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Viaje apostólico de Su Santidad Francisco a Mozambique, Madagascar y Mauricio (4-10 de septiembre de 2019) -Encuentro en la nunciatura apostólica con Scholas Occurrentes.- Visita de cortesía al Presidente de la República de Mozambique y encuentro con las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático, 05.09.2019

Encuentro en la nunciatura apostólica con Scholas Occurrentes

Esta mañana después de haber celebrado la santa misa en la nunciatura apostólica de Maputo, el Santo Padre encontró a algunos responsables y a un grupo de participantes en los programas que lleva a cabo  la Fundación Scholas Occurrentes en varias ciudades de Mozambique

Les agradezco esta visita que me llega al corazón. Les agradezco todo lo que hacen y cómo se han presentado.

Los de Xai-Xai tienen unas playas famosas, el turismo de África, de Europa, y me parece muy bien que hagan futbol en la playa. Y me parece también muy bien que las chicas vayan a hacer fútbol en la playa.

Pero hay una cosa que me tocó mucho el corazón y es la pelota de trapo. Cuando era chico yo jugué con una pelota de trapo, porque en aquella época eran pelotas de cuero, cosidas con cuero y eran muy caras. Y nosotros, que íbamos a la escuela todos juntos, no teníamos para comprar esas pelotas número 5 que eran muy grandes. Todavía no estaba el plástico ni la pelota de goma. Estaba la pelota de cuero o esta de trapo.

Así que, en la esquina de mi casa donde jugábamos, una placita que todavía está, jugábamos con una pelota de trapo. En Argentina, la pelota de trapo pasó a ser un símbolo cultural de aquella época, a tal punto que un poeta popular argentino escribió una poesía que se llama ‘pelota de trapo’. Y también hay una película que han filmado que se llama ‘pelota de trapo’.

Ustedes con esto están recogiendo toda una historia de artesanía del deporte: trabajo para hacer esto y alegría para el juego. Trabajo y juego. En la vida si no hay trabajo, la vida no sirve, y si no sabes jugar, la vida no sirve. Trabajo y juego, juntos. Pelota de trapo. Sería lindo que hicieran un concurso artístico, canción, dibujo, poesía, prosa sobre el tema pelota de trapo. Y al ganador yo le voy a dar un premio.

 

Visita de cortesía al Presidente de la República de Mozambique en el Palacio Ponta Vermelha

A las 9.30 el Santo Padre Francesco se  desplazó al Palacio de Ponta Vermelha para la visita de cortesía al Presidente de la República de Mozambique, Sr. Filipe Jacinto Nyusi.

Antes de dejar la nunciatura apostólica, el Papa Francisco  acompañados por su director Enrique Adolfo Palmeyro. Durante encuentro se ilustraron al Papa  las actividades de dicha fundación en Mozambique, sobre todo en el campo del deporte y la formación humana. En un breve saludo, el Papa contó algunos episodios de su infancia en Buenos Aires, cuando jugaba al fútbol con balones hechos de  trapo en un patio cerca de su casa, subrayando cómo el juego y el trabajo deber ir siempre unidos.

A su llegada al Palacio de Ponta Vermelha, el Santo Padre fue recibido por el Presidente de la República y por su Consorte en la entrada principal. Juntos se trasladaron al Salón Rojo donde, después de la Firma del Libro de Honor, tuvo lugar el encuentro privado, acabado el cual y después de la presentación de la familia y el intercambio de regalos, el Presidente y el Santo Padre se dirigieron al Salón de Indias para encontrarse con las autoridades, los miembros del Cuerpo diplomático y los representantes de la sociedad civil.

 

Encuentro con las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático en el Palacio de Ponta Vermelha

A las 10,00 en el Palacio de Ponta Vermelha, el Santo Padre Francisco ha encontrado a las autoridades, los representantes de la sociedad civil y los miembros del cuerpo diplomático.

