Publicamos
a continuación el mensaje enviado por el Santo Padre Francisco al
Rvdo. Padre Dariusz Wilk, C.S.M.A., Superior General de la
Congregación de San Miguel Arcángel, con motivo del centenario de
la aprobación canónica de esa Congregación:
Mensaje
del Santo Padre
Al
Reverendo Padre Dariusz Wilk, C.S.M.A.
Superior
General de la Congregación de San Miguel Arcángel
Deseo
unirme espiritualmente a Usted y a los Hermanos en vista del
centenario de la aprobación de esta Congregación que os disponéis
a celebrar con un año jubilar. Esta significativa circunstancia me
da la oportunidad de unirme a vuestra acción de gracias al Señor
por las maravillas que ha realizado a través de la labor de vuestro
Instituto. Al mismo tiempo, deseo animaros a continuar con
convicción, alegría y renovada fidelidad el camino trazado por el
Fundador, el beato Bronislao Markiewicz. Así como el grano de
mostaza evangélico, arrojado a la tierra, crece y se convierte en un
gran árbol y hogar para las aves del cielo (cf. Lc 13,18-19), así
la obra de este ferviente sacerdote de la diócesis de Przemyśl,
sembrada primero en la tierra de Polonia, sigue dando frutos, a
través de vuestro servicio, en numerosos países dispersos por los
diversos continentes.
La
Divina Providencia plantó esta semilla en la vida del P. Markiewicz,
quien la cultivó primero a través de la experiencia de la vida
religiosa en la Congregación Salesiana y en la amable relación
directa con san Juan Bosco. Regresando de Italia a Polonia como
primer salesiano, continuó la siembra a través de obras a favor de
los niños pobres y abandonados, reuniendo a su alrededor hombres y
mujeres, colaboradores del primer núcleo de las ramas masculina y
femenina de las futuras Congregaciones de San Miguel Arcángel. Murió
en 1912, unos años antes de que el Instituto religioso, tan deseado
por él, fuera aprobado oficialmente el 29 de septiembre de 1921 por
el entonces arzobispo de Cracovia Adam Stefan Sapieha. Sin embargo,
el legado espiritual del Fundador se ha vivido con celo apostólico
por parte de sus hijos e hijas a lo largo de estos cien años,
adaptándolo sabiamente a la realidad y a las nuevas urgencias
pastorales, incluso a costa del supremo don de la vida, como lo
atestigua el martirio de vuestros beatos Ladislao Błądziński y
Adalberto Nierychlewski.
Vuestro
carisma, de máxima actualidad, se caracteriza por vuestra atención
por los niños pobres, huérfanos y abandonados, no deseados por
nadie y a menudo considerados como deescartes por la sociedad. Al
mismo tiempo que me complazco por todo lo que habéis hecho en estas
décadas en favor de la infancia abandonada, invito a continuar con
renovado entusiasmo vuestro compromiso educativo con aquellos a
quienes nadie quiere a menudo acoger y defender, a través de
escuelas, oratorios, hogares, centros de acogida y otras formas de
asistencia y formacion. La educación humana y cristiana,
especialmente de los pobres y en los lugares donde, por diversos
motivos, está ausente y no adecuadamente garantizada por la
sociedad, es el mayor don que también hoy estáis llamados a ofrecer
a los niños y jóvenes desamparados. Necesitan continuamente
formadores que los guíen con amor paternal y bondad evangélica en
el crecimiento humano y religioso. A este respecto, me gusta recordar
las palabras con las que vuestro Fundador resumía su misión:
"Quisiera reunir a millones de niños huérfanos de todas las
naciones y razas para conducirlos a Dios" (Carta a la Madre
Isabel, 11 de abril de 1910, en: Epístolas, V, p. 91).
Hoy,
los más necesitados no tienen solamente el rostro de los que se
enfrentan a carencias materiales, sino también el de aquellos que a
menudo son esclavos de los condicionamientos modernos y de las
dependencias. Por lo tanto, vuestro Instituto está llamado a dedicar
todo cuidado y atención a la juventud y a las realidades sociales
expuestas al peligro del mal y al alejamiento de Dios. Otro
importante campo de apostolado que cultiváis, y que os animo a
continuar, es la pastoral a través de la palabra impresa. La
editorial Michalineum y las dos revistas: Templanza y Trabajo y Quién
como Dios, no sólo son el legado del Fundador, sino también
preciosos medios de comunicación social que, adaptados a las
necesidades actuales y enriquecidos por la tecnología moderna,
pueden llegar a muchos, generando frutos de bien en las mentes y en
las conciencias de la gente.
Ojalá
que en este año jubilar cada uno de vosotros escuche dócilmente al
Espíritu Santo y se deje modelar por Él para renovar la necesaria
comunión fraterna, con vistas a una misión cada vez más fecunda.
No os canséis de escuchar el "grito" que los niños y
jóvenes indefensos llevan grabado en sus ojos, convirtiéndoos para
ellos en portadores de esperanza y de futuro. No olvidéis que «Jesús
quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne
sufriente de los demás. Espera que renunciemos a buscar esos
cobertizos personales o comunitarios que nos permiten mantenernos a
distancia del nudo de la tormenta humana, para que aceptemos de
verdad entrar en contacto con la existencia concreta de los otros y
conozcamos la fuerza de la ternura» (Exhortación Apostólica
Evangelium gaudium, 270). Viviendo así seréis verdaderos testigos
de Cristo y defensores de los hombres. Los tiempos actuales necesitan
personas consagradas que sepan mirar cada vez más a las necesidades
de los últimos, que no teman realizar el carisma de sus Institutos
en los modernos hospitales de campaña.
Para
alcanzar este objetivo apostólico es necesario ser hombres de
comunión, superar las fronteras, construir puentes y derribar los
muros de la indiferencia. En el itinerario de una renovada fidelidad
al carisma, no dejéis de referiros a las palabras que han iluminado
el camino de vuestra benemérita Congregación en estos cien años:
el grito victorioso de San Miguel Arcángel, " ¡Quién como
Dios!", que defiende al hombre del egoísmo, y el principio de
"Templanza y trabajo", que indica los caminos a seguir en
la realización de vuestro carisma. La coherencia de vida inspirada
en estos valores hará que vuestra obra apostólica sea creíble y
atractiva, y suscitará también nuevas vocaciones. En esta
perspectiva, espero que vuestra Familia religiosa siga difundiendo el
apostolado de San Miguel Arcángel, poderoso vencedor de las
potencias del mal, viendo en ello una gran obra de misericordia para
el alma y el cuerpo.
Que
en los diversos campos de vuestro servicio eclesial refulja la fiel
adhesión a Cristo y a su Evangelio. La Virgen Santa y el arcángel
Miguel os protejan y sean la guía segura del camino de vuestra
Congregación, para que pueda llevar a cabo todos sus proyectos de
bien. Con estos deseos, a la vez que aseguro mi recuerdo en la
oración por cada uno de vosotros y por las iniciativas de vuestro
Año Jubilar, os imparto de corazón mi bendición, que de buen grado
hago extensiva a todos los que encontráis en vuestro apostolado
diario.
Roma,
San Juan de Letrán, 29 de julio de 2020
FRANCISCO