Esta mañana en la Sala Clementina del Palacio Apostolico Vaticano, el Santo Padre ha recibido en audiencia a la Asociación Bíblica Italiana con motivo de la Semana Bíblica Nacional durante la que se ha reflexionado sobre el tema “Hagamos al ser humano…varón y hembra; declinación de la polaridad hombre-mujer en las Escrituras”, profundizando así algunos aspectos de la relación entre hombre y mujer a partir de textos bíblicos fundamentales.
El Papa Francisco, dándoles la bienvenida, recordó que a esa cuestión había dedicado un ciclo memorable de catequesis san Juan Pablo II, tema también abordado por Francisco en las suyas.
“Reflexionar sobre cómo hemos sido creados, formados a imagen y semejanza del Creador, la diferencia con las otras criaturas y con toda la creación es esencial -explicó el Santo Padre- Esto nos ayuda a comprender la dignidad que todos, hombres y mujeres, tenemos, una dignidad que hunde sus raíces en el mismo Creador. Siempre me ha impresionado que nuestra dignidad sea precisamente la de ser hijos de Dios, y en el curso de la Escritura esa relación se manifiesta en el hecho de que Él nos guía al igual que lo hace un Padre con un hijo. En el segundo relato de la creación, aparece como Dios nos haya hecho de forma "artesanal", plasmando del barro de la tierra; es decir, las manos de Dios se han comprometido con nuestras vidas. Él nos creó no sólo con sus palabras sino con sus manos y su aliento vital , como si todo el ser de Dios se hubiera involucrado en dar vida al ser humano”.
“Pero existe la posibilidad de que esta dignidad, otorgada por Dios, pueda degradarse –advirtió- Diciéndolo en términos de fútbol, el hombre tiene la capacidad de meterse un "autogol". Esto sucede cuando negociamos la dignidad, cuando abrazamos la idolatría, cuando damos un lugar en nuestros corazones a la experiencia de los ídolos. Durante el éxodo de Egipto, cuando el pueblo estaba cansado porque Moisés tardaba en bajar del monte, fue tentado por el diablo, y construyó un ídolo. Era un ídolo de oro. Todos los ídolos tienen algo de oro: esto nos hace pensar en la fuerza de atracción de las riquezas , al hecho de que el hombre pierda su dignidad cuando en su corazón las riquezas suplantan el puesto de Dios”.
En cambio “Dios nos ha dado la dignidad de ser hijos suyos. De esto se deriva también una pregunta: ¿Cómo puedo compartir esta dignidad para que se desarrolle en una reciprocidad positiva? ¿Cómo puedo hacer que el otro se sienta digno? ¿Cómo puedo "contagiar " la dignidad? Cuando alguien desprecia, segrega, discrimina, no contagia la dignidad, sino todo lo contrario. Nos sentará bien preguntarnos a menudo: ¿Cómo asumo mi dignidad? ¿Cómo la hago crecer? Y también nos sentará bien examinarnos para descubrir si contagiamos nuestra dignidad a nuestro prójimo y cuando lo hacemos”, concluyó el Papa.