A las 11.30 de esta mañana, en directo streaming desde la Oficina de Prensa de la Santa Sede, ha tenido lugar la conferencia de presentación del del documento "El obispo y la unidad de los cristianos: Vademécum ecuménico", del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos.
Han intervenido : S.E. el cardenal Card. Kurt Koch, presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos; S.E. el cardenal Marc Ouellet, P.S.S., prefecto de la Congregación para los Obispos; S.E. el cardenal Luis Antonio G. Tagle, prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, S.E. el cardenal Leonardo Sandri, prefecto de la Congregación de las Iglesias Orientales.
Publicamos a continuación las intervenciones:
S.E. el cardenal Kurt Koch
"Vademécum", etimológicamente significa "ven conmigo". El documento que os presentamos hoy ha sido pensado como una guía, una brújula, o un compañero de viaje, para el viaje ecuménico del obispo junto con su diócesis. Quisiera presentar brevemente el propósito, la preparación y el contenido de este nuevo documento del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos.
Propósito
El Vademécum ecuménico nació de una petición hecha por los miembros y consultores del Dicasterio durante la sesión plenaria de 2016. Expresaron el deseo de un documento breve que pudiera animar, ayudar y guiar a los obispos católicos en su servicio de promoción de la unidad de los cristianos a través de su ministerio.
Efectivamente, si bien el Directorio para la aplicación de los principios y normas sobre el ecumenismo de 1993 sea el documento de referencia para la tarea ecuménica de toda la Iglesia Católica, se advertía la ausencia de un texto destinado a los obispos para el cumplimiento de sus responsabilidades ecuménicas.
El obispo no puede considerar la promoción de la unidad de los cristianos simplemente como una de las muchas tareas de su ministerio, una tarea que podría o debería aplazarse ante otras prioridades, aparentemente más importantes. El compromiso ecuménico del obispo no es una dimensión optativa de su ministerio, sino un deber y una obligación.
Preparación
El proceso de preparación del Vademécum ha durado unos tres años. Los oficiales del Consejo Pontificio prepararon un primer borrador con el asesoramiento de expertos, y luego lo presentaron durante la sesión plenaria del dicasterio en 2018. El texto fue enviado a numerosos dicasterios de la Curia Romana, a los que quiero agradecer calurosamente aquí su valiosa contribución.
Las directrices del Vademécum se basan en el Decreto Unitatis redintegratio del Concilio Vaticano II, la Encíclica Ut unum sint, y dos documentos del Consejo Pontificio: el Directorio Ecuménico y La dimensión ecuménica en la formación de los que se dedican al ministerio pastoral. No se trataba, sin embargo, de repetir estos documentos, sino más bien de proponer una breve síntesis, actualizada y enriquecida por los temas tratados en el curso de los últimos pontificados, y adoptando siempre el punto de vista del obispo: una guía que inspirase el desarrollo de la acción ecuménica y que fuera fácil de consultar.
El Santo Padre aprobó el Vademécum y se refirió a él en su carta del 24 de mayo pasado con motivo del veinticinco aniversario de la Encíclica Ut unum sint (1995). Recordando que "el servicio de la unidad es un aspecto esencial de la misión del obispo", el Papa Francisco ha expresado la esperanza de que el Vademécum sirva de "estímulo y guía" para el ejercicio de las responsabilidades ecuménicas de los obispos.
El Consejo Pontificio se ha ocupado de preparar la traducción del Vademécum a varios idiomas. Por el momento están listas las versiones en inglés, italiano, francés, español, portugués y alemán.
La publicación del Vademécum Ecuménico marca no sólo el veinticinco aniversario de la Encíclica Ut unum sint, sino también otro importante aniversario del compromiso ecuménico de la Iglesia Católica: el 60º aniversario de la creación del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, tras el anuncio del Concilio Vaticano II. Para celebrar estos dos aniversarios, esta tarde se celebrará un acto académico, transmitido en directo desde el Angelicum.
Contenido
En cuanto al contenido, el documento se divide en dos partes. La primera parte, titulada "La promoción del ecumenismo dentro de la Iglesia Católica", establece lo que se requiere de la Iglesia Católica en el cumplimiento de su misión ecuménica. De hecho, como dice el Vademécum, "La búsqueda de la unidad es un desafío ante todo para los católicos" (6). Por lo tanto, en esta primera parte el Vademécum tiene en cuenta las estructuras y las personas activas en el campo ecuménico a nivel diocesano y nacional, la formación ecuménica y el uso de los medios de comunicación diocesanos.
