radio y nuevas tecnologías, con el compromiso de educar a lectores y usuarios sobre los medios de comunicación. Su amplia difusión atestigua su deseo de llegar a la gente con atención y cercanía, con humanidad. De hecho, diría que representan bien esa "geografía humana" que anima el territorio italiano. Porque la comunicación, después de todo, consiste en eso: en acercar a las personas, en tejer hilos de comunión, en tender puentes sin levantar muros. En los últimos años, diversas innovaciones han afectado a vuestro sector, y por eso es necesario renovar siempre vuestro compromiso con la promoción de la dignidad de las personas, con la justicia y la verdad, con la legalidad y la corresponsabilidad educativa...". Por ello, quisiera invitarles a no perder de vista, en el contexto de las actuales autopistas de la comunicación, cada vez más rápidas y atascadas, tres caminos que es bueno no perder de vista y que deben seguirse siempre.
El primero es el de la formación. No se trata de una tarea sencilla, sino de una cuestión vital. De hecho, está en juego el futuro de la sociedad. La educación es la forma de conectar a las generaciones, de favorecer el diálogo entre jóvenes y mayores, esa alianza intergeneracional que, hoy más que nunca, es fundamental. Pero, ¿cómo educar, sobre todo a las jóvenes generaciones inmersas en un contexto cada vez más digital? Hay un pasaje del Evangelio que puede inspirar un buen enfoque, cuando Jesús nos dice que seamos "prudentes como serpientes y sencillos como palomas" (Mt 10, 16). Prudencia y sencillez son dos ingredientes educativos básicos para navegar en la complejidad actual, especialmente en la red, donde es necesario no ser ingenuos -no ser ingenuos- y, al mismo tiempo, no ceder a la tentación de sembrar ira y odio. La prudencia, vivida con sencillez de espíritu, es esa virtud que ayuda a ver lejos, que lleva a actuar con "previsión", con visión de futuro. Y no hay cursos para tener prudencia, no se estudia para tener prudencia. La prudencia se practica, se vive, es una actitud que nace conjuntamente del corazón y de la mente, y luego se desarrolla. La prudencia, vivida con sencillez de espíritu, nos ayuda siempre a tener previsión. Los semanarios católicos llevan esta visión sabia a los hogares: no se limitan a dar las noticias del momento, que se queman fácilmente, sino que transmiten una visión humana, una visión cristiana destinada a formar las mentes y los corazones, para que no se dejen deformar por palabras gritadas o por reportajes que, pasando con morbosa curiosidad del negro al rosa, descuidan la claridad del blanco. Por eso los animo a promover una "ecología de la comunicación" en los territorios, en las escuelas, en las familias, entre ustedes. Tienen la vocación de recordarnos, con un estilo sencillo y comprensible, que más allá de las noticias y las primicias, siempre hay sentimientos, historias, personas de carne y hueso a las que hay que respetar como si fueran sus propios parientes. Y vemos en las tristes noticias de estos días, en las terribles noticias de violencia contra las mujeres, lo urgente que es educar para respetar y cuidar: formar hombres capaces de relaciones sanas. Comunicar es formar hombres. Comunicar es formar la sociedad. No abandonen el camino de la formación: ¡los llevará lejos!
El segundo camino es el de la protección. El primero de la formación, y el segundo de la protección. «En la comunicación digital se quiere mostrar todo y cada individuo se convierte en objeto de miradas que hurgan, desnudan y divulgan, frecuentemente de manera anónima. El respeto al otro se hace pedazos y, de esa manera, al mismo tiempo que lo desplazo, lo ignoro y lo mantengo lejos, sin pudor alguno puedo invadir su vida hasta el extremo.» (Lett. enc. Fratelli tutti, 42). Por eso es fundamental promover instrumentos que protejan a todos, especialmente a los grupos más débiles, los menores, los ancianos y los discapacitados, y los protejan del intrusismo de lo digital y de las seducciones de la comunicación provocadora y polémica. Vuestras realidades, comprometidas en este sector, pueden hacer crecer una ciudadanía mediática protegida, pueden apoyar presidios de libertad informativa y promover la conciencia cívica, para que se reconozcan derechos y deberes también en este ámbito. Es una cuestión de democracia comunicativa. Y esto, por favor, háganlo sin miedo, como David contra Goliat (cf. 1 Sam 17): con una pequeña honda derribó al gigante. No se limiten a jugar a la defensiva, sino que, siendo "pequeños por dentro", piensen a lo grande, porque están llamados a una gran tarea: proteger, con palabras e imágenes, la dignidad de las personas, especialmente la dignidad de los pequeños y los pobres, los preferidos de Dios.
El tercer camino es el testimonio. Me gustaría señalarles el ejemplo del Beato Carlo Acutis: "Él sabía muy bien que estos mecanismos de comunicación, la publicidad y las redes sociales pueden ser utilizados para convertirnos en sujetos adormecidos, adictos al consumo y a las novedades que podemos comprar, obsesionados por el ocio, cerrados en la negatividad. Él, sin embargo, supo utilizar las nuevas técnicas de comunicación para transmitir el Evangelio, para comunicar valores y belleza" (Exhortación apostólica Christus vivit, 105). Aquel joven no cayó en una trampa, sino que se convirtió en un testigo de la comunicación. El testimonio es profecía, es creatividad, que libera e impulsa a arremangarse, a salir de la zona de confort para asumir riesgos. Sí, la fidelidad al Evangelio postula la capacidad de arriesgarse por el bien. E ir contracorriente: hablar de fraternidad en un mundo individualista; de paz en un mundo en guerra; de preocupación por los pobres en un mundo intolerante e indiferente. Pero esto sólo puede hacerse con credibilidad si antes se da testimonio de lo que se habla.
Queridos amigos, les agradezco su visita y les invito a seguir adelante. Confío vuestro compromiso a san Francisco de Sales y al beato Carlos Acutis, para que guíen vuestros pasos por los caminos de la formación, de la protección y del testimonio. De corazón los bendigo. Y, por favor, no se olviden de rezar por mí. Gracias.