Publicamos
a continuación el texto del mensaje de vídeo que el Santo Padre
Francisco envía a Su Gracia Justin Welby, Arzobispo de Canterbury, y
a los participantes del movimiento mundial de oración Thy Kingdom
Come en la solemnidad de Pentecostés:
Vídeo
mensaje del Santo Padre
Queridos
hermanos y hermanas,
Me
uno con alegría al arzobispo Justin Welby y a todos vosotros para
compartir lo que llevo en mi corazón. Es Pentecostés: recordemos el
día en que el Espíritu de Dios descendió con poder. Desde ese día
la vida de Dios se difundió entre nosotros, trayéndonos una
esperanza nueva , una paz y una alegría hasta entonces desconocidas.
En Pentecostés Dios contagió de vida al mundo ¡Cuánto choca con
el contagio de la muerte que desde hace meses infecta la Tierra!
Entonces, nunca como hoy es necesario invocar al Espíritu Santo,
para que derrame la vida de Dios, el amor, en nuestros corazones. De
hecho, para que el futuro sea mejor, es nuestro corazón el que debe
mejorar.
El
día de Pentecostés, los pueblos que hablaban lenguas diversas se
encontraron. En estos meses, sin embargo, se nos pide que observemos
medidas justas y necesarias para distanciarnos. Pero podemos entender
mejor dentro de nosotros mismos lo que sienten los demás. Nos
acomunan el miedo y la incertidumbre. Tenemos que levantar tantos
corazones desconsolados. Pienso en lo que decía Jesús cuando
hablaba del Espíritu Santo: Usaba una palabra en particular,
Paráclito, es decir, Consolador. Muchos de vosotros habéis sentido
su consuelo, esa paz interior que nos hace sentir amados, esa
fortaleza suave que siempre da valor, incluso en el dolor. El
Espíritu nos da la certeza de que no estamos solos, sino sostenidos
por Dios. Queridos amigos, lo que hemos recibido debemos darlo:
estamos llamados a difundir el consuelo del Espíritu, la cercanía
de Dios.
¿Cómo
hacerlo? Pensemos en lo que nos gustaría tener ahora: consuelo,
aliento, alguien que nos cuide, alguien que rece por nosotros, que
llore con nosotros, que nos ayude a enfrentar nuestros problemas. Por
lo tanto, lo que queramos que nos hagan los demás, hagámoslo con
ellos (cf. Mt 7,12). ¿Queremos ser escuchados? Escuchemos.
¿Necesitamos que nos animen? Animemos. ¿Queremos que alguien nos
cuide? Cuidemos de los que no tienen a nadie. ¿Necesitamos esperanza
para el mañana? Demos esperanza hoy. Hoy asistimos a una trágic
carestía de esperanza. ¡Cuántas heridas, cuántos vacíos sin
llenar, cuánto dolor sin consuelo! Hagámonos entonces intérpretes
del consuelo del Espíritu, transmitamos esperanza y el Señor nos
abrirá nuevas sendas en nuestro camino.
Siento
que comparto algo propio en nuestro camino. Cuánto me gustaría
que, como cristianos, fuéramos cada vez más y más juntos testigos
de la misericordia para la humanidad, duramente probada. Pidamos al
Espíritu el don de la unidad, porque difundiremos la fraternidad
solamente si vivimos como hermanos entre nosotros. No podemos pedirle
a la humanidad que permanezca unida si nosotros vamos por caminos
diferentes. Recemos entonces los unos por los otros. sintámonos
responsables los unos de los otros.
El
Espíritu Santo da sabiduría y consejo. Invoquémoslo en estos días
sobre cuantos están obligados a tomar decisiones delicadas y
urgentes, para que protejan la vida humana y la dignidad del trabajo.
Que se invierta en esto: en la salud, en el trabajo, en la
eliminación de las desigualdades y la pobreza. Nunca como ahora
habíamos necesitado una mirada llena de humanidad: no podemos
empezar de nuevo a perseguir nuestros propios éxitos sin
preocuparnos por los que se quedan atrás. Y aunque tantos lo harán,
el Señor nos pide que cambiemos de rumbo. Pedro, el día de
Pentecostés, dijo con la parresía del Espíritu: "Convertíos"
(A 2,38), es decir, cambiad de dirección, invertid la dirección de
marcha. Necesitamos volver a caminar hacia Dios y hacia el prójimo:
no separados, no anestesiados ante el grito de los olvidados y del
planeta herido. Tenemos que estar unidos para hacer frente a las
pandemias que se propagan: la del virus, pero también el hambre, las
guerras, el desprecio por la vida, la indiferencia. Sólo caminando
juntos llegaremos lejos.
Queridos
hermanos y hermanas, vosotros difundís el anuncio de vida del
Evangelio y sois un signo de esperanza. Os lo agradezco de corazón.
Pido a Dios que os bendiga y a vosotros os pido que recéis para que
me bendiga. Gracias.