A las 11.30 de esta mañana, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, el Santo Padre Francisco ha recibido en audiencia a los participantes en la Conferencia Internacional sobre el tema: Drogas y adicciones: un obstáculo para el desarrollo humano integral, que tiene lugar en el Vaticano del 29 de noviembre al 1 de diciembre de 2018, en la Nueva Sala del Sínodo.
Publicamos a continuación el discurso que el Papa ha dirigido a los presentes durante la audiencia:
Discurso del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas,
Os recibo con mucho gusto al final de vuestra Conferencia Internacional sobre Drogas y Adicciones. Saludo cordialmente a todos y agradezco al cardenal Turkson las palabras con las que ha presentado nuestro encuentro.
En estos días, habéis tratado temas y problemáticas relacionados con el preocupante fenómeno de las drogas y las nuevas y viejas adicciones que obstaculizan el desarrollo humano integral. La comunidad entera se ve interpelada por las dinámicas socioculturales actuales y por las formas patológicas derivadas de un clima cultural secularizado, marcado por el capitalismo de consumo, la autosuficiencia, la pérdida de valores, el vacío existencial, de la precariedad de los lazos y de las de relaciones. La droga, como hemos subrayado ya varias veces, es una herida en nuestra sociedad, que atrapa a muchas personas en sus redes. Son víctimas que han perdido su libertad a cambio de esta esclavitud, una adicción que podemos llamar química.
El uso de droga, como vosotros bien sabéis, causa daños gravísimos a la salud, a la vida humana y a la sociedad. Todos estamos llamados a combatir la producción, la elaboración y la distribución de la droga en el mundo. Es deber y tarea de los gobiernos abordar con valentía esta lucha contra los traficantes de muerte. Traficantes de muerte: no debemos tener miedo de calificarlos así. El espacio virtual se está revelando un ámbito cada vez más peligroso: en algunos sitios de Internet, los jóvenes, y no solo ellos, son seducidos y arrastrados a una esclavitud de la que es difícil liberarse y que conduce a la pérdida del significado de la vida y, a veces, de la vida misma. Ante este escenario preocupante, la Iglesia siente con urgencia la necesidad de instaurar en el mundo contemporáneo una forma de humanismo que vuelva a situar a la persona humana en el centro de la vida social económica y cultural; Un humanismo cuyo fundamento es el "Evangelio de la Misericordia". Partiendo de él, los discípulos de Jesús encuentran inspiración para llevar a cabo una acción pastoral realmente eficaz con el fin de aliviar, cuidar y curar los muchos sufrimientos relacionados con las adicciones multiformes presentes en la escena humana.
La Iglesia, junto con las instituciones civiles, nacionales e internacionales, y los diversos organismos educativos, está comprometida activamente en todos los lugares del mundo para contrarrestar la difusión de las adicciones movilizando sus energías en la prevención, la cura, la rehabilitación y los proyectos de reintegración que devuelvan la dignidad a quienes han sido privados de ella. Para vencer las adicciones, es necesario un esfuerzo sinérgico que involucre a los diferentes grupos y organismos presentes en el territorio en la activación de programas sociales que promuevan la salud, la ayuda familiar y, sobre todo, la educación. En esta perspectiva, me sumo a los deseos que habéis formulado en vuestra Conferencia, de una mayor coordinación de las políticas antidroga y contra la adicción, - las políticas aisladas no sirven: es un problema humano, es un problema social, todo debe estar vinculado- creando redes de solidaridad y cercanía con aquellos que están marcados por estas patologías.
Queridos hermanos y hermanas, muchas gracias por vuestra contribución en estos días de estudio y reflexión. Os animo a continuar, en vuestros diversos ámbitos de acción, vuestro trabajo de animación y sostén también a favor de aquellos que han salido del túnel de la droga y de las diversas adicciones. Estas personas necesitan la ayuda y el apoyo de todos nosotros: así podrán, a su vez aliviar el sufrimiento de muchos hermanos y hermanas en dificultades.
Confío vuestros esfuerzos y vuestros propósitos de bien a la intercesión de María Santísima, Salud de los Enfermos, y, mientras os pido que recéis por mí, os bendigo a todos de corazón, así como a vuestras familias y a vuestras comunidades. Gracias.