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Santa misa para el Cuerpo de la Gendarmería Vaticana, en la Gruta de Lourdes en los Jardines del Vaticano, 24.09.2017

Esta mañana, a las 9:30 en la Gruta de Lourdes en los jardines del Vaticano, el Santo Padre Francisco presidió la celebración Eucarística para  el Cuerpo de Gendarmería del Vaticano, durante la fiesta de su patrón, San Miguel Arcángel, que se celebra el 29 de septiembre.

Sigue el texto de la homilía improvisada  que el Papa pronunció durante la misa:

Homilía del Santo Padre

En la primera lectura, el profeta Isaías nos insta a buscar al Señor, a convertirnos: "Buscad al Señor mientras se d; llámalo mientras está cerca. El impío abandona su camino y el malvado sus pensamientos "(55: 6-7). Hay conversión. Nos dice que el camino es este: buscar al Señor. Cambiar de vida, convertirse… Y esto es verdad. Pero Jesús cambia la lógica y va más allá, con una lógica que ninguno podía entender: es la lógica del amor de Dios. Es verdad, tú debes buscar al Señor y hacer de todo para encontrarlo; pero lo importante es que es Él quien te está buscando. Él te está buscando. Más importante que buscar al Señor, es darse cuenta que Él me busca.

Este pasaje del Evangelio, esta parábola, nos hace entender esto: Dios sale a buscarnos. Cinco veces en este pasaje se habla de  la salida: la salida de Dios, el dueño de casa, que va a buscar a los jornaleros  de su viña . Y la jornada es la vida de una persona, y Dios sale por la mañana, a media mañana, a mediodía, por la tarde,  hasta la tarde, a las cinco. No se cansa de salir. Nuestro Dios no se cansa de salir a buscarnos, para hacernos saber que nos ama. "Pero, Padre, soy un pecador ...". Y cuántas veces estamos en la plaza como éstos [ los de la parábola]  que están todo el día  allí; y permanecer en la plaza es estar en el mundo, estar  en  los pecados, estar ... "¡Ven!" - "Pero ya es tarde ..." - "¡Ven!". Para Dios nunca es tarde. ¡Nunca jamás! Esta es su lógica de conversión. Él sale de sí mismo para buscarnos, y tanto salió de si mismo que envió a su Hijo a buscarnos. Nuestro Dios siempre nos mira. Pensamos en el padre del hijo pródigo:  dice el evangelio que lo vio venir de lejos (Lc 15, 20). Pero, ¿por qué lo vio? Porque cada día, y tal vez varias veces al día, subía a la terraza para ver si su hijo venía, si su hijo volvía. Este es el corazón de nuestro Dios: siempre nos espera. Y cuando alguien dice: "He encontrado a Dios", está equivocado. Él, al final,  te ha  encontrado y te ha llevado con él. Es Él quien da el primer paso. No se cansa de salir, salir ... Respeta la libertad de cada hombre, pero está allí, esperando a que le abramos un poquito la puerta.

Y esto es lo grande  del Señor: es humilde. Nuestro Dios es humilde. Se humillas esperándonos . Siempre está ahí, esperando.

Todos nosotros somos pecadores y todos necesitamos el encuentro con el Señor; un encuentro que nos da fuerza para avanzar, para ser mejores, simplemente. Pero tengamos cuidado. Porque Él pasa, Él viene y sería triste que Él pasara y no notásemos que Él está pasando. Y pidamos hoy la gracia: "Señor, que esté seguro de que estás esperando. Sí, esperándome, con mis pecados, con mis defectos, con mis problemas". Todos los tenemos, todos. Pero Él está allí: Él está allí, siempre. El peor pecado, creo, sea el no entender que Él está siempre allí esperándome, el  no tener confianza en este amor: la desconfianza del amor de  Dios.

El Señor, en este día feliz para vosotros os concede esta gracia. También a mí, a todos. La gracia de estar seguros de que Él siempre está en la puerta, esperando a que yo abra un poquito para entrar. Y no tengáis miedo: cuando el hijo pródigo encontró a su padre, el padre bajó de la terraza y fue a encontrarse con su hijo. Ese anciano iba deprisa, y el Evangelio dice que cuando su hijo empezó a hablar, "Padre, he pecado ...", no lo dejó hablar; lo abrazó, lo besó (Lc 15, 20-21). Esto es lo que nos espera si abrimos un poquito la puerta: el abrazo del Padre.