Esta mañana el Santo Padre Francisco ha recibido en audiencia, en el Palacio Apostólico Vaticano, a los nuevos reclutas de la Guardia Suiza Pontificia, acompañados de sus padres, que prestarán el juramento por la tarde en el Patio de San Dámaso.
Publicamos a continuación el discurso que el Papa les dirigió durante el encuentro:
Discurso del Santo Padre
Estimados oficiales y miembros de la Guardia Suiza,
Queridos miembros de la familia,
Con motivo del juramento de los reclutas, me complace recibiros en la casa del Sucesor de Pedro. Saludo al coronel Christoph Graf, que dirige el Cuerpo de la Guardia Suiza con gran abnegación, al capellán, a los oficiales y suboficiales y a todos los miembros del Cuerpo. Doy la bienvenida a los padres y madres que se suman a esta fiesta: su presencia atestigua el apego de muchos católicos suizos a la Iglesia, y en particular a la Sede de Pedro.
Los lugares donde los nuevos reclutas son llamados a servir están cargados de historia; desde la creación de la Guardia Suiza Pontificia, muchos jóvenes han cumplido con compromiso y fidelidad esa particular misión que el Cuerpo sigue desempeñando hoy. Algunos han llegado a sacrificar su propia vida para defender al Papa.
Como bien sabéis, las funciones de la Guardia Suiza, aunque de carácter militar, constituyen un servicio especial al Sumo Pontífice y a la Sede Apostólica en beneficio de toda la Iglesia. Por eso es gran motivo de aprecio que los jóvenes decidan dedicar algunos años de su vida al servicio generoso del Sucesor de Pedro y de la comunidad eclesial. A veces el Señor llama a algunos de vosotros a seguirle por el camino del sacerdocio o de la vida consagrada, encontrando un terreno disponible cultivado precisamente durante vuestro tiempo de servicio en la Guardia. Otros, sin embargo, siguen la vocación conyugal y forman su propia familia. Con vosotros doy gracias al Señor, fuente de todo bien, por los diversos dones y vocaciones que os ha confiado, y rezo para que los que ahora comienzan su servicio respondan plenamente a la llamada de Cristo, siguiéndole con fiel generosidad.
Esta ocasión me da la oportunidad de agradecer públicamente a todos los miembros de la Guardia Suiza su diligente servicio. Aprecio mucho vuestra capacidad de conjugar los aspectos profesionales y espirituales, expresando así vuestra devoción y fidelidad a la Sede Apostólica. Por su parte, los peregrinos y turistas que acuden a Roma tienen la oportunidad de experimentar la cortesía y la amabilidad de los guardias en las distintas entradas de la Ciudad del Vaticano. No olvidéis nunca estas cualidades, que constituyen un bello testimonio y un signo de la hospitalidad de la Iglesia.
Expreso mis mejores deseos a los jóvenes reclutas y espero que tengan experiencias espirituales y humanas fructíferas tanto en el Vaticano como en la ciudad de Roma. Ojalá estos años que pasaréis aquí sean una ocasión para profundizar en vuestra fe y en un amor aún más fuerte por la Iglesia. Os acompaño con mi oración y os agradezco que hayáis elegido poner a disposición del Sucesor de Pedro algunos años de vuestra vida. Vosotros también, por favor, rezad por mí.
Con estos sentimientos, os deseo una feliz fiesta y de corazón imparto la bendición apostólica a los aquí presentes y a todo el Cuerpo de la Guardia Suiza Pontificia.