“En estas horas dramáticas, estoy muy cerca de toda la población de Irak, en especial la de la ciudad de Mosul –reiteró el Papa después de rezar el ángelus- Nuestros ánimos están profundamente afectados  por los  atroces actos de violencia que se cometen desde hace demasiado tiempo contra  ciudadanos inocentes, tanto musulmanes, como cristianos, como pertenecientes a otros grupos étnicos y religiones. Quedé sumamente entristecido tras escuchar las noticias del asesinato a sangre fría de numerosos hijos de esa amada tierra, entre ellos muchos niños. Esta crueldad nos hace llorar, y nos deja sin palabras. A la solidaridad se acompaña la garantía de mi recuerdo en la oración, para que Irak, a pesar de verse duramente golpeado,  sea fuerte y firme en la esperanza de avanzar hacia un futuro de seguridad, de reconciliación y de paz. Por eso os pido a todos –dijo dirigiéndose a los miles de personas presentes en la Plaza de San Pedro-  que os unáis  a mí en la oración, en  silencio”.

Después de observar unos minutos de silencio el Papa encabezó el rezo del Ave María y después saludó con afecto a los peregrinos procedentes de Italia y de otros países, entre ellos los polacos  que recuerdan aquí en Roma y en su tierra natal el 1.050 aniversario de la presencia del cristianismo en Polonia. También dio la bienvenida a los participantes en el jubileo de los grupos corales de Italia, a los corredores de Asis y a los jóvenes de las cofradías de las diócesis italianas.

Por último, dirigió un pensamiento especial a la comunidad peruana de Roma, presente en la Plaza de San Pedro con la  imagen del Señor de los Milagros.