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Liturgia divina en Echmiadzin: Que la Iglesia Armenia camine en paz, y la comunión entre nosotros sea plena, 27.06.2016

El Papa Francisco comenzó su última jornada en tierra armenia encontrando en Echmiadzin a catorce obispos armenios católicos en presencia de doce sacerdotes que desempeñan su ministerio en ese país. Un coloquio que duro alrededor de cuarenta y cinco minutos después del cual el Santo Padre se trasladó a la explanada de San Tirídates, siempre en Echmiadzin, para tomar parte en la Divina Liturgia, la última celebración antes de su regreso a Roma y, acabada la cual, tras escuchar las palabras de Karekin II, Francisco respondió con un breve discurso, manifestando su alegría por haber compartido estos días “los dones.esperanzas y preocupaciones de la Iglesia de Cristo” y pidiendo al final al  Catholicós que lo bendijera, junto a la Iglesia Católica, para proseguir su andadura hacia la unidad plena.

Siguen las palabras del Papa:

“Al coronar esta visita, que tanto he deseado, y para mí ya inolvidable, deseo elevar mi agradecimiento al Señor, junto con el gran himno de alabanza y de acción de gracias que sube de este altar. Vuestra Santidad me ha abierto en estos días las puertas de su casa y hemos experimentado «qué dulzura, qué delicia, convivir los hermanos unidos. Nos hemos encontrado, nos hemos abrazado fraternalmente, hemos rezado juntos y compartido los dones, las esperanzas y las preocupaciones de la Iglesia de Cristo, cuyo corazón oímos latir al unísono, y en la que creemos y sentimos como una. «Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todos, que está sobre todos, actúa por medio de todos y está en todos»: con gozo podemos hacer verdaderamente nuestras estas palabras del apóstol Pablo. Nos hemos encontrado precisamente en el signo de los santos Apóstoles. Los santos Bartolomé y Tadeo, que proclamaron por primera vez el Evangelio en estas tierras, y los santos Pedro y Pablo, que dieron su vida por el Señor en Roma, y que ahora reinan con Cristo en el cielo, se alegran ciertamente al ver nuestro afecto y nuestra aspiración concreta a la plena comunión. Por todo esto doy gracias al Señor, por vosotros y con vosotros: ¡Park astutsò! (¡Gloria a Dios!).

En esta Divina Liturgia, el solemne canto del trisagio se ha elevado al cielo, ensalzando la santidad de Dios; que descienda copiosamente la bendición del Altísimo sobre la tierra por intercesión de la Madre de Dios, de los grandes santos y doctores, de los mártires, sobre todo de tantos mártires que en este lugar habéis canonizados el año pasado. «El Unigénito que vino aquí» bendiga vuestro camino. Que el Espíritu Santo haga de los creyentes un solo corazón y una sola alma; que venga a refundarnos en la unidad. Por eso quisiera invocarlo nuevamente, tomando algunas espléndidas palabras que han entrado en vuestra Liturgia. Ven, Espíritu, Tú, «que con gemidos incesantes eres nuestro intercesor ante el Padre misericordioso, Tú, que velas por los santos y purificas a los pecadores»; infunde en nosotros tu fuego de amor y unidad, y «que este fuego diluya los motivos de nuestro escándalo», ante todo, la falta de unidad entre los discípulos de Cristo.

Que la Iglesia Armenia camine en paz, y la comunión entre nosotros sea plena. Que brote en todos un fuerte anhelo de unidad, una unidad que no debe ser «ni sumisión del uno al otro, ni absorción, sino más bien la aceptación de todos los dones que Dios ha dado a cada uno, para manifestar a todo el mundo el gran misterio de la salvación llevada a cabo por Cristo, el Señor, por medio del Espíritu Santo»

Acojamos la llamada de los santos, escuchemos la voz de los humildes y los pobres, de tantas víctimas del odio que sufrieron y sacrificaron sus vidas a causa de su fe; tengamos el oído abierto a las jóvenes generaciones, que anhelan un futuro libre de las divisiones del pasado. Que desde este lugar santo se difunda de nuevo una luz radiante; la de la fe, que desde san Gregorio, vuestro padre según el Evangelio, ha iluminado estas tierras, y a ella se una la luz del amor que perdona y reconcilia.

Así como los Apóstoles en la mañana de Pascua, no obstante las dudas e incertidumbres, corrieron hasta el lugar de la resurrección atraídos por el amanecer feliz de una nueva esperanza, así también sigamos nosotros en este santo domingo la llamada de Dios a la comunión plena y apresuremos el paso hacia ella.

Y ahora, Santidad, en nombre de Dios te pido que me bendigas, a mí y a la Iglesia Católica, que bendigas esta nuestra andadura hacia la unidad plena”.

Después de la Divina Liturgia, el Papa almorzó, en un “almuerzo ecuménico”, ofrecido por el Catholicós con los arzobispos y obispos armenios apostólicos, los arzobispos y obispos armenios católicos y los miembros del séquito papal en la gran sala del primer piso del Palacio Apostólico de Echmiadzin.

Antes de dejar Echmiadzin se despidió del personal que lo había atendido durante su permanencia y saludó a unas cien personas, entre delegados y benefactores , de la Iglesia Armenia Apostólica a los que al final bendijo junto con el Catholicós