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Conferencia de presentación del Mensaje del Santo Padre Francisco para la Cuaresma 2024, 01.02.2024

A las 11.30 horas de esta mañana, en la Oficina de Prensa de la Santa Sede, ha tenido lugar en directo vía streaming la conferencia de prensa para la presentación del Mensaje del Santo Padre Francisco para la Cuaresma 2024 sobre el tema "A través del desierto Dios nos guía a la libertad".

Intervinieron: Su Eminencia el Card. Michael Czerny, S.I., Prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral; el Rev. P. Andrea Cavallini, responsable de la Oficina para la Catequesis de la Diócesis de Roma; la Prof. Emilia Palladino, Profesora Extraordinaria de la Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Gregoriana; Mauro Pallotta (en arte "Maupal"), artista.

Publicamos las intervenciones a continuación

Intervención de S.E. Emmo. Card. Michael Czerny, S.I.

Gracias a los periodistas, por su precioso trabajo de escuchar, contextualizar y comunicar el mensaje de este año. Gracias a los relatores por aportar su sabiduría para ayudar a todos a recibirlo en toda su potencia. Y, por supuesto, gracias al Santo Padre Francisco que nos regala una palabra así de inspiradora, al comienzo de la Cuaresma.

El mensaje, pone desde las primeras líneas, un fuerte acento en la libertad; un mensaje de libertad y para la libertad. En un tiempo en el que muchas, demasiadas, dificultades pesan enormemente sobre cada uno de nosotros, el Evangelio abre un camino en el desierto y nos anuncia que nuestra esclavitud ya ha terminado, verdaderamente ha acabado. El camino del éxodo es necesariamente largo, no sólo para llegar a la Tierra prometida, sino sobre todo para elegir una auténtica libertad. La libertad ofrecida debe ser deseada y abrazada. Y ni siquiera Dios puede hacerlo en nuestro lugar.

Cuando nosotros hablamos de desarrollo humano integral al que la Iglesia quiere “servir”, nosotros pensamos a la “vida en abundancia” que Jesús vino a traer (Juan 10, 10). La Cuaresma pone a la luz los muchos obstáculos personales y sociales que se interponen en el camino, antes que esta misma vida en abundancia, promovida por la Iglesia, pueda realizarse entre los pueblos. El mensaje del Papa para la Cuaresma de este año abraza el camino de las personas, de las Iglesias y de los pueblos – es, en primer lugar, un camino en el desierto y luego, un camino de fe del que depende la posibilidad de esperar. Esperar significa tanto confiar en Dios, cuanto mirar en adelante en la historia. Esperar permite al Espíritu de superar miedos y obstáculos. Se está dispuestos a comprometerse activamente, incluso dispuestos a pagar en primera persona el precio para que venga el Reino de Dios.

Al Santo Padre no le falta la concreción. Después de recordar “cuando nos falta la esperanza y vagamos por la vida como en un páramo desolado, sin una tierra prometida hacia la cual encaminarnos juntos», el Papa, de hecho, observa: «También hoy llega al cielo el grito de tantos hermanos y hermanas oprimidos. Preguntémonos: ¿nos llega también a nosotros? ¿Nos sacude? ¿Nos conmueve?».

Podría no ser tan habitual empezar la Cuaresma con este tipo de preguntas. Por tradición, la Cuaresma es un tiempo para revisar nuestras vidas y para abordar individualmente la necesidad de conversión personal en manera individual. Sin embargo, la fraternidad es el mejor y más seguro horizonte para comprendernos mejor a nosotros mismos y a nuestra vocación de creyente y de ciudadanos. ¿En qué punto del camino nos encontramos cuando hay tantos hermanos y hermanas, en casa y en el mundo, que gritan y nos piden que caminen con ellos?