Tras el discurso del presidente de la República de Mozambique, Sr. Filipe Jacinto Nyusi y la entrega de la lápida Opera Matteo 25, el Papa ha pronunciado un discurso.

Al final, después de despedirse del Presidente y de las otras autoridades presentes, el Santo Padre fue en papamóvil al Pabellón Maxaquene donde ha tenido lugar el encuentro interreligioso con los jóvenes.

Publicamos a continuación el discurso pronunciado por el Papa Francisco durante el acto.

Discurso del Santo Padre

Señor Presidente,
Miembros del Gobierno y del Cuerpo Diplomático,
Distinguidas Autoridades,
Representantes de la sociedad civil,
Señoras y señores:

Gracias, señor Presidente, por sus palabras de bienvenida, así como su amable invitación a visitar vuestra Nación. Me alegra estar nuevamente en África y comenzar este viaje apostólico por este País, tan bendecido por su belleza natural como por su gran riqueza cultural que le aporta, a la tan probada alegría de vivir de vuestro Pueblo, la esperanza en un mañana mejor.

Saludo cordialmente a los miembros del Gobierno, del Cuerpo Diplomático y a los representantes de la sociedad civil aquí presentes. En vosotros, quiero acercarme y saludar afectuosamente a todo el pueblo mozambiqueño que, desde el Rovuma a Maputo, nos abre sus puertas para alimentar un renovado futuro de paz y reconciliación.

Quiero dirigir mis primeras palabras de cercanía y solidaridad a todos los que padecieron recientemente los ciclones Idai y Kenneth, cuyas devastadoras consecuencias siguen golpeando a tantas familias, principalmente a aquellas donde la reconstrucción todavía no ha sido posible y que reclama una especial atención. Lamentablemente, no podré llegar personalmente hasta vosotros, pero quiero que sepáis que comparto vuestra angustia, vuestro dolor y también el compromiso de la comunidad católica para enfrentar una situación tan dura. En medio de la catástrofe y la desolación pido a la Providencia que no falte la solicitud de todos los actores civiles y sociales que, poniendo la persona en el centro, sean capaces de promover la necesaria reconstrucción.

También quiero expresar mi reconocimiento, mío y de gran parte de la comunidad internacional, por el esfuerzo que desde hace décadas realizáis para que la paz se vuelva la norma, y la reconciliación el mejor camino para enfrentar las dificultades y desafíos que tenéis como Nación. En este espíritu y con este propósito, hace aproximadamente un mes, firmasteis en Sierra de la Gorongosa el acuerdo para el cese definitivo de las hostilidades militares entre los hermanos mozambiqueños. Un hito, que agradecemos y esperamos decisivo, realizado por personas valientes en el camino de la paz que inició con el Acuerdo General de 1992 en Roma.

¡Cuánto ha pasado desde la firma del tratado histórico que selló la paz y que ha dado sus primeros brotes! Esos brotes que sostienen la esperanza y brindan la confianza para no dejar que la lucha fratricida sea la manera de escribir la historia, sino la capacidad de reconocerse como hermanos, hijos de una misma tierra, gestores de un destino común. ¡La valentía de la paz! Una valentía de gran altura, no la de la fuerza bruta y la violencia, sino la que se gesta en la incansable búsqueda del bien común (cf. Pablo VI, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, 1973).

Vosotros conocéis el sufrimiento, el luto y el desconsuelo, pero no habéis dejado que el criterio regulador de las relaciones humanas fuera la venganza o la represión, ni que el odio y la violencia tuvieran la última palabra. Como recordaba mi predecesor san Juan Pablo II en su visita a vuestro País en 1988, con la guerra «hombres, mujeres y niños sufren porque les falta hogar, alimentación suficiente, escuelas donde instruirse, hospitales para tratar su salud, iglesias donde reunirse para rezar y campos donde desarrollar su trabajo. Muchos millares de personas se ven obligados a desplazarse en busca de seguridad y medios para subsistir; otros se refugian en países vecinos. […] “¡No a la violencia y sí a la paz!”» (Discurso en la visita al Presidente de la República, 16 septiembre 1988, n. 3).

