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Un laicado en salida, 17.06.2016

“Iglesia en salida, laicado en salida”. El Papa Francisco ha propuesto este  escenario de referencia a los participantes en la asamblea del Pontificio Consejo para los Laicos recibiéndoles esta mañana en audiencia. En este momento histórico particular, y en el contexto del Jubileo de la Misericordia – ha dicho- la Iglesia está llamada a ser cada vez más consciente de ser " la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas y pecadora. de  una ser Iglesia en salida permanente, "comunidad evangelizadora que sabe  tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos”.

De ahí que llamase a los miembros del dicasterio a levantar la vista y mirar  hacia  fuera,  a los tantos “lejanos” de nuestro mundo, “a las muchas familias en apuros  y necesitadas de  misericordia, a los tantos apostolados sin explorar, a los numerosos laicos de  corazón bueno y generoso que de buen grado pondrían al servicio del Evangelio su energía, su tiempo, sus habilidades, si se les  involucrase, se les valorase y acompañase con afecto y dedicación por parte de los pastores y las instituciones eclesiales. “Necesitamos –subrayó -laicos bien formados, animados por una fe sincera y límpida, cuya vida haya sido tocada por  el encuentro personal y misericordioso con el amor de Cristo Jesús. Necesitamos laicos que se arriesguen, que se ensucien las manos, que no tengan miedo de equivocarse, que salgan adelante. Necesitamos laicos con visión de futuro, no cerrados en las pequeñeces de la vida. Y se lo he dicho a los jóvenes: necesitamos laicos con el sabor de la experiencia de la vida, que se atrevan a soñar. Hoy es el tiempo en que los jóvenes necesitan los sueños de los ancianos. ¡Empujémolos, empujémolos para que sueñen! y como dice el profeta Joel “tengan sueños”, esa capacidad de soñar, y nos den a todos la fuerza de nuevas visiones apostólicas”

Ya que el Pontificio Consejo para los Laicos asumirá en breve una nueva fisonomía, el Santo Padre aprovechó la ocasión para resumir las etapas que han jalonado la existencia de ese dicasterio nacido, tras el  Concilio Vaticano II por voluntad del beato Pablo VI, el “papá” de los jóvenes, de los laicos”, como lo definió Francisco y que  ha acompañado  la vida, la maduración y transformación del laicado católico durante más de medio siglo.

Francisco recordó la nueva estación postconciliar que, junto con las asociaciones laicales de larga y digna historia, vio el surgimiento de muchos movimientos y   nuevas comunidades de gran empuje  misionero:  movimientos seguidos por el dicasterio en su desarrollo,”acompañados con atención  y asistidos en la delicada fase del reconocimiento legal de sus estatutos”.  Después,  la aparición de nuevos ministerios laicales, a los que se confiaron no  pocas actividades apostólicas, así como el creciente papel de la mujer en la Iglesia y  por último, la creación de las Jornadass Mundiales de la Juventud  “gesto providencial de San Juan Pablo II, instrumento de evangelización de las nuevas generaciones”, seguida con gran atención por el Pontificio Consejo, que contó además entre sus miembros y consultores al mismo Karol Wojtyla.


“Podemos decir, por tanto, que el mandato que recibistéis del Concilio  fue precisamente el de "empujar" a los fieles laicos a involucrarse cada vez más y mejor en la misión evangelizadora de la Iglesia, no por "delega" de la jerarquía –precisó el Pontífice- sino porque su apostolado es participación en la misma misión salvífica de la Iglesia, apostolado al que todos están destinados por el Señor mismo en virtud del bautismo y de la confirmación. El  bautismo  hace de cada fiel laico un discípulo misionero del Señor, sal de la tierra,  luz del mundo, levadura que transforma la realidad desde dentro…Es la puerta de entrada; en la Iglesia se entra por el bautismo, no por la ordenación sacerdotal o episcopal. Todos hemos entrado por la misma puerta”.


“A la luz de este camino recorrido, es tiempo de mirar nuevamente con  esperanza hacia el futuro. Todavía queda  mucho por hacer ensanchando  horizontes y recogiendo los  nuevos retos que presenta la realidad. De  aquí nace el proyecto de reforma de la Curia, en particular de la unión de vuestro dicasterio con el  Pontificio Consejo  para la Familia en conexión con la Academia para la Vida- explicó Francisco- Os  invito a acoger esta reforma, que os atañe, como signo de aprecio y estima por el trabajo que hacéis, y como un signo de  renovada confianza en la vocación y la misión de los laicos en la Iglesia de hoy. El nuevo dicasterio  tendrá como"timón" para continuar su travesía, por una parte la  Christifideles laici y por otra  la Evangelii Gaudium y  la Amoris Laetitia, y sus ámbitos privilegiados de trabajo serán la familia y la defensa de la vida”.