La lógica del mundo y la lógica del evangelio, dos estilos de vida contrapuestos, sobre los que invita a reflexionar el evangelio de hoy, ha sido el tema de la meditación del Papa antes de rezar el ángelus con miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro.
El Santo Padre habló de la parábola del administrador infiel y corrupto, a quien Jesús alaba a pesar de su deshonestidad. “Hay que precisar -observó Francisco- que este administrador no se presenta como un modelo a seguir, sino como un ejemplo de astucia. Este hombre es acusado de mala gestión de los negocios de su amo y, antes de que le echen , busca astutamente hacerse con la benevolencia de los deudores, condonándoles una parte de la deuda para asegurarse así un futuro”.
A esa astucia mundana nosotros estamos llamados a responder con la astucia cristiana, que es un don del Espíritu Santo. “Se trata –explicó Francisco- de alejarse del espíritu y de los valores del mundo…La mundanidad se manifiesta con actitudes de corrupción, de engaño, de prepotencia, y constituye el camino más equivocado…pero más facil de recorrer. En cambio, el espíritu del Evangelio requiere un estilo de vida serio – serio pero alegre, lleno de alegría – y comprometido, basado en la honestidad, en la rectitud, en el respeto de los demás y de su dignidad, en el sentido del deber. ¡Esta es la astucia cristiana!”.
El recorrido de la vida “implica necesariamente una elección entre estos dos caminos… No se puede oscilar entre uno y otro porque se mueven según lógicas diversas y contrastantes... Fuerte y categórica es la conclusión del pasaje evangélico: «Ningún servidor puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se interesará por el primero y menospreciará al segundo»
“Con esa enseñanza, Jesús nos exhorta a elegir claramente entre Él y el espíritu del mundo, entre la lógica de la corrupción, de la prepotencia y de la avaricia y la de la rectitud, de la mansedumbre y de la compartición –afirmó el Pontífice- Alguno se comporta con la corrupción como con las drogas: piensa de poder utilizarla y dejarla cuando quiere. Se comienza con poco: una propina aquí, una comisión allá… Y entre ésta y aquella lentamente se pierde la libertad. También la corrupción produce dependencia, y genera pobreza, explotación, sufrimiento. ¡Y cuantas víctimas suyas hay hoy en mundo! Cuántas víctimas de esta corrupción difusa. En cambio, cuando nos proponemos seguir la lógica evangélica de la integridad, de la limpidez en las intenciones y en los comportamientos, de la fraternidad, nos convertimos en artesanos de justicia y abrimos horizontes de esperanza para la humanidad. En la gratuidad y en la donación de nosotros mismos a nuestros hermanos, servimos al amo justo: Dios”.