En el transcurso de todos estos años, habéis experimentado que la búsqueda de la paz duradera —una misión que compromete a todos— pide un trabajo arduo, constante y sin tregua, que «como una flor frágil, trata de florecer entre las piedras de la violencia» (Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, 2019) y, por tanto, reclama seguir diciendo con determinación, pero sin fanatismos; con valentía, pero sin exaltación; con tenacidad, pero inteligentemente: no a la violencia que destruye, sí a la paz y a la reconciliación.

Y la paz, sabemos, no sólo es ausencia de guerra sino el compromiso incansable —especialmente de aquellos que ocupamos un cargo de más amplia responsabilidad— de reconocer, garantizar y reconstruir concretamente la dignidad tantas veces olvidada o ignorada de hermanos nuestros, para que puedan sentirse los principales protagonistas del destino de su nación. No podemos perder de vista que «sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará su explosión. Cuando la sociedad —local, nacional o mundial— abandona en la periferia una parte de sí misma, no habrá programas políticos ni recursos policiales o de inteligencia que puedan asegurar indefinidamente la tranquilidad» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 59).

La paz hizo posible el desarrollo de Mozambique en distintas áreas. Son prometedores los avances registrados en el ámbito de la educación y la salud. Os animo a seguir trabajando para consolidar las estructuras e instituciones necesarias que posibiliten que nadie se sienta rezagado, especialmente vuestros jóvenes, que conforman gran parte de la población. Ellos no son solamente la esperanza de esta tierra, son el presente que interpela, busca y necesita encontrar canales dignos que les permitan desarrollar todos sus talentos; ellos son potencial para sembrar y desarrollar la tan deseada amistad social.

Una cultura de paz «requiere un proceso constante en el cual cada nueva generación se ve involucrada» (ibíd., 220). Por eso el camino tiene que ser el que propicie la cultura del encuentro y pueda impregnarlo todo: reconocer al otro, estrechar lazos, tender puentes. En este sentido, es imprescindible mantener viva la memoria como camino que abre futuro; como caminar que lleve a buscar metas comunes, valores compartidos, ideas que favorezcan levantar la mirada sobre intereses sectoriales, corporativos, o partidarios de manera tal que las riquezas de vuestra nación sean puestas al servicio de todos, especialmente de los más pobres. Vosotros tenéis una valerosa e histórica misión que cumplir: ¡Que no cesen los esfuerzos hasta que deje de haber niños y adolescentes sin educación, familias sin techo, operarios sin trabajo, campesinos sin tierra; bases de un futuro de esperanza porque es futuro de dignidad! Estas son las armas de la paz.

La paz nos invita también a mirar nuestra casa común. En este sentido, Mozambique es una nación bendecida, que estáis invitados especialmente a cuidar. La defensa de la tierra, es también la defensa de la vida que reclama una especial atención cuando se constata una tendencia a la expoliación y al despojo guiados por un afán acumulativo que, en general, ni siquiera es de personas que habitan estas tierras, y no está motivado por el bien común de vuestro pueblo. Una cultura de paz implica un desarrollo productivo, sustentable e inclusivo, donde cada mozambiqueño pueda sentir que este país es suyo y en el cual puede establecer relaciones de fraternidad y equidad con su prójimo y con todo lo que lo rodea.

Señor Presidente, distinguidas Autoridades, todos vosotros sois los constructores de la obra más bella a ser realizada: un futuro de paz y reconciliación como garantías del derecho al futuro de vuestros hijos. Pido a Dios para que este tiempo que estaré entre vosotros pueda, yo también, en comunión con mis hermanos obispos y la Iglesia católica que peregrina en esta tierra, aportar para que la paz, la reconciliación y la esperanza reinen definitivamente entre vosotros. Gracias.