Erradicación de la lepra y reintegración de las personas afectadas por la hanseniasis: un desafío aún por vencer
La preparación de terapias farmacológicas eficaces y el fuerte empeño a nivel planetario profuso por muchos organismos y realidades nacionales e internacionales, con la Iglesia Católica en primera fila, en los últimos decenios han dado un golpe durísimo al Morbo de Hansen, más conocido como Lepra. La hanseniasis que en 1985 afligía en el mundo a más de 5 millones de personas, hoy cuenta cerca de 200 mil nuevos casos por año pero todavía hay mucho, muchísimo por hacer.
Además, como se pusiera en evidencia en junio del año pasado, al término del Simposio “Por un cuidado holístico de las personas afectadas por el Morbo de Hansen respetuoso de su dignidad”, organizado por el entonces Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios: cada nuevo caso de enfermedad de Hansen está demás, y lo está también toda forma residual de estigma por esta enfermedad. Asimismo, está demás toda ley que discrimina a los enfermos afectados por el Morbo de Hansen, así como todo tipo de indiferencia. En el ámbito de la iniciativa, realizada en colaboración con la Nippon Foundation-Sasakawa Health Foundation y con el aporte de la Orden de Malta y de las fundaciones Raoul Follereau y El Buen Samaritano, se subrayó también que: por el papel que desempeñan, es importante que los líderes de todas las religiones, en sus enseñanzas, escritos y discursos, contribuyan a eliminar la discriminación contra las personas afectadas por el Morbo de Hansen. Por otro lado, como también lo subrayara posteriormente la OMS durante el Forum Mundial sobre la hanseniasis realizado en Seúl en noviembre último, es necesario que se garanticen cuidados físicos y psicológicos a los pacientes durante y después de haber terminado el tratamiento.
Además, es necesario nuestro compromiso en todo nivel a fin de que, en todos los países se modifiquen las políticas familiares, laborales, escolares, deportivas y de cualquier otro género que directa o indirectamente discriminan a estas personas; a fin de que los Gobiernos ajusten sus planes de actuación involucrando a las personas enfermas.
En fin, es fundamental reforzar la investigación científica para desarrollar nuevos fármacos y obtener mejores instrumentos diagnósticos, así como aumentar las posibilidades del diagnóstico precoz.
En efecto, en gran parte, los nuevos casos se identifican solamente cuando la infección ya ha provocado lesiones permanentes y ha marcado, de por vida, al adulto y al niño o a la niña que se han enfermado. Por otro lado, hay que tener presente que especialmente en las áreas más remotas, es difícil garantizar la asistencia necesaria para concluir el cuidado o que los mismos pacientes comprendan la importancia o de cualquier manera se priorice la continuación del tratamiento farmacológico eventualmente iniciado.
Pero los cuidados no son suficientes. Es necesario reincorporar plenamente a la persona curada en el tejido social original: en la familia, en la comunidad, en la escuela o en el ambiente de trabajo.
Para promover y contribuir en dicho proceso de reintegración, por lo demás todavía casi imposible en muchas realidades, es necesario sostener y animar aún más el asociacionismo entre los ex enfermos; al mismo tiempo, junto a ellos, se promueva la difusión de las comunidades que, como ya se ha realizado por ejemplo en India, en Brasil y en Ghana, se convierten en verdaderas familias que comprenden y acogen a las personas, ofreciendo un terreno fértil a la ayuda recíproca, a una hermandad auténtica.
Reflexionando también sobre la curación realizada por Jesús a un enfermo de lepra, como se narra en el capítulo I del Evangelio de Marcos, Cristo, “compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: «Quiero, queda limpio». Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio”. Luego “le dijo: «Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio».
He aquí que Jesús, pues, no sólo sana a la persona en su totalidad sino pide al hombre que ha curado que se presente a quien podía decretar su plena reincorporación en la sociedad, su readmisión en el ‘consorcio humano’.
Quizás hoy en día este es el obstáculo mayor que debe superar quien ha sido marcado por la hanseniasis y quien obra en su favor. Las discapacidades, las huellas inconfundibles dejadas por la enfermedad aún hoy son semejantes a marcas hechas con el fuego. El temor del Morbo, entre los más temidos en la historia humana, vence sobre la razón, la falta de conocimiento de la patología de parte de la comunidad excluye a los curados que, a su vez, debido al sufrimiento y a las discriminaciones sufridas han perdido el sentido de la dignidad que les corresponde, inalienable no obstante el cuerpo presente mutilaciones. “Por” ellas y, sobre todo, “con” las personas que han sido víctimas de la lepra, debemos comprometernos aún más a fondo a fin de que encuentren acogida, solidaridad y justicia.