Esta mañana, a las 12,00, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, el Santo Padre Francisco ha recibido en audiencia a los participantes en los Capítulos Generales de los Misioneros y Misioneras de la Consolata.
Publicamos a continuación el discurso que el Santo Padre ha pronunciado en el curso del encuentro:
Discurso del Santo Padre
Queridos misioneros y queridas misioneras de la Consolata:
Me alegra acogeros juntos a la rama masculina y la rama femenina de la Familia religiosa fundada por el beato Giuseppe Allamano, con ocasión de los respectivos capítulos generales. Os saludo a todos con afecto y os deseo que vuestros trabajos capitulares se desarrollen con serenidad y docilidad al Espíritu. Extiendo mi afectuoso saludo a vuestros hermanos y hermanas que trabajan, a menudo en condiciones difíciles, en distintos continentes, y les animo a continuar con generosa fidelidad en su compromiso de misión ad gentes. Deseo ahora ofreceros algunas sugerencias para que estos días produzcan abundantes frutos de bienes en vuestras comunidades y en la actividad misionera de la Iglesia.
Vosotros estáis llamados a profundizar vuestro carisma, para proyectaros con renovado impulso en la obra de evangelización, en la perspectiva de las urgencias pastorales y de las nuevas pobrezas. Mientras con alegría doy las gracias al Señor por el bien que vosotros estáis haciendo en el mundo, quisiera exhortaros a realizar un atento discernimiento sobre la situación de los pueblos en medio de los cuales realizáis vuestra acción evangelizadora. No os canséis de llevar consuelo a las poblaciones que a menudo están marcadas por gran pobreza y sufrimientos agudos, como por ejemplo en tantas partes de África y de América Latina. Dejaos continuamente provocar por las realidades concretas con las que estáis en contacto y buscad ofrecer de formas adecuadas el testimonio de la caridad que el Espíritu Santo infunde en vuestros corazones (cf Romanos 5, 5). La historia de vuestros Institutos, hecha —como en cualquier familia— de alegrías y dolores, de luces y de sombras, fue marcada y fecunda también en estos últimos años de la Cruz de Cristo. ¿Cómo no recordar aquí a vuestros hermanos y hermanas que han amado el Evangelio de la caridad más que a sí mismos y han coronado el servicio misionero con el sacrificio de la vida? Su elección evangélica sin reservas ilumine vuestro compromiso misionero y sirva de ánimo para todos a proseguir con renovada generosidad en vuestra peculiar misión en la Iglesia.
Para llevar adelante esta no fácil misión, es necesario vivir la comunión con Dios en la percepción cada vez más consciente de la misericordia de la que somos objeto por parte del Señor. ¡Es mucho más importante darnos cuenta de cuánto somos amados por Dios, que no de cuánto nosotros lo amamos a Él! Nos hace bien considerar sobre todo esta prioridad del amor de Dios gratuito y misericordioso, y sentir nuestro compromiso y nuestro esfuerzo como una respuesta. En la mediada en la que somos persuadidos por el amor del Señor, nuestra adhesión a Él crece. Necesitamos mucho redescubrir siempre el amor y la misericordia del Señor para desarrollar la familiaridad con Dios. Las personas consagradas, en cuanto que se esfuerzan para adaptarse más perfectamente a Cristo, son, más que nadie, los familiares de Dios, los íntimos, aquellos que tratan con el Señor en plena libertad y con espontaneidad, pero con el asombro frente a las maravillas que Él hace.
En esta perspectiva, la vida religiosa puede convertirse en itinerario de redescubrimiento progresivo de la misericordia divina, facilitando la imitación de las virtudes de Cristo y de sus actitudes ricas de humanidad, para después testimoniarlo a todos aquellos a los que acercáis en el servicio pastoral. Sabed también recoger con alegría los continuos estímulos a la renovación y al compromiso que provienen del contacto real con el Señor Jesús, presente y que trabaja en la misión a través del Espíritu Santo. Esto os consentirá estar laboriosamente presentes en los nuevos aerópagos de la evangelización, privilegiando, también si esto conllevara sacrificios, la apertura hacia situaciones que, con su realidad de necesidad particular, se revelan como emblemáticas para nuestro tiempo.
Sobre el ejemplo de vuestro beato fundador, nos os canséis de dar nuevo impulso a la animación misionera. Será sobre todo vuestro fervor apostólico quien sostenga las comunidades cristianas confiadas a vosotros, en particular las de reciente fundación. En el esfuerzo de recalificación del estilo del servicio misionero, será necesario privilegiar algunos elementos significativos, como la sensibilidad a la inculturación del Evangelio, el espacio dado a la corresponsabilidad de los trabajadores pastorales, la elección de formas sencillas y pobres de presencia entre la gente. Atención especial merecen el diálogo con el islam, el compromiso para la promoción de la dignidad de la mujer y de los valores de la familia, la sensibilidad por los temas de la justicia y de la paz.
Queridos hermanos y hermanas, continuad vuestro camino con esperanza. Vuestra consagración misionera pueda ser cada vez más fuente de encuentro vivificante y santificante con Jesús y con su amor, fuente de consolación, paz y salvación para todos los hombres.
Deseo que las orientaciones elaboradas por los respectivos Capítulos Generales puedan guiar a vuestros Institutos a proseguir con generosidad sobre el camino marcado por el fundador y seguida con heroica valentía por tantos hermanos y tantas hermanas. Invoco la celeste protección de María, Reina de las Misiones, y del beato Giuseppe Allamano, y de corazón imparto a todos vosotros la Bendición, extendiéndola a toda la Familia de la Consolata.