El lema de este Año Santo Extraordinario es :”Misericordiosos como el Padre”, tomado del evangelio de san Lucas: “Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso”, leído hoy antes de la catequesis en la Plaza de San Pedro. A esa frase, que se completa con la del evangelio de Mateo, en que Jesús dice: "Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto", ha dedicado el Papa Francisco la audiencia general de los miércoles
En el Sermón de la Montaña, que se abre con las Bienaventuranzas, el Señor enseña que la perfección consiste en el amor, cumplimiento de todos los preceptos de la Ley. En esta misma perspectiva, San Lucas manifiesta que la perfección es el amor misericordioso: ser perfecto significa ser misericordioso. “Efectivamente Dios es perfecto –dijo Francisco- Pero si lo consideramos así, es imposible para el ser humano tender hacia esa perfección absoluta. En cambio, si pensamos en El como misericordioso, comprendemos mejor en que consiste su perfección y nos sentimos llevados a ser como Él: llenos de amor, de compasión y misericordia”.
Ahora bien, ¿las palabras de Jesús son realistas? Si nos fijamos en la historia de la salvación, vemos que toda la revelación de Dios es un amor incesante e incansable por la humanidad. “ Dios es como un padre y como una madre que ama con un amor insondable a todas sus criaturas y es evidente que, en comparación con ese amor que no tiene medida, el nuestro no estará nunca a la altura –señaló el Papa- Pero cuando Jesús nos llama a ser misericordiosos como el Padre no se refiere a la cantidad. Lo que pide a sus discípulos es que sean signos, canales, testigos de su misericordia”.
La Iglesia, que no puede por menos que ser un sacramento de la misericordia de Dios en el mundo, en cualquier momento y para toda la humanidad, a lo largo de los siglos ha tenido y tiene santos y santas que han encarnado el amor del Señor, derramándolo en las innumerables necesidades de la humanidad que sufre reflejando así el rostro misericordioso de Cristo. Y Cristo explica a sus discípulos con dos verbos, perdonar y dar, lo que significa ser misericordiosos.
La misericordia se expresa, en primer lugar, en el perdón: "No juzguéis y no seréis juzgado; no condeneis , y no seréis condenado; perdonad y seréis perdonados ". “Jesús no quiere desviar el curso de la justicia humana –observó el Santo Padre- sin embargo, recuerda a sus discípulos que para tener relaciones fraternas hay que suspender los juicios y las condneas. “El perdón es, de hecho, el pilar que sostiene la vida de la comunidad cristiana, porque demuestra la gratuidad con la que Dios nos amó en primer lugar…El cristiano debe perdonar porque ha sido perdonado. No hay uno solo de nosotros que no haya tenido en su vida necesidad del perdón de Dios. Lo decimos todos los días en el Padre Nuestro: “Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”… Si Dios me ha perdonado ¿por qué no debo perdonar a los demás? ¿Soy más grande que Dios? … Condenar al pecador rompe el vínculo de fraternidad con él y desprecia la misericordia de Dios, que en cambio no quiere renunciar a ninguno de sus hijos”.
El segundo pilar es dar. "Dad y se os dará …con la medida con la que midáis seréis medidos”.
“Dios nos da mucho más de lo que merecemos, pero será aún más generoso con los que hayan sido generosos aquí en la tierra.Con la medida del amor que damos, decidimos nosotros mismos como seremos juzgados…Es una lógica coherente: en la medida en que se recibe de Dios, se da al hermano –reiteró el Papa- y en la medida en que se da al hermano se recibe de Dios”.
“El amor misericordioso es el único camino a seguir. ¡Cuánto necesitamos todos ser un poco más misericordiosos –exclamó al final de la catequesis- no chismorrear, no juzgar, no desplumar a los demás con las envidias y los celos…Tenemos que perdonar, ser misericordiosos, vivir nuestra vida en el amor. Ese amor hace que los discípulos de Jesús no pierdan la identidad que han recibido de Él, y que se reconozcan a sí mismos como hijos de un mismo Padre. En el amor que practican en la vida se reverbera la Misericordia que no tendrá fin. Pero no os olvidéis de que la misericordia es esto: perdón y don. Así se ensancha el corazón, con el amor. En cambio el egoísmo, la rabia, empequeñecen al corazón que se vuelve duro como una piedra…Si preferís un corazón lleno de amor, sed misericordiosos”.