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Audiencia a un grupo de la Asociasión Pequeña Casa de la Misericordia de Gela, 06.11.2023

El Santo Padre Francisco ha recibido esta mañana en audiencia en el palacio Apostólico, el grupo de la Asociación Pequeña Casa de la Misericordia de Gela (Caltanissetta - Italia) y les dirigió el saludo que publicamos a continuación:

Me alegra encontraros con ocasión del 25º aniversario de la Fraternidad Apostólica de la Misericordia y en el décimo de la Pequeña Casa de la Misericordia de Gela. Saludo al obispo de Piazza Armerina, monseñor Rosario Gisana: bueno, este obispo, bueno. Le han perseguido, calumniado y él firme, siempre, justo, hombre justo. Por eso, ese día en el que fui a Palermo, quise pararme primero en Piazza Armerina, para saludarlo; es un buen obispo. Saludo a los presbíteros y a los diáconos presentes, a las Hermanas de María Inmaculada, a los miembros de la Fraternidad y de la cooperativa “Raphael”, a los voluntarios y a las personas acogidas, jóvenes y fieles. Y también al padre [Pasqualino] de Dios… ¿Quién es, el padre de Dios…? ¡Da las gracias a Dios por no llamarte “del diablo”!

Habéis venido aquí como una gran familia, en la que cada uno tiene dones y tareas diferentes y complementarias; y esta rica variedad habla por sí sola del camino a través del cual, en estos años, habéis desarrollado un proyecto de bien articulado y concreto. Partiendo de situaciones de dificultad, habéis tratado de abrazar en la caridad a todas las personas y toda persona, haciendo frente a múltiples exigencias y promoviendo varias iniciativas: del comedor cotidiano para los pobres a los talleres artesanales, de los servicios de recuperación escolar a los espacios de diálogo para familias en dificultad. Se ve que hay movimiento ahí, y esto es hermoso; se ve que os habéis dejado provocar y preocuparos por necesidades de hermanos y hermanas que Dios ha puesto en vuestro camino, especialmente de los últimos, de los más necesitados: ¡son muchos! Frente a ellos no habéis “pasado de largo”, sino que os habéis detenido, haciéndoos prójimos y cuidando de ellos (cfr Lc  10,25-37), con creatividad, valentía y generosidad, como el buen samaritano que no ha pasado de largo, y esto es hermoso.

Os animo a seguir todo esto. Y al mismo tiempo quiero también invitaros a cultivar y reforzar cada vez más el fundamento que desde el inicio ha dado solidez y fuerza a toda vuestra obra: la espiritualidad de la Misericordia y del Único Pan. Esta os quiere humildes discípulos del Cristo Eucarístico y revelador con Él del rostro del Padre (cfr Jn  14,8), precisamente como recomendó san Juan Pablo ii , en cuyas enseñanzas os inspiráis (cfr Cart. enc. Dives in misericordia , 1). Revelar, en el servicio y en el don de vosotros mismos, la ternura del rostro del Padre: queridos hermanos y hermanas, en las muchas ocupaciones en la que cada día os consumís, nunca olvidéis que este es el sentido último de vuestra acción y vuestra primera vocación. Imitad a Dios que es cercano, compasivo y tierno; sed también vosotros cercanos a la gente, compasivos, con mucha compasión y con ternura. Es necesaria la ternura en la Iglesia.

Haced todo con un solo deseo: que las personas que os encuentren lleguen a conocerle a Él.

Tratad, al hacer el bien, de desaparecer, con humildad, para que en lo que hacéis aparezca solo el Señor y todos lleguen a Él. Santa Faustina Kowalska, otra inspiradora de vuestra obra, decía que un alma humilde influye en el destino del mundo entero (cfr Diario, IV cuaderno, 29. IX.37), y esto porque la humildad hace cercanos a Dios y a los hermanos, capaces de una caridad delicada, discreta y silenciosa que hace noble el dar, fácil el recibir y natural el compartir.

Por eso, tened siempre hacia las personas que el Señor os encomienda, un trato reservado y gentil, y uno estilo escondido, como esos padres, o amigos, o hermanos y hermanas cuya presencia, ahí donde es necesario, es tan espontánea y “normal” que pasa inadvertida. Estar sin hacerse ver: esto no es fácil, también esto es santidad. Después de todo, Dios nos ama de esta manera: con humilde magnanimidad, instante por instante, ¡donándonos todo sin pretender nada a cambio!

Estas son dos actitudes importantes con las que os animo a seguir vuestro camino: una santa inquietud creativa – como los niños, siempre inquietos – y mucha humildad, para estar preparados y ser concretos al responder a las necesidades de los hermanos y, al mismo tiempo, para llevar a todos a un encuentro personal con el rostro misericordioso del Padre.

¡Seguid así!

Y os lo pido, no os olvidéis de rezar por mí.

¡Gracias!