El Santo Padre Francisco se ha asomado
a mediodía a la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico para
rezar el ángelus con los fieles y peregrinos presentes en la Plaza
de San Pedro.
Estas han sido sus palabras antes de la
oración mariana:
Antes del Ángelus
Queridos
hermanos y hermanas, en mi tierra se dice: “Al mal tiempo buena
cara”. Con esta “buena cara” os digo: ¡buenos días!
Con su predicación sobre el Reino de Dios, Jesús se opone a una
religiosidad que no involucra la vida humana, que no interpela la
conciencia y su responsabilidad frente al bien y al mal. Lo demuestra
también con la parábola de los dos hijos, que es propuesta en el
Evangelio de Mateo (cfr. 21, 28-32). A la invitación del padre de ir
a trabajar a la viña, el primer hijo responde impulsivamente “no,
no voy”, pero después se arrepiente y va; sin embargo el segundo
hijo, que enseguida responde “sí, sí papá”, en realidad no lo
hace, no va. La obediencia no consiste en decir “sí” o “no”,
sino siempre en actuar, en cultivar la viña, en realizar el Reino de
Dios, en hacer el bien. Con este sencillo ejemplo, Jesús quiere
superar una religión entendida solo como práctica exterior y
rutinaria, que no incide en la vida y en las actitudes de las
personas, una religiosidad superficial, solamente “ritual”, en el
mal sentido de la palabra.
Los exponentes de esta religiosidad “de fachada”, que Jesús
desaprueba, eran en aquella época «los sumos sacerdotes y los
ancianos del pueblo» (Mt 21, 23), los cuales, según la
admonición del Señor, en el Reino de Dios serán superados por los
publicanos y las rameras (cfr. v. 31). Jesús les dice: “Los
publicanos, es decir los pecadores, y las rameras llegan antes que
vosotros al Reino de Dios”. Esta afirmación no debe inducir a
pensar que hacen bien los que no siguen los mandamientos de Dios, los
que no siguen la moral, y dicen: “Al fin y al cabo, ¡los que van a
la Iglesia son peor que nosotros!”. No, esta no es la enseñanza de
Jesús. Jesús no señala a los publicanos y las prostitutas como
modelos de vida, sino como “privilegiados de la Gracia”. Y
quisiera subrayar esta palabra “gracia”, la gracia, porque la
conversión siempre es una gracia. Una gracia que Dios ofrece a todo
aquel que se abre y se convierte a Él. De hecho, estas personas,
escuchando su predicación, se arrepintieron y cambiaron de vida.
Pensemos en Mateo, por ejemplo, San Mateo, que era un publicano, un
traidor a su patria.
En el Evangelio de hoy, quien queda mejor es el primer hermano, no
porque ha dicho «no» a su padre, sino porque después el “no”
se ha convertido en un “sí”, se ha arrepentido. Dios es paciente
con cada uno de nosotros: no se cansa, no desiste después de nuestro
«no»; nos deja libres también de alejarnos de Él y de
equivocarnos. ¡Pensar en la paciencia de Dios es maravilloso! Cómo
el Señor nos espera siempre; siempre junto a nosotros para
ayudarnos; pero respeta nuestra libertad. Y espera ansiosamente
nuestro «sí», para acogernos nuevamente entre sus brazos paternos
y colmarnos de su misericordia sin límites. La fe en Dios pide
renovar cada día la elección del bien respecto al mal, la elección
de la verdad respecto a la mentira, la elección del amor del prójimo
respecto al egoísmo. Quien se convierte a esta elección, después
de haber experimentado el pecado, encontrará los primeros lugares en
el Reino de los cielos, donde hay más alegría por un solo pecador
que se convierte que por noventa y nueve justos (cfr. Lc 15,
7).
Pero la conversión, cambiar el corazón, es un proceso, un
proceso que nos purifica de las incrustaciones morales. Y a veces es
un proceso doloroso, porque no existe el camino de la santidad sin
alguna renuncia y sin el combate espiritual. Combatir por el
bien, combatir para no caer en la tentación, hacer por nuestra parte
lo que podemos, para llegar a vivir en la paz y en la alegría de las
Bienaventuranzas. El Evangelio de hoy cuestiona la forma de vivir la
vida cristiana, que no está hecha de sueños y bonitas aspiraciones,
sino de compromisos concretos, para abrirnos siempre a la voluntad de
Dios y al amor hacia los hermanos. Pero esto, también el compromiso
concreto más pequeño, no se puede hacer sin la gracia. La
conversión es una gracia que debemos pedir siempre: “Señor dame
la gracia de mejorar. Dame la gracia de ser un buen cristiano”.
Que María Santísima nos ayude a ser dóciles en la acción del
Espíritu Santo. Él es quien derrite la dureza de los corazones y
los dispone al arrepentimiento, para obtener la vida y la salvación
prometidas por Jesús.
Después del Ángelus
¡Queridos hermanos y hermanas!
Llegan noticias preocupantes de enfrentamientos en la zona del
Cáucaso. Rezo por la paz en el Cáucaso y pido a las partes en
conflicto cumplir gestos concretos de buena voluntad y de hermandad,
que puedan llevar a resolver los problemas no con el uso de la
fuerza y de las armas, sino por medio del diálogo y de la
negociación. Rezamos juntos, en silencio, por la paz en el Cáucaso.
Ayer, en Nápoles, fue proclamada beata María Luisa del Santísimo
Sacramento, en el siglo María Velotti, fundadora de la Congregación
de las Hermanas Franciscanas Adoradoras de la Santa Cruz. Damos
gracias a Dios por esta nueva beata, ejemplo de contemplación del
misterio del Calvario e incansable en el ejercicio de la caridad.
Hoy la Iglesia celebra la .Jornada
Mundial del Migrante y del Refugiado Saludo a los
refugiados y a los migrantes presentes en la plaza en torno al
monumento titulado: “Ángeles sin saberlo” (cfr. Hb 13,
2), que bendije hace un año. Este año he querido dedicar mi mensaje
a los desplazados internos, los cuales están obligados a huir, como
les sucedió también a Jesús y a su familia. «Como Jesús
obligados a huir», así los desplazados, los migrantes. A ellos, de
forma particular, y a quien les asiste va nuestro recuerdo y nuestra
oración.
Hoy se celebra también la Jornada Mundial del Turismo. La
pandemia ha golpeado durante este sector, tan importante para tantos
países. Dirijo mi aliento a quienes trabajan en el turismo, en
particular a las pequeñas empresas familiares y a los jóvenes.
Deseo que todos puedan pronto recuperarse de las dificultades
actuales.
Y saludo ahora a todos vosotros, queridos fieles romanos y
peregrinos de distintas partes de Italia y del mundo. ¡Hay muchas
banderas diferentes! Un pensamiento especial a las mujeres y a todas
las personas comprometidas en la lucha contra los tumores de seno.
¡El Señor sostenga vuestro compromiso! Y saludo a los peregrinos de
Siena que han venido a pie hasta Roma.
Y a todos os deseo un buen domingo, un domingo en paz. Por favor,
no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!