Publicamos a continuación el discurso que S.E. Mons. Paul Richard Gallagher, Secretario para las Relaciones con los Estados y Jefe de la Delegación de la Santa Sede pronunció ayer en Nueva York durante la Reunión de alto nivel ministerial sobre la República Centroafricana, que tuvo lugar en el ámbito del 73 período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Discurso de S.E. Mons. Paul Richard Gallagher
Sr. Presidente,
La crisis política y humanitaria actual en la República Centroafricana sigue siendo motivo de gran preocupación para la Santa Sede, especialmente porque esta situación, como ocurre con muchas otras en el mundo, revela en gran medida la incapacidad de la comunidad internacional de reunir la voluntad política para abordar con eficacia un conflicto con consecuencias tan devastadoras.
En lugar de ser testigos de claros signos de progreso y mejora, la situación desde la Reunión ministerial de alto nivel celebrada el año pasado ha registrado una dramática escalada de violencia. Las regiones en el noroeste y el centro del país continúan en un tenso conflicto y el área en el suroeste ha sido, lamentablemente, escenario del aumento de los combates.
Las consecuencias de años de continuas tensiones están provocando estragos en la vida de millones de civiles, dejando tras de sí miles de víctimas y cientos de miles de desplazados internos y refugiados que huyen a los países vecinos de Camerún, Chad, la República Democrática del Congo y la República del Congo. Como es habitual, las mujeres y los niños son a menudo las primeras víctimas de las situaciones de conflicto. Casi la mitad de la población de la República Centroafricana, aproximadamente 2.500.000 personas, necesitan apoyo humanitario básico y de esta cifra, aproximadamente 1.300.000 son niños.
El papel de MINUSCA [Misión de Estabilización Integrada Multidimensional de las Naciones Unidas en la República Centroafricana] para " Reagrupar y acantonar a los combatientes y confiscar y destruir, según corresponda, las armas y municiones de los elementos que se nieguen a deponerlas o que no las depongan " [1] con el objetivo de aliviar el sufrimiento de los civiles indefensos y restablecer el orden y la paz en el país debe ser la más alta prioridad para la comunidad internacional. Con este fin, la Santa Sede insta a MINUSCA a redoblar sus esfuerzos para garantizar los derechos humanos de todos los ciudadanos, protegiéndolos de la agresión armada y de otros abusos que violan su dignidad humana, sin discriminación alguna de condición social o afiliación religiosa. En este contexto, la Santa Sede sigue preocupada por el problema del tráfico ilegal de armas. Por lo tanto, se deben tomar medidas contundentes para superar esta grave situación.
La comunidad internacional tiene la gran responsabilidad de brindar el respaldo necesario para facilitar la estabilización del Gobierno nacional y sus órganos de tal manera que se supere la corrupción institucional, se garantice el estado de derecho y sean disponibles los servicios sociales esenciales, incluidos la asistencia sanitaria básica y la educación, sin discriminación. Una gran parte de la responsabilidad de la comunidad internacional incluye proporcionar la asistencia financiera necesaria, en particular en el ámbito de la asistencia humanitaria, cuya carencia es muy grave en estos momentos. Es sumamente preocupante que los trabajadores humanitarios y los organismos de ayuda se hayan convertido en objetivos, lo que les ha obligado, en algunos casos, a reducir su actividad o incluso a retirarse por completo con efectos devastadores para quienes más necesitan su apoyo para sobrevivir.
La Iglesia Católica y sus organizaciones en el campo han participado y continuarán participando incansablemente en los esfuerzos humanitarios absolutamente necesarios en la República Centroafricana. Al mismo tiempo, se debe buscar urgentemente una solución política real y sostenible a favor de una paz duradera. La Santa Sede no deja de reiterar fuertemente que la paz nunca se logra a través de la violencia. El diálogo honesto, basado en la buena fe y abierto al perdón y la reconciliación, es la única manera de alcanzar la estabilidad necesaria en los niveles social, económico y político.
No se puede dejar de mencionar la dimensión religiosa del necesario diálogo. Todos los ciudadanos deben esforzarse por la comprensión mutua y la tolerancia del otro, independientemente de su afiliación política, etnia o confesión religiosa. En su visita a la República Centroafricana, el Papa Francisco fue claro en su llamamiento de que cristianos y musulmanes, de hecho, todos los creyentes, deben " permanecer unidos para que cese toda acción que, venga de donde venga, desfigura el Rostro de Dios y, en el fondo, tiene como objetivo la defensa a ultranza de intereses particulares, en perjuicio del bien común. Juntos digamos «no» al odio, «no» a la venganza, «no» a la violencia, en particular a la que se comete en nombre de una religión o de Dios.”[2]
Dicho diálogo inclusivo requiere el comprometido esfuerzo de todas las personas sea cual sea su profesión religiosa. La Iglesia Católica continuará recorriendo todos los caminos para superar los conflictos, la división y las contiendas, en pro del logro de la estabilidad, la paz y la unidad.
Gracias, señor presidente.
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[1] Consejo de Seguridad de la ONU, Resolución 2149 (2014), art. 30g.
[2] Papa Francisco, discurso en la Mezquita Central de Koudoukou, Bangui, 30 de noviembre de 2015.