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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS PARTICIPANTES EN LA 31 EDICIÓN
DE LA "INTERNATIONAL DRUG ENFORCEMENT CONFERENCE"

Sala Clementina
Viernes 21 de junio de 2014

 

Ilustres señores:

Me alegra encontrarme con vosotros al término de la International Drug Enforcement Conference. Os agradezco vuestra visita y os expreso mi aprecio por la obra que realizáis afrontando un problema tan grave y complejo de nuestro tiempo. Deseo que estas jornadas romanas marquen una etapa proficua en vuestro compromiso. En especial, deseo que alcancéis los objetivos que os habéis propuesto: coordinar las políticas antidroga, compartir las relativas informaciones y desarrollar una estrategia operativa orientada al contraste del narcotráfico. Tal vez en el narcotráfico las acciones son las que producen más dinero en el mercado. Y esto es trágico.

El flagelo de la droga sigue arreciando en modos y dimensiones impresionantes, alimentado por un mercado infame, que supera los confines nacionales y continentales. Así sigue creciendo el peligro para los jóvenes y los adolescentes. Ante tal fenómeno, siento la necesidad de manifestar mi dolor y mi preocupación.

Quisiera decir con mucha claridad: la droga no se vence con la droga. La droga es un mal, y con el mal no se puede ceder o pactar. Pensar en poder reducir el daño, consintiendo el uso de psicofármacos a las personas que siguen consumiendo droga, no resuelve en absoluto el problema. Las legalizaciones de las así llamadas «drogas ligeras», incluso parciales, además de ser cuanto menos discutible a nivel legislativo, no producen los efectos que se habían fijado. Las drogas sustitutivas, además, no son una terapia suficiente, sino un modo disimulado de rendirse ante el fenómeno. Quiero reafirmar lo que ya he dicho en otra ocasión: no a todo tipo de droga. Sencillamente. No a todo tipo de droga (cf. Audiencia general, 7 de mayo de 2014). Pero para decir este no, es necesario decir sí a la vida, sí al amor, sí a los demás, sí a la educación, sí al deporte, sí al trabajo, sí a más oportunidades de trabajo. Un joven que no tiene trabajo, pensemos en ello. Creo que la cifra es de 75 millones, en Europa. Creo, no estoy seguro, y no quiero decir una cosa que no existe. Pero pensemos en un joven: ni, ni. Ni estudia ni trabaja. Entra en esa falta de horizonte, de esperanza, y la primera oferta son las dependencias, entre las cuales está la droga. Esto... Las oportunidades de trabajo, la educación, el deporte, la vida sana: este es el camino de la prevención de la droga. Si se realizan estos «sí», no hay sitio para la droga, no hay sitio para el abuso de alcohol y para las demás dependencias.

La Iglesia, fiel al mandato de Jesús de ir a dondequiera que haya un ser humano que sufre, que esté sediento o hambriento, o en la cárcel (cf. Mt 25, 31-46), no ha abandonado a quienes han caído en la espiral de la droga, sino que con su amor creativo ha salido a su encuentro. Los ha tomado de la mano, a través del trabajo de numerosos agentes y voluntarios, para que pudiesen redescubrir la propia dignidad, ayudándoles a hacer resucitar los recursos, los talentos personales que la droga había sepultado, pero que no podía borrar, desde el momento que todo hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1, 26). Pero este trabajo de recuperación es muy limitado, no es suficiente. Es necesario trabajar en la prevención. Esto hará mucho bien.

El ejemplo de muchos jóvenes que, deseosos de apartarse de la dependencia de la droga, se comprometen a reconstruir su vida, es un estímulo para mirar con confianza hacia adelante.

Ilustres señores, os aliento a continuar vuestro trabajo siempre con gran esperanza. Os deseo lo mejor y de corazón os bendigo. Gracias.

 



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