El Papa Francisco abrió ayer tarde en la basílica de San Juan de Letrán el congreso diocesano de Roma cuyo tema es “La alegría del amor, el camino de las familias a Roma a la luz de la exhortación apostólica Amoris Laetitia del Papa Francisco”, cuyos trabajos, organizados en cinco laboratorios temáticos en las 36 prefecturas de la diócesis romana acabarán esta tarde, El Santo Padre articuló la reflexión sobre la exhortación apostólica “Amoris Laetitia” en tres puntos: la vida de toda persona, la vida de toda familia debe ser tratada con mucho respeto y cuidado; no a una pastoral de guetos y para guetos; dar espacio a los ancianos para que vuelvan a soñar.
Sin embargo, al principio de su discurso, del que ofrecemos una amplia síntesis, Francisco recuperó algunas de las ideas claves del camino sinodal para que se comprendiera mejor el espíritu de la exhortación sirviéndose también de tres imágenes bíblicas: “Quítate las sandalias, porque el suelo que estás pisando es una tierra santa” (Ex 3,5)., “Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano”, (Lc 18,11). “Los ancianos tendrán sueños proféticos” (Joel 3,1).
Sigue la síntesis del discurso del Papa:
“Quítate las sandalias, porque el suelo que estás pisando es una tierra santa”.. Esta fue la invitación de Dios a Moisés ante la zarza ardiente. El terreno que atravesar, los temas para abordar en el Sínodo, exigían una actitud determinada….Teníamos teníamos los rostros concretos de tantas familias… Este darle rostro a los temas exigía (y exige) un clima de respeto capaz de ayudarnos a escuchar lo que Dios nos está diciendo al interno de nuestras situaciones.. Un respeto cargado de preocupaciones y preguntas honestas que buscaban cuidar las vidas que estamos llamados a pastorear….Ponerle rostros a los temas… nos protege de ideologizar la fe con sistemas bien armados pero que desconocen la gracia… Y esto, solo puede hacerse en un clima de fe. Es la fe, la que nos mueve a no cansarnos de buscar la presencia de Dios en los cambios de la historia.
En ese contexto Dios salió a nuestro encuentro. Su Palabra vino a nosotros no como una secuencia de tesis abstractas sino como una compañera de viaje …Esto nos recuerda que nuestras familias, las familias en nuestras parroquias con sus rostros, historias, con todas sus complicaciones “no son un problema, son una oportunidad”. Oportunidad que nos desafía a despertar una creatividad misionera capaz de abrazar todas las situaciones concretas... Este encuentro nos desafía a no dar nada ni nadie por perdido… a no abandonar a nadie por no estar a la altura de lo que debería ser. Y esto nos impone salir de las declaraciones de principios para adentrarnos en …los barrios…y, como artesanos ir plasmando en esta realidad el sueño de Dios, cosa que sólo lo pueden hacer las personas de fe, las que no le cierran el paso a la acción del Espíritu.”.
Ahora la segunda imagen bíblica. La del fariseo, cuando rezando le decía al Señor: “Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano”. Una de las tentaciones a la que continuamente estamos expuestos es tener una lógica separatista. Creemos que ganamos en identidad y en protección cada vez que nos diferenciamos o aislamos de los demás, especialmente de aquellos que están viviendo en una situación diferente. La identidad no se hace en la separación, sino en la pertenencia, mi pertenencia al Señor. …No podemos analizar, reflexionar y menos rezar con la realidad como sí nosotros estuviéramos en bandos o sendas diferentes, como si nosotros estuviéramos fuera de la historia. Todos necesitamos convertirnos… y decir con el publicano: ¡Dios mío, ten piedad de mí que soy un pecador! Con este punto de partida, quedamos incluidos en el mismo “bando” .
