Hoy, en la Santa Echmiadzín, centro espiritual de todos los armenios, nosotros, Papa Francisco y el Catholicós de todos los Armenios Karekin II, elevamos nuestras mentes y nuestros corazones en acción de gracias al Todopoderoso por la continua y creciente cercanía en la fe y el amor entre la Iglesia Apostólica Armenia y la Iglesia Católica, en su testimonio común del mensaje del Evangelio de la salvación, en un mundo desgarrado por la guerra y deseoso de consuelo y esperanza. Alabamos a la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, por permitirnos venir juntos a la tierra bíblica de Ararat, que permanece como recordatorio de que Dios será siempre nuestra protección y salvación. Nos complace espiritualmente recordar cómo en el año 2001, con motivo del 1700 aniversario de la proclamación del cristianismo como religión de Armenia, san Juan Pablo II visitó Armenia y fue testigo de una nueva página en las relaciones cálidas y fraternales entre la Iglesia Apostólica Armenia y la Iglesia Católica. Estamos agradecidos porque tuvimos la gracia de reunirnos en una solemne liturgia en la Basílica de San Pedro, en Roma, el 12 de abril de 2015, donde nos comprometimos a oponernos con nuestra voluntad a toda forma de discriminación y violencia, y conmemoramos a las víctimas de lo que fue calificado por la Declaración Conjunta de Su Santidad Juan Pablo II y Su Santidad Karekin II como «el exterminio de un millón y medio de cristianos armenios, en lo que se conoce generalmente como el primer genocidio del siglo XX» (27 de septiembre de 2001).
Damos gracias al Señor que hoy la fe cristiana es de nuevo una realidad vibrante en Armenia, y que la Iglesia Armenia lleva a cabo su misión con un espíritu de colaboración fraterna entre las Iglesias, sosteniendo a los fieles en la construcción de un mundo de solidaridad, justicia y paz.
Sin embargo, lamentablemente somos testigos de una inmensa tragedia que se desarrolla ante nuestros ojos, en la que un número incalculable de personas inocentes están siendo asesinadas, desplazadas o forzadas a un exilio doloroso e incierto, a causa de los continuos conflictos por motivos étnicos, económicos, políticos y religiosos en el Medio Oriente y en otras partes del mundo. Como resultado, minorías religiosas y étnicas se han convertido en objeto de persecución y trato cruel, hasta el punto de que sufrir por la propia creencia religiosa se ha convertido en una realidad cotidiana. Los mártires pertenecen a todas las Iglesias y su sufrimiento es un «ecumenismo de la sangre» que trasciende las divisiones históricas entre los cristianos, llamándonos a todos a promover la unidad visible de los discípulos de Cristo. Oremos juntos, a través de la intercesión de los santos apóstoles Pedro y Pablo, Tadeo y Bartolomé, por una conversión del corazón de todos los que cometen este tipo de delitos y también de aquellos que tienen posibilidad de detener la violencia. Exhortamos a los responsables de las naciones a que escuchen la súplica de millones de seres humanos que anhelan la paz y la justicia en el mundo, que exigen respeto a sus derechos dados por Dios, que tienen urgente necesidad de pan, no de armas. Por desgracia, asistimos a una presentación de la religión y de los valores religiosos en modo fundamentalista, que se utiliza para justificar la propagación del odio, la discriminación y la violencia. La justificación de este tipo de crímenes sirviéndose de motivaciones religiosas es inaceptable, porque «Dios no es autor de confusión, sino de paz» (1 Co 14,33). Por otra parte, el respeto de la diferencia religiosa es condición necesaria para la convivencia pacífica de las diferentes comunidades étnicas y religiosas. Precisamente porque somos cristianos, estamos llamados a buscar y a promover caminos hacia la reconciliación y la paz. En este sentido, manifestamos también nuestra esperanza en una solución pacífica de los problemas que afectan a Nagorno Karabaj.
Atentos a lo que Jesús enseñó a sus discípulos cuando dijo: «Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me acogisteis, estaba desnudo y me vestisteis, estaba enfermo y me visitasteis, en la cárcel, y vinisteis a verme» (Mt 25,35-36), pedimos a los fieles de nuestras Iglesias que abran sus corazones y sus manos a las víctimas de la guerra y del terrorismo, a los refugiados y a sus familias. Se trata del sentido mismo de nuestra humanidad, solidaridad, compasión y generosidad, que sólo puede expresarse adecuadamente a través de un compromiso práctico e inmediato de recursos. Reconocemos todo lo que ya se está haciendo, pero insistimos en que se necesita mucho más por parte de los líderes políticos y de la comunidad internacional para garantizar el derecho de todos a vivir en paz y seguridad, defender el estado de derecho, proteger a las minorías religiosas y étnicas, combatir el tráfico de personas y el contrabando.
La secularización de amplios sectores de la sociedad, su alienación de lo espiritual y de lo divino, conducen inevitablemente a una visión desacralizada y materialista del hombre y de la familia humana. En este sentido, nos preocupa la crisis de la familia en muchos países. La Iglesia Apostólica Armenia y la Iglesia Católica comparten la misma visión sobre la familia, fundada en el matrimonio, acto de amor gratuito y fiel entre un hombre y una mujer.
Con alegría confirmamos que, a pesar de las continuas divisiones entre los cristianos, reconocemos con más claridad que lo que nos une es mucho más de lo que nos divide. Este es el sólido fundamento sobre el que la unidad de la Iglesia de Cristo se manifestará, según las palabras del Señor, «que todos sean uno» (Jn 17,21). Durante las últimas décadas, la relación entre la Iglesia Apostólica Armenia y la Iglesia Católica ha entrado con éxito en una nueva fase, reforzada por nuestras oraciones comunes y los esfuerzos conjuntos para enfrentar los desafíos contemporáneos. Hoy estamos convencidos de la importancia crucial de fomentar esta relación, comprometiéndonos a una colaboración más profunda y decisiva, no sólo en el ámbito de la teología, sino también en la oración y en la cooperación activa a nivel de las comunidades locales, con vistas a compartir la comunión plena y las expresiones concretas de unidad. Instamos a nuestros fieles a trabajar en armonía por la promoción de los valores cristianos en la sociedad, que contribuyen eficazmente a la construcción de una civilización de la justicia, la paz y la solidaridad humana. El camino de la reconciliación y de la fraternidad sigue abierto ante nosotros. Que el Espíritu Santo, que nos guía hacia la verdad plena (cf. Jn 16,13), nos sostenga en todos los esfuerzos genuinos para construir puentes de amor y de comunión entre nosotros.
Desde la Santa Echmiadzín hacemos un llamado a todos nuestros fieles a unirse a nosotros en oración con la plegaria de san Nerses Shnorhali: «Glorioso Señor, acepta las súplicas de tus siervos, y cumple misericordiosamente nuestras peticiones, por intercesión de la Santa Madre de Dios, de Juan el Bautista, del primer mártir san Esteban, de san Gregorio nuestro Iluminador, de los santos Apóstoles, Profetas, Teólogos, Mártires, Patriarcas, Ermitaños, Vírgenes y de todos tus Santos en el cielo y en la tierra. Y a Ti, oh Santa e Indivisible Trinidad, sea la gloria y la adoración por los siglos de los siglos. Amén».
Santa Echmiadzín, 26 de junio de 2016.
Su Santidad Francisco Su Santidad Karekin II