La segunda parte, titulada "Las Iglesia Católica en sus relaciones con los otros cristianos", examina cuatro formas en que la Iglesia Católica interactúa con otras comunidades cristianas. La primera modalidad es la del ecumenismo espiritual, que, como dice el Concilio, es el "alma del movimiento ecuménico" (UR §8). El Vademécum subraya en particular la importancia de la Sagrada Escritura (20), del "ecumenismo de los santos" (22), de la purificación de la memoria (24).
La segunda modalidad es el diálogo de la caridad, que se ocupa de promover una "cultura del encuentro" a nivel de contactos y colaboraciones cotidianas, alimentando y profundizando la relación que ya une a los cristianos en virtud del bautismo. Como dice San Juan Pablo II en la Encíclica Ut unum sint: "el reconocimiento de la fraternidad [...]es mucho más que un mero acto de cortesía ecuménica y constituye una afirmación eclesiológica importante" (UUS 42). El Vademécum hace algunas recomendaciones prácticas a este respecto; por ejemplo, asistir, en la medida de lo posible y apropiado, a las liturgias de ordenación o inauguración de los responsables de otras Iglesias, invitar a los responsables de otras Iglesias a las celebraciones litúrgicas y a otros acontecimientos significativos de la Iglesia Católica.
La tercera modalidad es el diálogo de la verdad, que se refiere a la búsqueda de la verdad de Dios que los católicos emprenden junto con otros cristianos a través del diálogo teológico. Aquí se mencionan algunos principios del diálogo como intercambio de dones (27), del diálogo teológico que " teológico no pretende un mínimo común denominador para lograr una solución de compromiso, sino más bien profundizar en la visión que cada uno tiene de la verdad entera " (28). El documento menciona el desafío de la recepción que debe implicar a toda la Iglesia en el ejercicio del sensus fidei (30).
La cuarta modalidad es el diálogo de la vida. Esta expresión designa las oportunidades de intercambio y colaboración con otros cristianos en tres campos principales: la atención pastoral, el testimonio ante el mundo y la cultura. En cuanto al ecumenismo pastoral, el Vademécum aborda cuestiones como la colaboración en el ámbito de la misión y la catequesis (34), los matrimonios mixtos (35), la communicatio in sacris (36). En el campo del ecumenismo práctico, el Vademécum trata de la cooperación al servicio del mundo (38), y del diálogo interreligioso como un desafío ecuménico (39). Por último, el documento trata del ecumenismo cultural, en particular mediante proyectos conjuntos en los ámbitos académico, científico y artístico (41).
El Vademécum no sólo recuerda los principios del compromiso ecuménico del obispo sino que, al final de cada sección, hay una lista de "recomendaciones prácticas" que resumen en términos simples y directos las tareas e iniciativas que el obispo puede promover a nivel local y regional. Por último, en un Apéndice se ofrece una breve descripción de los interlocutores de la Iglesia Católica en los diálogos teológicos internacionales bilaterales y multilaterales y los principales frutos ya cosechados.
El Papa Francisco a menudo reitera que la unidad se realiza caminando; si caminamos juntos con Cristo, Él mismo traerá la unidad. " La unidad no vendrá como un milagro al final: la unidad viene en el camino, la construye el Espíritu Santo en el camino". (Basílica de San Pablo Extramuros, 25 de enero de 2014). Que este Vademécum sea una ayuda en el camino de los obispos y de toda la Iglesia Católica hacia la plena comunión por la que el Señor ha rezado. Gracias.
S.E. el cardenal Marc Ouellet, P.S.S.
Veinticinco años después de la Encíclica Ut unum sint del Papa Juan Pablo II, el Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos publica un documento muy práctico para los obispos, un vademécum para ayudarles a asumir mejor su papel de primer plano en la misión ecuménica de la Iglesia Católica. Este vademécum no contiene ninguna novedad particular, salvo un recordatorio de los principios fundamentales del ecumenismo y un estímulo para tomar iniciativas concretas en favor de la unidad. Los anexos que figuran al final del documento proporcionan una breve información sobre el estado de las relaciones y los diálogos institucionales de la Iglesia Católica con sus diversos interlocutores, aportando así una actualización muy interesante.
