Esta mañana, en el Palacio Apostólico Vaticano, el papa Francisco recibió en audiencia a los participantes en la II Conferencia de la Specola Vaticana en memoria de George Lemaître, sobre el tema "Agujeros negros, ondas gravitacionales y singularidades espacio-temporales", que tendrá lugar en Castel Gandolfo del 16 al 21 de junio de 2024.
Reproducimos a continuación el discurso que el Santo Padre dirigió a los presentes durante el encuentro:
Discurso del Santo Padre
Queridos científicos, hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Saludo a Su Eminencia el cardenal Vérgez, saludo a la hermana "vicegobernadora". ¡Ahora son las mujeres las que empiezan a mandar aquí! [risas]
Les doy mi cordial bienvenida y les agradezco esta grata visita. En particular, agradezco al hermano Guy Consolmagno y a los demás miembros de la comunidad Specola del Vaticano esta iniciativa.
Se han reunido en Castel Gandolfo para la conferencia "Agujeros negros, ondas gravitacionales y singularidades del espacio-tiempo", organizada en honor del arzobispo George Lemaître, siete años después de la anterior edición. Entretanto, el valor científico del sacerdote y cosmólogo belga ha sido reconocido aún más por la Unión Astronómica Internacional, que ha decidido que la conocida ley de Hubble debería llamarse más propiamente ley de Hubble-Lemaître.
Estos días se debaten las últimas cuestiones planteadas por la investigación científica en cosmología: los diferentes resultados obtenidos en la medición de la constante de Hubble, la enigmática naturaleza de las singularidades cosmológicas (del big-bang a los agujeros negros) y el tema tan de actualidad de las ondas gravitacionales.
La Iglesia está atenta a estas investigaciones y las promueve, porque sacuden la sensibilidad y la inteligencia de los hombres y mujeres de nuestro tiempo. El comienzo del universo, su evolución última, la estructura profunda del espacio y del tiempo enfrentan al ser humano a una búsqueda frenética de sentido, en un vasto escenario en el que corre el riesgo de perderse. Esto nos hace redescubrir la pertinencia de las palabras del salmista: "Al ver tu cielo, obra de tus dedos, / la luna y las estrellas que has fijado, / ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, / el hijo de Ádán para que cuides de él? / un poco inferior a un dios lo hiciste, / lo coronaste de gloria y esplendor" (Sal 8,4-7). Queda claro, por tanto, cómo estos temas tienen una relevancia particular para la teología, la filosofía, la ciencia y también para la vida espiritual.
George Lemaître fue un sacerdote y científico ejemplar. Su itinerario humano y espiritual representa un modelo de vida del que todos podemos aprender.
Para cumplir los deseos de su padre, estudió ingeniería; fue llamado a filas en la Primera Guerra Mundial y vivió sus horrores. Ya adulto, siguió su vocación sacerdotal y científica. Inicialmente, es -como se suele decir- un "concordista", es decir, cree que las verdades científicas están veladas en las Sagradas Escrituras. Sus experiencias humanas y sus posteriores elaboraciones espirituales le llevan a comprender más tardes que la ciencia y la fe siguen dos caminos diferentes y paralelos, entre los que no existe ningún conflicto. Al contrario, estos caminos pueden armonizarse entre sí, porque tanto la ciencia como la fe, para un creyente, tienen la misma matriz en la Verdad absoluta de Dios. Su camino de fe le lleva a darse cuenta de que la creación y el big-bang son dos realidades distintas, y que el Dios en el que cree no puede ser un objeto fácilmente clasificable por la razón humana, sino que es el "Dios oculto", que permanece siempre en una dimensión de misterio, no totalmente comprensible.
Queridos amigos, les deseo que sigan confrontándose con lealtad y humildad sobre las cuestiones que debaten. Que la libertad y la falta de condicionamientos que están experimentando en esta conferencia les ayuden a progresar en sus campos hacia la Verdad, que es sin duda una emanación de la Caridad de Dios. La fe y la ciencia se pueden unir en la caridad si la ciencia se pone al servicio de los hombres y de las mujeres de nuestro tiempo, y no se distorsiona para perjudicarlos o incluso para destruirlos. Los animo a ir a las periferias del conocimiento humano: es ahí donde podemos experimentar a Dios Amor, que sacia y apaga la sed de nuestros corazones.
Los bendigo de corazón a todos ustedes y a su trabajo. Y les pido por favor que recen por mí. ¡Gracias!