El mensaje del Papa Francisco nos recuerda que el dominio del Faraón no es sólo exterior, sino también interior. Nuestros pensamientos y nuestros corazones todavía pueden caer fácilmente bajo su poder. “Es un dominio que nos deja exhaustos y nos vuelve insensibles. Es un modelo de crecimiento que nos divide y nos roba el futuro; que ha contaminado la tierra, el aire y el agua, pero también las almas. Porque, si bien con el bautismo ya ha comenzado nuestra liberación, queda en nosotros una inexplicable añoranza por la esclavitud. Es como una atracción hacia la seguridad de lo ya visto, en detrimento de la libertad».

Encontramos aquí los temas principales de las encíclicas Laudato si’ y Fratelli tutti. Aquí vemos los paradigmas pastorales de la ecología integral, de la fraternidad y de la amistad social remodelar la evangelización, no porqué el Evangelio cambie, sino porqué la Buena Noticia debe ser recibida en este mundo roto, en medio de una “tercera guerra mundial a pedazos”. Cada comunidad cristiana puede recibir así el don de la Cuaresma, acompañando a todos sus miembros al corazón de los desafíos de nuestro tiempo.

Vida y fe están íntimamente unidas. Acogiendo el don de la Cuaresma, cada comunidad cristiana puede acompañar a sus miembros a afrontar los desafíos de nuestro tiempo. Porque, lo creamos o no, los cambios que se esperan en el mundo comienzan con el cambio en cada uno de nosotros. Ya estamos en camino, pero debemos elegir seguir adelante y llegar más lejos". Este es el mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma.

 

Intervención de Don Andrea Cavallini

Mi trabajo en la diócesis de Roma es educar a la gente en la fe: me occupo de la formación de catequistas y de los recorridos de catequesis, especialmente de la iniciación cristiana.

La Cuaresma es por excelencia el tiempo de la iniciación cristiana, es el "signo sacramental de nuestra conversión" (Colecta del primer domingo de Cuaresma). Pensemos cómo, en los primeros siglos cristianos, surgió la idea de vivir comunitariamente un período de 40 días de preparación a la Pascua con un itinerario marcado por algunos evangelios particulares y gestos de penitencia, como la ceniza y el ayuno. Dos categorías de personas eran las protagonistas de la antigua Cuaresma: los catecúmenos y los penitentes, es decir, los que debían bautizarse en Pascua y los que debían hacer penitencia por pecados graves cometidos públicamente. La intuición, ya muy antigua, de la que nació la Cuaresma fue la de extender el camino que vivían estas dos categorías (catecúmenos y penitentes) a todos los cristianos: todos los cristianos debían escuchar los mismos evangelios que los catecúmenos, y ayunar como los penitentes. Como si dijéramos: todos tenemos que volver a ser cristianos, porque, aunque ya lo seamos, en realidad todavía no lo somos. Este es el sentido fundamental de la Cuaresma: necesitamos la iniciación cristiana, volver a partir de lo esencial, empezar de nuevo. No se trata de ser un poco más cristianos en las obras, de rezar un poco más o de dar más limosna, sino de algo radical: se trata de la conversión.

Cada año los mensajes papales profundizan un aspecto de la Cuaresma, o sea un aspecto de la conversión: este año el bellísimo tema de la libertad, que es, en efecto, un tema radical. Ser libre o no serlo es completamente distinto. Es una cuestión de vida o muerte, de felicidad o infelicidad. La buena noticia de la Cuaresma es que Dios libera y llama a la libertad. Dios es un aliado de la libertad del hombre.

