La misericordia salva y su empuje misionero transforma el mundo y la historia, ha afirmado el Santo Padre durante la catequesis de la audiencia general, celebrada en la Plaza de San Pedro y en la que han participado más de 25.000 personas. Comentando la lectura del evangelio de Mateo que narra la pregunta de los discípulos que envía Juan el Bautista, prisionero en la cárcel, a Jesús: ¿”Eres tu el que ha de venir ?”, el Papa ha recordado que el Precursor esperaba con ansia al Mesías y en su predicación lo había descrito con tintas fuertes, como un juez que por fin habría instaurado el reino de Dios y purificado a su pueblo premiando a los buenos y castigando a los malvados. Pero Jesús había iniciado su ministerio público con un estilo muy diferente y Juan, angustiado también por su prisión, quería saber si era él el Mesías o había que esperar a otro.
“A primera vista –dijo Francisco- la respuesta de Jesús no corresponde con la expectativa del Bautista. De hecho, Jesús dice: "Id y contad a Juan lo que oís y veis: los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan, y se anuncia a los pobres la Buena Nueva. Y dichoso aquel que no halle escándalo en mí"…. Así, Jesús responde que es el instrumento concreto de la misericordia del Padre que sale al encuentro de todo el mundo, manifestando de esta forma el juicio de Dios”.
El mensaje que la Iglesia recibe de este relato de la vida de Cristo es muy claro. Dios no envió a su Hijo al mundo para castigar a los pecadores, ni para destruir a los malvados. A ellos se dirige, en cambio, la invitación a la conversión para que, al ver los signos de la bondad divina, puedan encontrar el camino de regreso. “La justicia que el Bautista colocaba en el centro de su predicación –señaló el Papa- en Jesús se manifiesta en primer lugar como misericordia. Y las dudas del Precursor anticipan de alguna manera el desconcierto que Jesús suscitará más tarde con sus acciones y sus palabras… Escándalo significa "obstáculo". Por lo tanto, Jesús advierte de un peligro particular: si el obstáculo para creer son sobre todo sus acciones de misericordia, esto significa que se tiene una falsa imagen del Mesías. Dichosos, en cambio, son aquellos que, frente a los gestos y las palabras de Jesús, glorifican al Padre que está en los cielos”.
“La advertencia de Jesús es siempre actual –destacó el Pontífice- También hoy en día el ser humano construye imágenes de Dios que le impiden disfrutar de su presencia real. Algunos se recortan una fe “a medida” que reduce a Dios en el espacio limitado de sus propios deseos y sus propias creencias. Pero esta fe no es la conversión al Señor que se revela; al contrario le impide provocar nuestra vida y nuestra conciencia. Otros reducen a Dios a un falso ídolo; utilizan su santo nombre para justificar sus propios intereses o incluso el odio y la violencia. Para otros Dios es sólo un refugio psicológico donde buscar seguridad en los momentos difíciles: es una fe replegada sobre sí misma, impermeable a la fuerza del amor misericordioso de Jesús, que empuja hacia los hermanos. Otros consideran a Cristo sólo como un buen maestro de enseñanzas éticas, uno entre los muchos de la historia. Por último, están los que sofocan la fe en una relación puramente intimista con Jesús, anulando su empuje misionero capaz de transformar el mundo y la historia. Nosotros, los cristianos, creemos en el Dios de Jesucristo, y nuestro deseo es crecer en la experiencia viva de su misterio de amor”.
Con la exhortación a “no interponer obstáculo alguno a la acción del Padre misericordioso” y a pedirle una fe grande para “convertirnos en signos e instrumentos de misericordia”, finalizó la catequesis del Obispo de Roma.