También ayer noche el Papa Francisco se asomó a la ventana del arzobispado de Cracovia para saludar a las personas que se agrupaban a su puerta entre los que se encontraban esta vez varios enfermos, personas sin hogar y discapacitados.
“Dobry wieczór! (Buenas noches) –dijo el Santo Padre- Hoy ha sido un día especial, una jornada de dolor. El viernes es el día que recordamos la muerte de Jesús, y hemos terminado con los jóvenes la jornada con la oración del Via Crucis. Hemos rezado el Via Crucis: el dolor y la muerte de Jesús por todos nosotros. Estamos unidos a Jesús sufriente. Pero no sólo sufriente hace dos mil años, sino también hoy. Sufre tanta gente: los enfermos, los que están en guerra, los sin techo, los hambrientos, los que dudan de la vida, que no sienten la felicidad, la salvación, o que sienten el peso del propio pecado.
En la tarde he estado en el hospital de niños. También allí Jesús sufre en tantos niños enfermos. Y siempre me viene la pregunta: ¿Por qué sufren los niños? Es un misterio. No hay respuesta para estas preguntas.
En la mañana, también otro dolor: he estado en Auschwitz, en Birkenau, para recordar los dolores de hace 70 años. ¡Cuánto dolor, cuánta crueldad! Pero, ¿es posible que nosotros los hombres, creados a semejanza de Dios, seamos capaces de hacer estas cosas? Se han cometido estas. No quisiera entristeceros, pero debo decir la verdad. La crueldad no ha terminado en Auschwitz, en Birkenau: también hoy, hoy se tortura a la gente; tantos presos son torturados, inmediatamente, para hacerlos hablar. Es terrible. Hoy, hombres y mujeres están en las cárceles superpobladas; viven ―perdonadme― como animales. Hoy se da esta crueldad. Nosotros decimos: Sí, hemos visto la crueldad de hace 70 años, como morían fusilados, o ahorcados, o con el gas. Pero hoy, en tanto lugares del mundo, donde hay guerra, sucede lo mismo.
En esta realidad, Jesús ha venido para cargarla sobre su espalda. Y nos pide rezar. Pedimos por todos los Jesús que hoy existen en el mundo: los hambrientos, los sedientos, los dudosos, los enfermos, los que están solos, los que sienten el peso de tantas dudas y culpas. Sufren mucho. Recemos por tantos niños enfermos, inocentes, que llevan la cruz desde pequeños. Y recemos por tantos hombres y mujeres que hoy son torturados en muchos países del mundo; por los encarcelados hacinados allí, como si fueran animales. Es triste lo que os digo, pero es la realidad. Pero también es realidad que Jesús ha cargado con todas estas cosas. También con nuestro pecado.
Todos los que estamos aquí somos pecadores, llevamos el peso de nuestros pecados. No sé si alguno no se siente pecador. Si alguno no se siente pecador que levante la mano. Todos somos pecadores. Pero él nos ama, nos ama. Y obramos, como pecadores, pero como hijos de Dios, hijos de su Padre. Recemos todos juntos una oración por esta gente que hoy sufre en el mundo tantas cosas feas, tantas maldades. Y cuando hay lágrimas, el niño busca a la mamá; también nosotros, pecadores, somos niños, buscamos a la Mamá, y recemos todos juntos a la Virgen, cada uno en su idioma”.
Después de rezar un Ave María el Papa deseó a todos buenas noches y buen descanso y les pidió que rezasen por él. “Y mañana continuaremos esta bella Jornada de la Juventud. Muchas gracias”, se despidió.