A veces se escucha que la causa ecuménica ha pasado a ser secundaria en las prioridades de la Iglesia debido a los flujos migratorios que crean nuevas urgencias de diálogo interreligioso en entornos de vida cada vez más multiculturales. La encíclica Fratelli tutti del Papa Francisco toma nota de esta realidad pero no relega la causa ecuménica a un segundo plano. De hecho, la búsqueda de la unidad de los cristianos se hace más urgente precisamente por este nuevo contexto que requiere una mayor cohesión entre nosotros, los bautizados para ofrecer un testimonio de vida creíble en un diálogo más amplio con las comunidades y los interlocutores de las diversas religiones.
Los obispos son los principales responsables de la unidad de los cristianos no sólo en sus diócesis sino también a nivel universal como miembros del Colegio de los Sucesores de los Apóstoles; en esta calidad son corresponsables con el Papa de la tarea de reconciliación de los cristianos para ofrecer juntos el testimonio de unidad que el Señor espera de sus discípulos (Jn 17, 21). De ahí la importancia de promover en primer lugar la oración por esta intención, especialmente durante la Semana de Oración que se celebra cada año en preparación de la fiesta litúrgica de la conversión de San Pablo. Cada obispo tiene el deber de promover esta iniciativa, que se prepara conjuntamente con otros interlocutores del movimiento ecuménico. Uno de los medios para no olvidarlo es tener un delegado diocesano nombrado por el obispo, un clérigo, un religioso o un laico, que mantenga la prioridad ecuménica presente en la mente de todos y que, según el contexto, coordine las actividades con los representantes de otras Iglesias o comunidades eclesiales.
El Santo Padre Francisco se ha dedicado a acoger regularmente a los hermanos y hermanas no católicos para escucharlos, comprenderlos y animarlos en el camino de la unidad; algunos obispos tienen esta misma solicitud en diversos grados, pero a todos se les pide que construyan su comunidad local con una actitud positiva, abierta y fraternal hacia las otras confesiones cristianas, cualesquiera que sean las actitudes contrarias que encontremos, y cualesquiera que sean los fracasos que pudiewran incitarnos a cejar en el empeño. Un católico no se cansa de dar el primer paso hacia el acercamiento, porque la caridad que lo habita lo obliga a perdonar, a compartir y a perseverar en su compromiso. En las actuales circunstancias de la Iglesia y del mundo, ¿quién no piensa que el obispo, como cabeza de la Iglesia, debe cultivar una auténtica actitud ecuménica y a enseñarla a sus fieles?
El obispo irá más lejos dando el ejemplo de colaboración con los hermanos en comunión imperfecta con la Iglesia Católica. El uso de las iglesias, la lucha contra la pobreza, el ejercicio de la caridad pueden ser una oportunidad para el intercambio fraternal y la compartición entre las diferentes comunidades eclesiales. También es bueno a veces invitar a otros ministros de culto a predicar en nuestras sedes o ir nosotros a predicara a otro lugar sobre la base de una invitación bien circunstanciada. El vademécum presenta muchos ejemplos de posibles iniciativas de acuerdo con las normas establecidas por el Directorio de 1993. Sobre todo, el obispo no debe olvidar cuidar la formación ecuménica de los seminaristas, novicios y universitarios cristianos, especialmente a través de cursos adecuados que den sentido y motivación a la búsqueda sincera de la unidad de los cristianos.
Cada conferencia episcopal tiene un papel importante en la formación de las comunidades diocesanas y en la motivación de las mismas. Puede hacerlo asegurándose de que una comisión de obispos o al menos un delegado de la conferencia se ocupe de mantener presente esta prioridad de la misión de la Iglesia. Pero sobre todo, no olvidemos que el ecumenismo es ante todo una empresa espiritual y una invocación al Espíritu Santo para que la gracia de Dios restaure entre todos los discípulos de Cristo la unidad por la que él derramó su sangre y venció a la muerte. Como testigos del Resucitado, la esperanza es nuestra fuerza y motivación para avanzar sin desanimarnos. El vademécum ofrece pensamientos fecundos y acciones concretas para la actualización y puesta en práctica de una conversión ecuménica para los obispos y todos los discípulos de Cristo que deseen encarnar mejor la alegría del Evangelio en nuestro tiempo.
