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Visita Pastoral del Santo Padre Francisco a Cesena y Bolonia – Encuentro con los migrantes y con el personal del Hub regional de Bolonia., 01.10.2017

A las 10.30, el helicóptero del  Papa ha aterrizado en Bolonia en el aparcamiento de la Caja de Ahorros de Chieti.  A su llegada  el Santo Padre fue recibido por  S.E. Mons. Matteo Maria Zuppi, arzobispo de Bolonia,  por Stefano Bonaccini, Presidente de la Región Emilia-Romagna, por Matteo Piantedosi, Prefecto de Bolonia, y por  Virginio Merola, alcalde de  Bolonia.

Poco después, a las  10.40, el Papa llegaba al Hub Regional para encontrarse con los migrantes y con el personal que los atiende. Esperaban al  Santo Padre los  1.000 migranti alojados en  el Centro, que el  Papa saludó uno por uno, recorriendo a pie la explanada hasta llegar al podio predispuesto para el encuentro.  

Siguen las palabras que el Santo Padre ha dirigido a los presentes

Saludo del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas,

Os saludo cordialmente y os aseguro mi cercanía. Quería que fuera precisamente aquí mi primer encuentro  con Bolonia. Este es el "puerto" del desembarco de aquellos que vienen de más lejos y con sacrificios que a veces ni siquiera   podéis contar.


Muchos no os conocen y  tienen miedo. Esto hace que se sientan con el derecho de juzgar y de hacerlo con dureza y frialdad, creyendo también que  ven bien. Pero ese no es el caso. Se ve bien sólo con la cercanía que da la misericordia. Sin ella, el otro es un extraño, incluso un enemigo, y no puede llegar a ser mi prójimo. Desde lejos podemos decir y pensar cualquier cosa, como sucede fácilmente cuando se escriben frases terribles e insultos a través de Internet. Si miramos al prójimo sin misericordia, no nos damos cuenta de su sufrimiento, de sus problemas.  Y si miramos al prójimo sin misericordia, corremos el peligro de que también Dios nos mire sin misericordia,Hoy  veo  solamente tantas ganas  de amistad y ayuda. Me gustaría dar las gracias a las instituciones y a todos los voluntarios por la atención y el esfuerzo para atender a todos  que están aquí alojados. En vosotros, como en todo extranjero que llama a nuestra puerta,  veo a Jesucristo, que se identifica con el extranjero, de todas las edades y condiciones (Mt 25,35,43).


El fenómeno requiere visión y gran determinación en la gestión, inteligencia y estructuras, mecanismos claros que no permitan distorsiones o explotaciones, aún más inaceptables porque se hacen con los pobres. Creo realmente necesario que un mayor número de países adopte programas de apoyo privados y comunitarios de acogida y  se abran pasillos humanitarios para los refugiados en las situaciones más difíciles, para evitar esperas  insoportables y tiempos  perdidos que pueden iludir. La integración comienza con el conocimiento.  El contacto con el otro lleva a descubrir el "secreto" que todo el mundo lleva consigo y también el don  que representa, a abrirse a él para aceptar sus aspectos válidos y por lo tanto aprender a amarlo, y a superar el miedo , ayudándolo  a incorporarse  a la nueva comunidad que lo acoge. Cada uno de vosotros tiene su propia historia, me decía la señora que me acompañaba. Y esta historia tiene algo sagrado, hay que respetarla, aceptarla, acogerla y ayudar a seguir adelante. Algunos de vosotros sois menores de edad: estos chicos y chicas tienen una necesidad particular de ternura y tienen derecho a la protección, que incluye programas de custodia temporal o acogida.

 

He venido  entre vosotros porque quiero llevar en mis ojos  los vuestros  - yo he mirado vuestros ojos- y en mi corazón el vuestro. Quiero llevar conmigo vuestros rostros que piden ser recordados, ayudados, yo diría "adoptados", porque en el fondo buscáis a alguien que apueste por vosotros, que os dé confianza, que os ayude a encontrar ese futuro cuya esperanza os ha hecho llegar hasta aquí.


¿Sabéis que sois vosotros? Vosotros sois  "luchadores de la esperanza". Alguno no ha llegado porque se lo tragó el desierto o el mar. Los hombres no los recuerdan, pero Dios conoce sus nombres y los recibe a su lado. Quedémonos todos un momento en silencio, recordándolos y rezando por ellos (silencio). A vosotros, luchadores de la esperanza, deseo que  la esperanza no se vuelva desilusión o, peor aún, desesperación, gracias a tantos que os ayudan a no perderla. En mi corazón quiero  llevar  vuestro miedo, vuestras dificultades, vuestros riesgos, vuestra  incertidumbre tantas pancartas: "Ayudadnos a tener los papeles”...; las personas que amáis, que os importan y por las que os habéis lanzado a  buscar un futuro. Llevaos  en los ojos y en el  corazón nos ayudará a trabajar más  por una ciudad acogedora y capaz de crear oportunidades para todos. Por eso os exhorto a estar abiertos a la cultura de esta ciudad, dispuestos  a caminar por el camino indicado por las leyes de este país.


La Iglesia es una madre que no distingue y ama a cada hombre como hijo de Dios, como su imagen. Bolonia es, desde siempre,  una ciudad conocida por su hospitalidad.  Este dato se  ha  renovado con tantas experiencias de solidaridad, hospitalidad en parroquias y realidades religiosas, pero también en muchas familias y contextos sociales. Algunos  han encontrado un nuevo hermano al que  ayudar o un niño al que  crecer. Y algunos han encontrado nuevos padres que quieren un futuro mejor con él. ¡Cómo me gustaría que estas experiencias, posibles para todos, se multiplicaran! La ciudad no tenga  miedo de donar los cinco panes y los dos peces: la Providencia intervendrá y todos estarán saciados.


Bolonia fue la primera ciudad en Europa, hace 760 años, que liberó a los siervos de la esclavitud. Eran exactamente 5.855. Tantos. Sin embargo, Bolonia no tuvo miedo. Fueron redimidos por el ayuntamiento, es decir por la ciudad. Tal vez lo hicieron también  por razones económicas, porque la libertad ayuda  y conviene a  todos. No tuvieron miedo de  dar la bienvenida a aquellos que entonces eran considerados "no personas" y de reconocerlos como seres humanos. ¡Escribieron en un libro los nombres de cada uno de ellos! Cómo quisiera que vuestros nombres fueran escritos y recordados para encontrar, como entonces,  un futuro común.


Os doy las gracias y os  bendigo de todo corazón. Y por favor rezad por mí.