Queridos hermanos y hermanas:

Antes de concluir esta santa misa, deseo saludar y agradeceros a todos vosotros. Agradezco a los hermanos cardenales y a los numerosos obispos y sacerdotes procedentes de todas las partes del mundo. Mi deferente reconocimiento va a las delegaciones oficiales de muchos países, que han venido a rendir homenaje a los nuevos santos, que han contribuido al progreso espiritual y social de sus respectivas naciones.

En particular, saludo a Su Majestad la reina Sofía, al Presidente de la República Italiana, a los Presidentes de Chile, El Salvador y Panamá. Dirijo un pensamiento especial a Su gracia Rowan Williams y a la delegación del arzobispo de Canterbury, con viva gratitud por su presencia. Mi saludo va para todos vosotros, queridos peregrinos, y también para cuantos siguen mediante la radio y la televisión. En particular, saludo al numeroso grupo de las ACLI, que quedaron muy agradecidos con el Papa Pablo vi.

Y ahora nos dirigimos en oración a la Virgen María, primera y perfecta discípula del Señor, para que nos ayude a seguir el ejemplo de los nuevos santos.