Esta mañana, en el Palacio Apostólico Vaticano, el Papa Francisco ha recibido en audiencia al Mando de Transportes y Materiales del Ejercito Italiano, con ocasión del 70.° aniversario de la proclamación de San Cristóbal como Santo Patrón.
Publicamos a continuación el discurso que el Santo Padre dirigió a los presentes durante la audiencia:
Discurso
Sr. General,
Miembros de las Fuerzas de Transportes y Materiales del Ejército italiano,
queridos hermanos, queridas hermanas
Me alegra encontrarme con ustedes con ocasión del 70.° aniversario de la proclamación de San Cristóbal como su Santo Patrón, que tuvo lugar el 4 de noviembre de 1954 por el Venerable Papa Pío XII. Yo también tengo devoción por San Cristóbal, siempre llevo la medalla de San Cristóbal para ayudarme en mi camino.
Me alegra que un cuerpo militar haya pedido y obtenido el alto patronazgo de un santo mártir, que dio su vida para dar testimonio de Cristo. Esto significa, en primer lugar, reconocer que no hay profesión ni estado de vida que no necesite anclarse en los verdaderos valores y que no necesite la protección divina.
Es más, se podría decir que cuanto más implica la profesión de cada uno salvar vidas o perderlas, aportar apoyo, ayuda y protección, más necesita mantener un elevado código ético y una inspiración que provenga de lo alto.
Tener un patrón y estar orgulloso de ello significa comprometerse, al servir a la patria, a operar con un estilo que sitúe en primer plano la dignidad de toda persona humana, que es imagen del Creador: somos imágenes de Dios. Un estilo que se distinga por la defensa de los más débiles y de los que están en peligro, ya sea por guerras, catástrofes naturales o pandemias.
Honrar a su Patrón significa también reconocer que la habilidad, el sentido del deber y la abnegación de todos y de cada uno son ciertamente necesarios, pero que, además de todo ello, también es necesario implorar del Cielo ese suplemento de Gracia indispensable para cumplir mejor las misiones que se emprenden. Significa, en síntesis, reconocer que no somos omnipotentes, que no todo está en nuestras manos y que necesitamos la bendición divina.
Los felicito por esta sensibilidad, por el hecho de que sean conscientes del valor y la delicadeza de sus tareas, que no serían extraordinarias en sí mismas, pero que de repente pueden volverse tales. Ustedes lo saben bien: se convierten en tales cuando se les pide que intervengan en operaciones de salvaguardia de la paz, o que hagan frente a las consecuencias de catástrofes naturales, realizando tareas de protección civil y las indispensables actividades logísticas.
De hecho, ustedes han prestado su servicio para apoyar a los ciudadanos y a las autoridades locales y territoriales en diversos momentos de emergencia como terremotos, inundaciones, pandemias. Ustedes han levantado campamentos, tiendas de campaña y hospitales de campaña, han transportado artículos de primera necesidad, materiales útiles para la reconstrucción y vacunas.
También han estado presentes fuera de las fronteras nacionales en el contexto de misiones de paz, garantizando las actividades de abastecimiento, tanto para la logística militar como para el transporte y la distribución de diversos materiales y bienes con fines humanitarios.
La realización puntual, bien coordinada y constante de todas estas actividades tiene un nombre preciso: servicio. Implica ponerse a disposición del bien común, no escatimar energías ni fatigas, no retroceder ante el peligro para llevar a cabo la propia tarea, que a menudo se traduce en salvar vidas y puede implicar el sacrificio de su propia seguridad. Servir, servir y servir nos da dignidad. ¿Cuál es su dignidad? Soy un servidor: ¡esa es la gran dignidad!
A este respecto, es significativo que muchos hombres y mujeres, al final de su servicio activo, no abandonen el Cuerpo de Transporte y Materiales, sino que opten por afiliarse a la Asociación Nacional de Conductores Italianos (Associazione Nazionale Autieri d'Italia -ANAI). Como voluntarios, ofrecen su ayuda a la comunidad, dando testimonio de que la disposición a servir se ha convertido en un hábito natural en ellos, como un rasgo normal de su existencia, que no puede descartarse de un momento a otro, sino que debe calibrarse según la edad y la condición de cada individuo, porque todos, a cualquier edad, pueden aportar su contribución, continuando sirviendo.
Cristóbal significa «el que lleva a Cristo». Cuando se comprometen diariamente sin escatimar la funcionalidad de sus departamentos; cuando acuden en ayuda de poblaciones probadas por desastres naturales o conflictos armados, ustedes, a veces sin saberlo, traen en cierto sentido el estilo de Cristo, que vino a servir y no a ser servido (cf. Mt 10,45): éste es Jesús, que pasó por esta tierra haciendo el bien y curando a todos (cf. Hch 10,38).
Hermanas y hermanos, pidamos a su patrón San Cristóbal que los conserve siempre en estos buenos propósitos. Y, a este respecto, hago mía una expresión de la “Preghiera dell’Autiere” (la oración del conductor). Dice así: «Dios Todopoderoso y eterno, protege y bendice el servicio que prestamos a los hermanos y hermanas, y danos la capacidad de utilizar también nuestros medios para acudir en ayuda y poner a salvo los necesitados».
Que María, la Madre de Dios, los ampare y los acompañe; que les consiga ser artífices de paz y artesanos de la paz. De corazón los bendigo a todos y bendigo a sus familias. Y les pido por favor que recen por mí. Gracias.