Después de pronunciar su discurso ante el PAM, el Papa saludó a algunos funcionarios de ese organismo, heridos durante sus misiones , para ir a continuación al jardín del edificio donde le esparaba el personal con sus familias y los niños del jardín de infancia contiguo. Francisco, en lugar de pronunciar el discurso que dio por leído y que reproducimos más abajo, prefirió departir brevemente con los presentes en italiano, porque como dijo, su discurso era en español y la mayoría no lo habría entendido.
« Lo primero que quiero deciros en mi italiano no muy bueno es gracias.- afirmó- Gracias porque hacéis el trabajo escondido, el que está detrás y no se ve pero que hace posible que todo salga adelante- Sois como los cimientos de una casa : sin ellos se cae. En el mundo se hacen muchos proyectos y muchas cosas para combatir el hambre y lo hacen gente muy valiente. Pero gracias a vuestro apoyo, a vuestra ayuda escondida. Vuestros nombres aparecen solamente en la lista del personal – y en la del sueldo a finales de mes- pero aparte de esto nadie sabe como os llamáis. Y sin embargo, vuestros nombres hacen posible esta gran tarea de la lucha contra el hambre- Gracias a un pequeño trabajo., a un pequeño sacrificio, a vuestro sacrificio, grande o pequeño, tantos niños pueden comer, tanta hambre es derrotada. Os lo agradezco mucho ».
… « Creo que todos tenéis el mismo valor que vuestra directora ; en vuestro caso el valor de llevar a cabo una tarea « entre bastidores » y de ayudar. Hay un valor de las personas que se ve, porque en un cuerpo hay pies, hay manos, hay cara : se ve la cara, pero los pies no porque están metidos en los zapatos ; pero vosotros sois los pies, las manos que sostienen el valor de todos los que salen adelante, los que también han sostenido el valor de vuestros mártires, digámoslo así, de vuestros testigos. Nunca olvidéis los nombres que están grabados en la entrada. Ellos pudieron hacer lo que hicieron por el valor que tenían, por la fe en su trabajo, pero también porque estaban sostenidos por vuestro trabajo. Muchas gracias. Y os pido que recéis por mí, para que también yo pueda hacer algo contra el hambre ».
Sigue el discurso preparado por el Papa para el personal del PAM.
¡Buenos días! Me alegra encontrarme con ustedes en un clima sencillo y familiar, reflejo del estilo que anima su entrega en el servicio a tantos hermanos nuestros que hoy encuentran en ustedes uno de los rostros solidarios de la humanidad. Quisiera también tener presente a sus colegas, que diseminados por todo el mundo, colaboran con el Programa Mundial de Alimentos. A todos ustedes, gracias por su calurosa cercanía y bienvenida.
La señora Directora Ejecutiva me ha comentado la importancia del trabajo que ustedes desarrollan con gran competencia y no pocos sacrificios, de forma generosa, incluso en situaciones arduas y a menudo de inseguridad por causas naturales o humanas. La amplitud y gravedad de los problemas que afronta el PAM pide que ustedes sigan adelante, poniendo entusiasmo en todo lo que hacen, sin detenerse, siempre dispuestos a servir. Para ello cuenta mucho la formación permanente, una fina intuición y sobre todo un gran sentido de compasión, sin el cual todo lo anterior carecería de fuerza y de sentido.
El PAM ha puesto una alta misión en sus manos. El éxito de la misma depende en gran parte de no dejarse vencer por la inercia y poner en todo capacidad de iniciativa, imaginación y profesionalidad, a fin de buscar cada día vías nuevas y eficaces para derrotar la malnutrición y el hambre que sufren tantos seres humanos en diversas partes del mundo. Son ellos los que están pidiendo que les prestemos nuestra atención. Por eso es importante que ustedes no se dejen agobiar por los dosieres y alcancen a descubrir que, en cada papel, hay una historia concreta, con frecuencia dolorosa y delicada. El secreto es ver detrás de cada expediente un rostro humano que requiere ayuda. Escuchar el grito del pobre les permitirá no dejarse encasillar en fríos formularios. Todo es poco para derrotar un fenómeno tan terrible como el hambre.
El hambre es una de las mayores amenazas a la paz y a la serena convivencia humana. Una amenaza que no podemos contentarnos solamente con denunciar o estudiar. Hay que encararla con decisión y resolverla con urgencia. Cada uno de nosotros, con la responsabilidad que tiene, debe actuar en la medida de sus posibilidades para alcanzar una solución definitiva a esta miseria humana, que degrada y merma la existencia de un número muy grande de hermanos y hermanas nuestras. Y, a la hora de ayudar a cuantos la padecen cruelmente, nadie sobra ni puede limitarse a presentar una excusa, pensando que es un problema que le sobrepasa o que no le afecta.
El desarrollo humano, social, técnico y económico es el camino necesario para asegurar que cada persona, familia, comunidad o pueblo pueda afrontar sus propias necesidades. Lo cual nos está diciendo que hay que trabajar no por una idea abstracta, no por la defensa de una dignidad teórica, sino por salvaguardar la vida concreta de cada ser humano. En las zonas más pobres y deprimidas, esto significa disponer de alimentos en caso de emergencias, pero también posibilitar el acceso a medios e instrumental técnico, a puestos de trabajo, a microcréditos, y así procurar que la población local fortalezca su capacidad de respuesta a las crisis que surjan de forma repentina.
Al hablar de esto no me estoy refiriendo solamente a cuestiones materiales. Se trata ante todo de un compromiso moral que permita mirar con responsabilidad a la persona que tengo a mi lado, así como al objetivo general de todo el Programa. Ustedes están llamados a sostener y defender este compromiso mediante un servicio que sólo a primera vista puede parecer exclusivamente de carácter técnico. En cambio, lo que ustedes llevan a cabo son acciones que necesitan una gran fuerza moral, porque contribuyen a la edificación del bien común en cada país y en toda la comunidad internacional.
Frente a tantos retos, ante los peligros y trastornos que continuamente surgen, da la impresión de que el futuro de la humanidad solamente consistirá en responder a pruebas y riesgos cada vez más concatenados y difíciles de predecir, tanto en su amplitud como en su complejidad. Lo saben bien por propia experiencia. Pero esto no nos debe desanimar. Anímense y ayúdense para no dejar entrar en sus corazones la tentación de la desconfianza o de la indiferencia. Más bien, crean firmemente que el quehacer diario de todos ustedes está contribuyendo a convertir nuestro mundo en un mundo con rostro humano, en un espacio que tenga como puntos cardinales la compasión, la solidaridad, la ayuda recíproca y la gratuidad. Cuanto más grande sea su generosidad, su tenacidad, su fe, en mayor grado la cooperación multilateral podrá hallar adecuadas soluciones a los problemas que tanto nos preocupan, podrá agrandar las visiones parciales e interesadas y abrir caminos novedosos a la esperanza, el justo desarrollo humano, la sostenibilidad y la lucha por cerrar la brecha a las injustas desigualdades económicas, que tanto hieren a los más vulnerables.
Sobre cada uno de ustedes, sobre sus familias y el trabajo que desempeñan en el PAM, invoco abundantes bendiciones divinas.
Les ruego que recen por mí, cada uno en su interior, o al menos que cuando piensen en mí lo hagan en positivo. Mucho lo necesito.
Muchas gracias.