Felicitaciones y gracias al Consejo Pontificio por este vademécum que ayuda a todos los fieles, pero especialmente a los obispos, a un “aggiornamento” de su misión al servicio de la unidad.
S.E. el cardenal Luis Antonio G. Tagle
En nombre de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, quiero agradecer y felicitar al Cardenal Kurt Koch, presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y a sus colaboradores por la publicación de un Vademécum Ecuménico para los Obispos. Ciertamente transmitiremos este vademécum a los obispos de las Iglesias locales que están vitalmente vinculadas a la CEP (Congregación para la Evangelización de los Pueblos). Permítanme destacar algunos aspectos del vademécum que son relevantes para el trabajo de la CEP y compartir nuestras experiencias que convalidan algunos puntos planteados por el vademécum. Mi presentación está lejos de ser exhaustiva.
En primer lugar, es bueno que en muchas secciones del vademécum se describa el ministerio de unidad del obispo como un servicio a la identidad y misión de la Iglesia. El santo Papa Pablo VI dijo una vez que la naturaleza o identidad de la Iglesia es misionera. La misión de la evangelización es la proclamación de Jesús que es la Buena Nueva a través de la predicación de la Palabra de Dios, la oración, el testimonio de la vida personal de santidad, el servicio de la caridad y el testimonio de la comunidad. En los lugares donde los cristianos son una minoría y donde los cristianos bautizados se están alejando de la Iglesia, la falta de unidad entre los seguidores de Jesús, manifestada a veces públicamente como animosidad mutua, socava la evangelización y oscurece la persona de Jesús. Los no cristianos están confundidos. ¿Cuántos Cristos hay? La pregunta de San Pablo en I Corintios 1:13 sigue siendo relevante, "¿Está dividido Cristo?" El mismo Jesús dijo, "Para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado" (Juan 17:21). La fe en Jesús es una gracia del Espíritu Santo, pero es evocada y alimentada cuando sus seguidores están unidos en Él. En algunos lugares, los no cristianos no conocen la distinción entre luteranos, presbiterianos, anglicanos, ortodoxos, católicos y demás. Pero su mala experiencia con un cristiano hiere el rostro de Cristo y de todos los cristianos. Mientras que una buena experiencia con un cristiano lleva a la apertura a Cristo y a la comunidad cristiana. Apreciamos el recordatorio del párrafo 34 del vademécum de que en nuestra missio ad gentes, los misioneros cristianos no deben trasplantar sus divisiones originales a nuevos territorios. Manteniendo la diferencia entre el diálogo interreligioso y el diálogo ecuménico, como se indica acertadamente en el párrafo 40, es triste observar que, según la experiencia de algunos obispos, a veces es más fácil dialogar con los dirigentes y seguidores de las religiones no cristianas que con los de las comunidades no católicas.
En segundo lugar, el vademécum afirma que el compromiso ecuménico del obispo requiere que sea una persona de diálogo. Para nuestro dicasterio, esto es una llamada a explorar más a fondo el diálogo como un modo de evangelización. Dado que la Iglesia local es el sujeto de la evangelización, todos los bautizados, agentes pastorales, educadores, catequistas, religiosos, religiosas y ordenados necesitan formación en el diálogo como modo de evangelización. El obispo debe asegurarse de que haya espacios para el diálogo pastoral y misionero en la diócesis. Debe encontrar un mecanismo por el cual la riqueza de la enseñanza de la Iglesia, los acuerdos y las experiencias en el diálogo ecuménico sean compartidos y recibidos por los diferentes sectores de los fieles. Toda la segunda parte del vademécum abre a los fieles y a los pastores un abanico de posibilidades de participación en el diálogo ecuménico.
En tercer lugar, en la formación de los obispos recién nombrados y en la formación continua de los obispos, tal vez sea necesario incluir seminarios o sesiones prácticas sobre cómo manejar o gestionar las diferencias y los conflictos y cómo promover la sanación de los recuerdos y el perdón. Los diferentes tipos de diálogo serán productivos sólo si se hacen en el contexto de las amistades humanas, de los encuentros humanos. La amistad forjada por los obispos con los líderes y miembros de las comunidades no católicas ayuda a eliminar los prejuicios. Las buenas relaciones que cultivamos ahora serán más tarde los buenos recuerdos que sanarán las heridas del pasado.
