Publicamos a continuación, el discurso pronunciado por el Santo Padre Francisco esta mañana durante su audiencia a los participantes en el Congreso de la Sociedad Italiana de Farmacia Hospitalaria:
Discurso del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos!
Agradezco al presidente de la Sociedad Italiana de Farmacia Hospitalaria y de los Servicios Farmacéuticos de las Autoridades Sanitarias las palabras que me ha dirigido en nombre de todos vosotros. Gracias. Habéis venido de toda Italia para vuestro congreso, en representación de diferentes realidades. El congreso es, para vosotros ante todo, una oportunidad para confrontaros, pero también para reafirmar la importancia del sistema nacional de sanidad pública, elemento esencial para garantizar el bien común y el crecimiento social de un país. Y todo ello en el contexto de la pandemia, que ha cambiado y cambiará la forma de planificar, organizar y gestionar la salud y la asistencia sanitaria. A este respecto, me gustaría señalar tres caminos en los que continuar vuestros esfuerzos.
El primero lo tomo de la figura del posadero en la parábola del buen samaritano: se le pide que hospede al herido y lo cuide hasta que vuelva el samaritano (cf. Lc 10,35). En este personaje podemos ver dos aspectos significativos del trabajo del farmacéutico de hospital: la rutina diaria y el servicio oculto. Son aspectos comunes a muchos otros trabajos, que requieren paciencia, constancia y precisión, y que no tienen la gratificación de las apariencias, tienen poca visibilidad. La rutina diaria y el servicio oculto no tienen ninguna visibilidad, poca, por decirlo así, poca visibilidad. Precisamente por eso, si van acompañadas de la oración y el amor, generan la "santidad de la vida cotidiana". Porque sin la oración y el amor -como bien sabéis- esta rutina se vuelve árida, pero con amor, hecho con amor y con oración te lleva a la santidad de la puerta de al lado, santos anónimos que están en todas partes porque hacen bien lo que tienen que hacer.
El segundo camino atañe a la dimensión específica del farmacéutico de hospital, es decir, a su profesionalidad, su especialización de postgrado. Junto con el clínico, es el farmacéutico de hospital quien investiga, experimenta, propone nuevos caminos; siempre en contacto inmediato con el paciente. Se trata de la capacidad de comprender la enfermedad y al paciente, de personalizar los medicamentos y las dosis, y de enfrentarse a veces a las situaciones clínicas más complejas. De hecho, el farmacéutico puede tener en cuenta los efectos globales, que son más que la suma de los medicamentos individuales para las diferentes enfermedades. A veces -según la estructura- hay un encuentro con el enfermo, otras veces la farmacia del hospital es uno de los departamentos invisibles que hace que todo funcione, pero la persona siempre es la destinataria de vuestros cuidados.
El tercer camino se refiere a la dimensión ética de la profesión, en dos aspectos: el personal y el social.
A nivel individual, el farmacéutico, cada uno de vosotros, utiliza sustancias medicinales que, sin embargo, pueden convertirse en venenos. Aquí se trata de ejercer una vigilancia constante, para que el objetivo sea siempre la vida del paciente en su totalidad. Vosotros estáis siempre al servicio de la vida humana. Y esto puede conllevar, en algunos casos, la objeción de conciencia, que no es deslealtad, sino, por el contrario, fidelidad a vuestra profesión, si está válidamente motivada. Hoy en día está algo de moda pensar si estaría bien eliminar la objeción de conciencia. Pero, pensad que ésta es la intimidad ética de todo profesional de la salud y esto nunca debe negociarse, es precisamente la responsabilidad última de los profesionales de la salud. Es también una denuncia de las injusticias cometidas contra la vida inocente e indefensa. [1] Se trata de un tema muy delicado, que requiere a la vez gran competencia y gran rectitud. En particular, he tenido ocasión de volver recientemente sobre el tema del aborto[2] Sabéis que sobre esto soy muy claro: se trata de un homicidio y no es lícito hacerse cómplice. Dicho esto, nuestro deber es la cercanía, nuestro deber positivo: estar cerca de las situaciones, especialmente de las mujeres, para que no se llegue a pensar en la solución del aborto, porque en realidad no es la solución. Después, la vida, pasados diez, veinte o treinta años te pasa la factura. Y hace falta estar en un confesonario para entender el precio, tan duro, de ello.
Este era el nivel ético personal. Luego está el nivel de la justicia social que es tan importante: "Las estrategias sanitarias, orientadas a la búsqueda de la justicia y el bien común, deben ser económica y éticamente sostenibles"[3] Ciertamente, en el Servicio Nacional de Sanidad italiano, un gran espacio lo ocupa la universalidad del acceso a la asistencia, pero el farmacéutico -incluso en las jerarquías de gestión y administración- no es un mero ejecutor. Por lo tanto, los criterios de gestión y financieros no son el único elemento a tener en cuenta. La cultura del descarte no debe afectar a vuestra profesión. Y este es otro ámbito en el que debemos estar siempre atentos. "La tarea de custodiar la tierra, Dios Nuestro Padre la ha dado no al dinero, sino a nosotros: a los hombres y a las mujeres, ¡nosotros tenemos este deber! En cambio hombres y mujeres son sacrificados a los ídolos del beneficio y del consumo: es la «cultura del descarte».'"[4] . También con las personas mayores, darles la mitad de los medicamentos y así se acorta la vida… Es un descarte, sí. Esta observación, referida originalmente al medio ambiente, se aplica todavía más a la salud del ser humano.
La gestión de los recursos y la atención para no desperdiciar lo que se confía a las manos de cada farmacéutico adquiere un significado no sólo económico sino también ético, más todavía, diré humano, muy humano. Pensemos en la atención al detalle, la compra y el almacenamiento de los productos, su uso correcto y su destino a los que lo tengan necesidad y urgencia. Pensemos en la relación con los distintos operadores -los celadores, los enfermeros, los médicos y los anestesistas- y con todas las estructuras implicadas.
Os agradezco esta visita y espero que podáis avanzar en vuestra labor tan humana, tan digna, tan grande y tantas veces tan silenciosa que nadie se da cuenta. Muchas gracias, que Dios os bendiga a todos y rezad por mí. Gracias.
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[1] Consejo Pontificio para los Agentes Sanitarios, Nueva Carta de los Agentes Sanitarios (2017), n. 60.
[2] Conferencia de prensa durante el vuelo de regreso de Bratislava (15 de septiembre de 2021).
[3] Consejo Pontificio para los Agentes Sanitarios, Nueva Carta de los Agentes Sanitarios (2017), n. 92.
[4] Audiencia general, 5 de junio de 2013.