Sabemos que el primer lugar de la libertad o de la falta de libertad de ella es nuestro corazón. Junto a la dimensión externa y social de la libertad, hay una interior. El relato del libro del Éxodo, recordado en el Mensaje de este año, es emblemático: el pueblo de Israel ha sido liberado de la esclavitud del Faraón, pero lleva la esclavitud en el corazón. Es exteriormente libre e interiormente esclavo. Paradójicamente, no anhela la libertad, la Tierra Prometida, sino que lamenta la esclavitud, Egipto. Es una imagen de nuestro corazón, que lleva dentro la esclavitud: estamos esclavizados por el deseo de poder, de afirmarnos, de ser aprobados y reconocidos; estamos enjaulados porque estamos apegados "al dinero, a determinados proyectos, ideas, objetivos, a nuestra posición, a una tradición, incluso a determinadas personas". Y somos adictos a nuestras ataduras interiores. No somos prisioneros deseosos de huir, ni esclavos que intentan escapar. Si nadie nos ayuda, no nos damos cuenta de que es esta falta de libertad interior la que arruina nuestras vidas. Me viene a la mente la espléndida imagen que Platón utiliza en la República: los hombres son como prisioneros en una caverna, convencidos de que sólo existe lo que ven dentro de la caverna, inconscientes de la existencia de un mundo exterior. A menos que alguien se libere y les descubra otro mundo y se lo cuente, ni siquiera sospechan que están prisioneros (Resp. VII, 514b-520a).

Ahora, ¿quién nos presta este servicio de liberación? ¿Quién es el que nos anuncia una vida diferente? Es la Palabra de Dios. Por eso la Cuaresma nos ofrece en primer lugar la Palabra de Dios, que está llena del Espíritu de libertad. Es la Palabra la que nos hace conscientes de nuestra falta de libertad, porque nos muestra un modo de vivir más verdadero, más libre, más amoroso, y así enciende el deseo en nuestro corazón. De alguna manera, escuchando la Palabra vemos nuestra vida con los ojos de Dios, que son ojos libres, que nos ven ya santos, ya libres, ya amantes. Como en la historia del Éxodo: Dios ve un pueblo esclavo y sueña con un pueblo libre. Y hace partícipe a Moisés de su sueño. Moisés podría ser la imagen de quien evangeliza, y aprende a mirar a los demás con los ojos de Dios, es decir, a anunciar a todos que hay una libertad que ganar. Esto es lo que pone en marcha la vida. Un poeta italiano del siglo XX concluía así un poema sobre la educación: " cada uno crece sólo si es soñado " (Danilo Dolci, C'è chi insegna, en Poema umano, 1974).

Me gustaría concluir con una pregunta: ¿tienen todavía sentido estos discursos? ¿Sigue teniendo sentido la Cuaresma? ¿Es actual? ¿interesa a alguien? No es una pregunta mía, sino de Pablo VI. En 1965 se dio cuenta de que a la gente de su tiempo le costaba entender la Cuaresma, porque parecía completamente superada. Y planteó una pregunta valiente a quienes le escuchaban: "¿Qué piensan ustedes? ¿Sigue siendo actual la Cuaresma? es decir, ¿interesante? es decir, ¿importante? es decir, ¿útil? es decir, ¿posible?" (Pablo VI, Audiencia general, 3 de marzo de 1965). Me parece un acto de libertad impresionante hacerse esta pregunta: preguntarse si las cosas que hacemos, incluso cosas antiguas y sacrosantas como la Cuaresma, siguen teniendo sentido. Y yo diría que sólo si la Cuaresma nos pone realmente en contacto con las cuestiones radicales de la vida, como la libertad y la esclavitud, y sólo si reaviva en nosotros el deseo de una vida mejor, entonces tiene sentido vivirla y proponerla.

Intervención de la profesora Emilia Palladino

Al presentar este Mensaje para la Cuaresma 2024, me detendré en los aspectos que más me han llamado la atención, debido a mi experiencia y sensibilidad personal.

Partiré de un pasaje concreto: El camino cuaresmal será concreto si, al escucharlas de nuevo, confesamos que seguimos bajo el dominio del Faraón. Es un dominio que nos deja exhaustos y nos vuelve insensibles. .... Porque, si bien con el bautismo ya ha comenzado nuestra liberación, queda en nosotros una inexplicable añoranza por la esclavitud. Es como una atracción hacia la seguridad de lo ya visto, en detrimento de la libertad.

