Esta mañana, a las 7.30, en el altar de la Cátedra de la basílica de San Pedro, el Santo Padre Francisco ha celebrado la santa misa de exequias de S.E. Mons. Léon Kalenga Badikebele, nuncio apostólico en Argentina, fallecido el pasado 12 de junio. En la ceremonia han tomado parte los representantes pontificios que toman parte en la reunión convocada por el Papa Francisco del 12 al 15 de junio.
Sigue la homilía pronunciada por el Santo Padre durante la celebración.
Homilía del Santo Padre
Esta Eucaristía terminará con la oración de la valedictio, es decir del adiós: "decir adiós" al hermano. Es como decir: te dejamos ir a Dios, ir a las manos de Dios. La Biblia nos dice en el Libro de la Sabiduría que el alma del justo está en las manos de Dios (ver 3: 1). Las manos de Dios, que son las manos más hermosas, plagadas de amor, las manos plagadas de amor. Y confiamos a nuestro hermano a las manos de Dios.
Y esta es también una oración de despedida, y aún más: es la despedida del pastor. El pastor se despide de su pueblo, de su rebaño. Como hizo Pablo en Mileto, ante los ancianos de Éfeso, con el llanto (véase Hechos 20: 17-38). Todos lloraban, le abrazaban, le besaban antes de que subiera al barco. La despedida del pastor. El pastor se despide con su testimonio: "Vosotros dabéis cómo me comporté siempre con vosotros todo desde el primer día" (v. 18): esta es mi vida, le dice al rebaño, juzgad vosotros mismos”. Un testimonio. El pastor se despide mostrando que su vida es una vida de obediencia a Dios: "Mirad que ahora yo, encadenado en el espíritu, voy" (v. 22) a otro lugar. Es el Espíritu que me trajo y que me lleva; es como la "columna" que sostiene la vida del pastor.
El pastor también se despide con un testimonio de desapego: está acostumbrado a no estar atado a los bienes de este mundo, a no estar atado a la mundanalidad. "Sé que ya no volveréis a ver mi rostro [...] por esto os testifico en el día de hoy que yo estoy limpio de la sangre de todos" (vv. 25-26) de tantas cosas, y se separa de ellas. Como si dijera: "ahora sois adultos". "Tened cuidado de vosotros y de todo el rebaño" (v. 28). Velad, luchad, sed adultos, os dejo solos, adelante.
Luego, como hermano y padre, el pastor se despide con la profecía: tened cuidado, tened cuidado porque "después de mi partida se introducirán entre vosotros lobos crueles" (v. 29). Indica el camino, cómo defenderse sin el pastor.
Al final, reza: "Y ahora os encomiendo a Dios" (v. 32), y de rodillas con sus presbíteros reza.
Esta es la despedida del pastor, que Pablo vivió tan fuertemente en Mileto. Y hoy pensamos en todas estas cosas, y quizás nuestro hermano León nos diga y le diga a su pueblo, a su pueblo de Argentina, de El Salvador, de tantas partes donde estuvo: "Ahora os encomiendo a Dios".
Y también escuchamos la otra despedida, la despedida de Jesús, que es una despedida en la esperanza: "Voy a prepararos un sitio " (Jn 14, 2). La separación es provisional, es temporal: "Voy adelante, el rebaño vendrá después. Voy a prepararos un sitio ". Es decir, yo voy donde quisiera que vinieseis todos, a ese lugar. " Voy a prepararos un sitio ": es esperanza. Decía la espiritualidad, que al menos nosotros aprendimos en el noviciado, que toda la vida es un camino para aprender a morir. Esto iba bien en aquella espiritualidad novecentista que era un poco así ... A mi me gusta decir: la vida nos enseña a despedirnos. Aprender a despedirse. Y ver cómo se despiden los pastores, como Jesús, como Pablo, como tantos, como León, todos se despiden, todos, se despiden. También nosotros podemos aprender: dar pasos para despedirnos, pequeñas despedidas de cambio de misión, y la gran despedida al final. Que el Señor nos dé a todos esta gracia: aprender a despedirnos, que es una gracia del Señor.