S.E. el cardenal Leonardo Sandri
lEl Vademécum ecuménico publicado por el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, expone, entre otras cosas, consejos prácticos que pueden favorecer la experiencia de la vida de comunión entre Oriente y Occidente.
El Vademécum auspicia el estudio común, el conocimiento recíproco cada vez más profundo, la hospitalidad mutua, para que las Iglesias se conviertan verdaderamente en centros de encuentro para un entendimiento más sereno y real.
Este documento, dirigido principalmente a los Pastores de las Iglesias, es una ulterior afirmación de que ya no es legítimo para nosotros el desconocimiento del Oriente cristiano. No podemos fingir haber olvidado a los hermanos y hermanas de esas venerables Iglesias que junto a nosotros constituyen la familia de los creyentes en el Dios de Jesucristo.
Estamos convencidos de que este conocimiento es indispensable para una comprensión más plena e integral de la experiencia cristiana y, en consecuencia, para dar una respuesta cristiana más completa a las expectativas de los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
Frente a las preguntas y desafíos del hombre contemporáneo sobre el sentido de la vida, estamos llamados a mostrar con las palabras y los gestos de hoy las inmensas riquezas que nuestras Iglesias guardan en las arcas de sus Tradiciones. Para ello, las palabras de Occidente necesitan las palabras de Oriente, para que, en la unidad, la palabra de Dios manifieste cada vez mejor sus insondables riquezas. El Occidente necesita del Oriente para que sea devuelta a la Iglesia de Cristo y al mundo la plena manifestación de la catolicidad eclesial.
El compromiso ecuménico de los obispos es un deber y una obligación, como se desprende claramente del Título 18 del Código de Cánones de las Iglesias Orientales, "El ecumenismo, es decir, la promoción de la unidad de los cristianos" (cfr. can. 902 CCEO). Esta obligación se explicita además en los cc. 192 § 2 del CCEO y en el 838 § 3 del CIC. Las Iglesias orientales católicas tienen una tarea especial en este campo (cfr. OE n. 24), porque procuran custodiar su patrimonio ritual común al de las Iglesias ortodoxas hermanas: por eso, el CCEO prevé que en cada Iglesia sui iuris exista una comisión de expertos en ecumenismo, y en cada eparquía un consejo para la promoción del movimiento ecuménico (cfr. can. 904 §§ 2 e 3 CCEO).
Es de este compromiso que el Vademécum ofrece indicaciones preciosísimas, sobre todo desde la perspectiva del camino que las Iglesias de Oriente y Occidente deben recorrer juntas en la búsqueda de la unidad.
La separación es un gravísimo pecado. Por tanto, se han de realizar nuevos gestos valientes, yendo más allá, con una actitud de constante y sincera conversión en la caridad. Es necesario dirigir nuestra mirada hacia todo lo que en el pasado unía a Oriente y Occidente para escribir una historia de la unidad: predicación apostólica, experiencia común del martirio, convivencia en la diversidad, búsqueda de la comunión incluso después de las divisiones, hasta el Vaticano II.
La Iglesia de Roma siempre ha sentido el deber de promover la unidad visible y permanente de todas las Iglesias. Y el Papa Francisco, en armonía con sus predecesores, identifica los puntos principales que deben caracterizar esta búsqueda: asegurar el pleno respeto a la dignidad del otro; promover una verdadera conciencia de los fieles y no solo de los vértices; caminar juntos experimentando nuevas formas más allá de las ya intentadas.
Importante y, en cierto modo, decisiva es la contribución que pueden hacer las Iglesias orientales católicas, cuya autenticidad y originalidad debe reconocerse cada vez más claramente. Pensemos, por ejemplo, en la sinodalidad, como realidad expresiva y funcional de la Iglesia de Cristo, sacramento de comunión.
En resumen, las indicaciones doctrinales y pastorales de este Vademécum pueden dar a los hombres y mujeres de hoy una ulterior razón sólida para creer y para esperar la gracia de la comunión plena y visible entre las Iglesias de Oriente y Occidente.