Debemos admitir que esto es verdad. Casi parece mejor vivir dentro de una cárcel conocida, en el interior, inmóvil, que fuera, al aire libre, donde hay cambios que afrontar (lo sabemos bien) y la exigencia de un cierto coraje para evolucionar y trabajar por ese auténtico desarrollo integral... orientado a la promoción de cada hombre y de todo el hombre, como diría Pablo VI (PP,14).

En cambio, el Papa Francisco advierte de lo peligroso que es que "¡el Éxodo pueda interrumpirse!". Ese paso misterioso y salvífico de toda la humanidad y de cada individuo que forma parte de ella, de las cadenas a la tierra prometida, puede detenerse. En efecto, todos estamos en el umbral de la fraternidad universal y en niveles de desarrollo científico, técnico, cultural y jurídico capaces de garantizar la dignidad de todos; sin embargo, tambaleamos en la oscuridad de las desigualdades y los conflictos.

¿Cuántas esclavitudes personales y sociales desconocemos totalmente? ¿A cuántas somos totalmente indiferentes? ¿Con cuántas sentimos que podemos hacer algo? Y si es así, ¿nos "movilizamos" por ellas, salimos de la inmovilidad?

Las desigualdades actuales son una abominación: no se trata sólo de la distancia en términos económicos entre los que tienen y los que no tienen, sino también de la negación de la dignidad humana y de los derechos humanos básicos para porciones enteras de la humanidad mantenidas en la esclavitud.

Algunos datos:

1. según la Organización Mundial de la Salud, en 2023 tres de cada diez personas no tendrán acceso a los servicios sanitarios esenciales y se calcula que dos mil millones de personas tendrán que reducirse a la pobreza para hacer frente a los costes de la atención médica y los medicamentos;

2. según la Oficina Internacional del Trabajo, en 2023, todavía hay 152 millones de niños y adolescentes (64 millones son niñas y 88 millones son niños) que son víctimas del trabajo infantil, entre los cuales 40.000 extraen coltán en las minas de la República Democrática del Congo, y el coltán es el elemento fundamental para construir smartphones, tabletas, ordenadores... esas herramientas que en no pocos casos producen una forma de adicción en quienes las utilizan;

3. según un informe de la ONU, en 2021, 28 millones de personas se verán obligadas a realizar trabajos forzados y 22 millones a contraer matrimonios forzados; por no hablar de la trata de seres humanos de la que oímos hablar casi a diario.

El déficit de esperanza actúa aquí su poder: en la deprimida justificación de que no conseguiremos vaciar el mar con una cuchara, ni siquiera actuamos en lo que nos parece posible. Y, sin embargo, podríamos cambiar lo poco que se nos da: un estilo de vida más respetuoso con uno mismo, con los demás y con el medio ambiente; reaprender la solidaridad y la fraternidad, ante todo en nuestros propios hogares; colaborar para construir entornos de trabajo saludables, promotores del bien común y no esclavos del beneficio a toda costa -como quisiera el sistema al que todos obedecemos, como idólatras de un Faraón supremo-.

Esta Cuaresma, por tanto, puede ser también una "conversión social" si, al ver la realidad tal como es, podemos actuar deteniéndonos y cambiando lo poco que podamos, recuperando el aliento y la esperanza. Podemos elegir, como dice el Papa, abrazar el riesgo de pensar que no estamos en agonía, sino en parto.

Como mujer que ha dado a luz, puedo decir que viví un momento muy real en el que creí que la muerte ganaría a mi vida y a la de mi hija, que estaba a punto de nacer. No sé si todas las mujeres que dan a luz pasan por este terrible momento, en el que la muerte y la vida se funden, la agonía y el nacimiento luchan por quién debe prevalecer.