Mirar nuestras familias con la delicadeza con la que Dios las mira nos ayuda a poner nuestros sentidos en su misma dirección. El acento en la misericordia nos posiciona frente a la realidad de una manera realista, pero no con cualquier realismo sino con el realismo de Dios.. No hay nada comparable con el realismo evangélico, que no se detiene en una descripción de las situaciones, de las problemáticas - menos en el pecado - sino que siempre va más allá y logra ver detrás de cada rostro, de cada historia, de cada situación, una oportunidad, una posibilidad. El realismo evangélico se compromete con el otro, con los otros y no hace de los ideales y del “deber ser” un obstáculo para encontrarse con los demás en la situaciones en las que se hallan. No se trata de no proponer el ideal evangélico, al contrario, nos invita a vivirlo al interno de la historia, con todo lo que implica. Esto no significa no ser claros en la doctrina, sino evitar caer en juicios y actitudes que no asuman la complejidad de la vida. El realismo evangélico se ensucia las manos porque sabe que “trigo y cizaña” crecen juntos, y lo mejor del trigo siempre - en esta vida - estará mezclado con algo de cizaña. «Comprendo a quienes prefieren una pastoral más rígida que no dé lugar a confusión alguna. Pero creo sinceramente que Jesucristo quiere una Iglesia atenta al bien que el Espíritu derrama en medio de la fragilidad: …Una Iglesia capaz de «asumir la lógica de la compasión con los frágiles y evitar persecuciones o juicios demasiado duros o impacientes. El mismo Evangelio nos reclama que no juzguemos ni condenemos”.
“Los ancianos tendrán sueños proféticos” .Tal era una de las profecías de Joel para el tiempo del Espíritu. Los ancianos tendrán sueños y sus jóvenes verán visiones. En esta profecía contemplamos una realidad inderogable: en los sueños de nuestros ancianos muchas veces está la posibilidad de que nuestros jóvenes vuelvan a tener visiones, vuelvan a tener futuro, mañana, esperanza…Son dos realidades que van de la mano y que se necesitan y relacionan….Como sociedad, hemos privado de su voz a nuestros ancianos, los hemos privado de su espacio; le hemos privado de la oportunidad de contarnos sus experiencias…. Nos hemos privado del testimonio de matrimonios que no sólo han perdurado en el tiempo sino que siguen sosteniendo en su corazón la gratitud por todo lo vivido.
Esta falta de modelos, de testimonios, esta falta de abuelos, de padres capaces de narrar sueños no le permite a las generaciones jóvenes “tener visiones”. No les permite proyectarse, ya que el futuro genera inseguridad, desconfianza, miedo. Sólo el testimonio de nuestros padres, de ver que fue posible luchar por algo que valió la pena, los ayudará a levantar la mirada. ¿Cómo queremos que los jóvenes vivan el desafío de la familia, del matrimonio como un don si continuamente escuchan de nosotros que es un carga?
Tres imágenes:La vida de toda persona, la vida de toda familia debe ser tratada con mucho respeto y cuidado. Atención para no crear una pastoral de guetos y para guetos.Dar espacios a los ancianos para que vuelvan a soñar.
Tres imágenes que nos recuerdan como «La fe no nos aleja del mundo, sino que nos introduce más profundamente en el» No como aquellos perfectos e inmaculados que creen saberlo todo, sino como aquellos que han conocido el amor que Dios nos tiene . Y en esa confianza, con esa certeza, con mucha humildad y respeto, queremos acercarnos a todos nuestros hermanos para vivir la alegría del amor en familia. Con esa confianza renunciamos a “encierros” «que nos permiten mantenernos alejados de la tormenta humana, para que aceptemos de verdad entrar en contacto con la existencia concreta de los otros y conozcamos la fuerza de la ternura» .Esto nos exige desarrollar una pastoral familiar capaz de acoger, acompañar, discernir e integrar. Una pastoral que permita y posibilite el andamiaje adecuado para que la vida a nosotros confiada encuentre el sustento necesario para desarrollarse de acuerdo al sueño de Dios”.