Si durante el Jubileo el Papa ha reiterado en sus catequesis que Jesús se expresa siempre con una ternura única, signo de la presencia y de la bondad de Dios, en la audiencia general de esta mañana lo ha hecho a partir del paso del evangelio de san Matero que dice: “Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso [...] Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras vidas .
“La invitación del Señor es sorprendente –dijo el Santo Padre –: llama a seguirlo a la gente sencilla, agobiada por una vida difícil, llama a seguirlo a personas que tienen muchas necesidades y les promete que encontrarán en él descanso y alivio. La invitación asume una forma imperativa: "Venid a mí", "Llevad mi yugo" y "Aprended de mí."¡Ojalá todos los líderes del mundo pudieran decir lo mismo!”, exclamó, pasando a explicar a los miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro el significado de esas tres frases, partiendo del primer imperativo “Venid a mí."
“Llamando a todos los que están cansados y oprimidos –dijo Francisco- Jesús se presenta como el Siervo del Señor descrito en el libro del profeta Isaías que dice: "El Señor me ha dado lengua de discípulo, para que haga saber al cansado una palabra alentadora”, y al lado de estos agobiados por la vida el Evangelio pone a menudo también a los pobres y a los “pequeños”, es decir a “aquellos que no pueden depender de sus propios recursos, ni de amistades importantes. Sólo pueden confiar en Dios”. Por eso, “conscientes de su condición humilde y mísera, saben que dependen de la misericordia del Señor y de El esperan la única ayuda posible. En la invitación de Jesús finalmente encuentran respuesta a su espera: convirtiéndose en sus discípulos reciben la promesa de encontrar descanso en sus vidas.Una promesa que al final del Evangelio se extiende a todas las gentes”.
Así hacen los peregrinos que acogiendo la invitación a celebrar este año de gracia del Jubileo, atraviesan la Puerta de la Misericordia abierta en las catedrales, en los santuarios, en tantas iglesias del mundo, en los hospitales, en las cárceles. Y la atraviesan para “encontrar a Jesús, para encontrar su amistad y el descanso que da sólo El. Este camino expresa la conversión de todos los discípulos que se esfuerzan por seguir a Jesús. Y la conversión consiste siempre en descubrir la misericordia del Señor, que es infinita e inagotable”.
El segundo imperativo dice: "Llevad mi yugo". En el contexto de la Alianza, la tradición bíblica utiliza la imagen del yugo para mostrar el estrecho vínculo que une al pueblo con Dios y, por lo tanto, la sumisión a su voluntad expresada en la ley. “En controversia con los escribas y los doctores de la Ley, Jesús pone a sus discípulos su yugo, en el que se cumple la Ley. Quiere enseñarles a descubrir la voluntad de Dios a través de su persona… no mediante leyes y preceptos que el mismo Jesús condena. Él está en el centro de su relación con Dios, está en el corazón de las relaciones entre los discípulos y se erige como el centro de la vida de cada uno”.
De ahí se desprende el tercer imperativo: "Aprended de mí." “A sus discípulos, Jesús presenta un camino de conocimiento y de imitación. Jesús no es un maestro que con severidad impone a los otros pesos que él no lleva: este era el reproche que hacía a los doctores de la ley. El se dirige a los humildes, a los pequeños, a los pobres, a los necesitados, porque él mismo se ha hecho pequeño y humilde. Comprende a los pobres y a los que sufren porque él mismo es pobre y sometido a la prueba del dolor….. El yugo que los pobres y los oprimidos soportan es el mismo yugo que él soportó antes que ellos, por eso es un yugo ligero. El cargó en sus hombros los dolores y pecados de toda la humanidad. Para el discípulo, por lo tanto, recibir el yugo de Jesús significa recibir su revelación y acogerla: En él misericordia de Dios se ha hecho cargo de la pobreza de los hombres, dando así a todos la oportunidad de salvación”.
Pero ¿por qué Jesús es capaz de hablar así? , se preguntó el Obispo de Roma. “Porque se acercó a todos, a los más pobres. Era un pastor entre la gente, entre los pobres, trabajaba todo el día con ellos. Jesús no era un príncipe. Es muy feo para la Iglesia cuando los pastores se convierten en príncipes alejados de la gente, alejados de los más pobres: ese no es el espíritu de Jesús. Jesus reprochaba a estos pastores y decía a la gente de ellos: “Haced lo que dicen, pero no lo que hacen”.
“También nosotros atravesamos por momentos de fatiga y desilusión –observó Francisco- Entonces es cuando tenemos que acordarnos de estas palabras del Señor, que nos consuelan tanto y nos ayudan a entender si estamos poniendo nuestras fuerzas al servicio del bien. A veces la causa de nuestra fatiga se debe a haber depositado nuestra confianza en cosas que no son esenciales, porque nos hemos alejado de lo que realmente importa en la vida. El Señor nos enseña a no tener miedo de seguirlo, porque la esperanza que ponemos en él, no será vana. Por lo tanto, estamos llamados a aprender de él lo que significa vivir de misericordia para ser instrumentos de la misericordia. Vivir de misericordia y sentirse necesitados de la misericordia de Jesús y cuando nos sentimos necesitados de perdón, de consuelo, aprendamos a ser misericordiosos con los demás”.
“Mantener los ojos fijos en el Hijo de Dios nos hace darnos cuenta de lo mucho que queda por hacer; pero, al mismo tiempo nos da la alegría de saber que estamos caminando con Él y nunca estamos solos. ¡Ánimo, pues, ánimo! –exhortó el Papa- No nos dejemos arrebatar la alegría de ser discípulos del Señor. …Pero, Padre soy un pecador, ¿qué puedo hacer? Dejáte mirar por el Señor, abre tu corazón, siente su mirada sobre ti, su misericordia, y tu corazón se llenará de alegría, de la alegría del perdón, si tu te acercas a pedir el perdón.No dejemos que nos roben la esperanza de vivir esta vida con él y con la fuerza de su consuelo”.