Independientemente del aspecto médico y neonatológico, el paso por este momento se convierte en transformador, precisamente cuando abrazamos el riesgo de pensar que la vida es victoriosa de todos modos, "antes" de que termine el trabajo de parto.

En medio de las abominaciones de la esclavitud en estos tiempos y lugares, podemos decidir -en esta Cuaresma- tener el valor, mezclado con el miedo (¡es efectivamente un riesgo!), de pensar que la vida es de todos modos victoriosa, "antes" de que termine el trabajo de parto. Podemos entonces acoger las sugerencias de cambio contenidas en este Mensaje y permitir así que la esperanza, aunque sea pequeña, vuelva a caminar, llevando consigo la fe y la caridad, hacia el exterior, donde hay espacios para promover la vida y actuar la fraternidad humana.

 

Intervención de Mauro Pallotta

Le agradezco a Su Eminencia por su invitación.

Credo que no haya muchas palabras para describir el orgullo y el honor de poder representar a través de mi forma de arte las palabras que el Papa Francisco ha dado al mundo para el camino cuaresmal que estamos por emprender.

Cada palabra de Su texto tiene un peso específico excepcional y multivalente; por tanto, mi tarea ha requerido un compromiso total. He intentado sintetizar los profundos conceptos expresados por el Santo Padre a través del lenguaje pictórico en un estilo sencillo y fácilmente legible, con la esperanza de no degradarnos nunca ni hacerlos superficiales o banales.

Representar los valores cristianos a través del arte ha sido siempre una de las principales tareas de la pintura y la escultura. Además, también hay que subrayar que la pintura y la escultura. Además, también hay que subrayar que la pintura, la escultura y otras formas de arte han elevado su calidad y adquirido una enorme importancia social y política precisamente por sus representaciones de temas cristianos.

Traducir las palabras del Papa Francisco en obras de arte y transmitir los valores expresados en el Mensaje a través de mi arte, es para mí una forma preferente de llegar lejos, de romper barreras y de acompañar de alguna manera a las personas a cruzar el desierto para alcanzar la deseada meta de libertad.

Este reto ya está vivo en mi vida artística y personal. En los dos últimos años, de hecho, he participado en algunos proyectos dentro de prisiones. Trabajar con presos aporta una riqueza inesperada, a menudo te encuentras con personas que han vivido un infierno y ahora saben mejor que nadie cuál es el camino hacia el paraíso. He conocido a personas que han atravesado el desierto y, paradójicamente, han alcanzado la libertad, la libertad interior, la libertad que da Dios. Otros siguen su camino, atraviesan el desierto, pero, aunque el horizonte no da señales de refresco, siguen caminando, seguros de que el alivio llegará. Estar allí con ellos y darles, a través del arte, una herramienta para seguir adelante más rápidamente y ayudarles a cruzar las fronteras de sus propias fragilidades y de su propio pasado es una responsabilidad, pero también una experiencia que me hace probar a mí también el sabor de la libertad en los desiertos cotidianos.

Con las obras de esta Cuaresma, me gustaría poder apoyar de forma sencilla pero eficaz al Santo Padre, que con sus palabras nos guía en una profunda reflexión y nos conduce por un camino que pretende llevarnos a abandonar nuestras esclavitudes, hasta alcanzar la tierra prometida.

En esta primera ilustración, he representado el desierto utilizando la imagen del Papa Francisco empujando una carretilla que contiene un "saco" de fe. Es un desierto de clavos que representan ídolos antiguos y nuevos, todas nuestras prisiones. Estos obstáculos punzantes podrían perforar la rueda de goma de la carretilla, pero, siguiendo al Papa Francisco, que abre el camino con la fuerza de la fe, desaparecen: el camino se hace transitable para todos y la meta alcanzable.

A lo largo de todo el tiempo de Cuaresma, me pongo a disposición del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, que una vez a la semana publicará un nuevo dibujo acompañando un pasaje del Mensaje de Cuaresma del Santo Padre.