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El Papa invita a las Obras Misioneras Pontificias a un compromiso apasionado , 04.06.2016

El encuentro del Santo Padre con los participantes en la asamblea de las Obras Misioneras Pontificias tiene lugar este año en el centenario de la fundación de la Pontificia Unión Misionera (PMU), inspirada por el Beato Paolo Manna, un sacerdote misionero del Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras que. con el respaldo de San Guido Maria Conforti fue aprobada por Benedicto XV el 31 de de octubre de 1916 y cuarenta años más tarde Pío XII la calificó de "Pontificia".

 

El Papa, hablando de la figura del beato Paolo Manna, subrayó que había entendido muy bien que formar y educar al misterio de la Iglesia y su vocación misionera inherente es una finalidad que atañe a todo el pueblo santo de Dios, en sus diversos estados de vida y ministerios; de ahí que la formación de los obispos y los sacerdotes a la misión no significaba reducir la Pontificia Unión Misionera a una realidad meramente clerical, sino sostener a la jerarquía en su servicio a la naturaleza misionera de la Iglesia que es propia de todos. “Mediante este servicio con la caridad que les es propia -dijo- los pastores mantienen a la Iglesia siempre y en todas partes en un estado de misión, que es siempre en última instancia, la obra de Dios, y en la que participan mediante el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, todos los creyentes”.

Después, dirigiéndose a los directores nacionales de las Obras Misioneras Pontificias hizo hincapié en que “la misión hace a la Iglesia y la mantiene fiel a la voluntad del amor salvador de Dios”. Por esta razón -prosiguió- aun siendo importante que os preocupéis de la colecta y la distribución de las ayudas económicas que diligentemente administráis en favor de las muchas iglesias y muchos cristianos necesitados, -servicio que os agradezco- os exhorto a que no os limitéis solamente a este aspecto”.

El Papa subrayó que en la tarea de las Obras Misioneras la mística y la pasión debían prevalecer siempre sobre el aspecto organizativo, por muy eficiente que fuera, porque como ha reiterado en otras ocasiones ni la misión ni la Iglesia son equiparables a una Ong. Después destacó que un trabajo generoso de formación permanente en la misión, dirigida a todos, fieles laicos, pastores, Iglesias antiguas e Iglesias jóvenes, era el corazón del compromiso, llevado a cabo con la intención de servir y alimentar la identidad misionera de toda la Iglesia. “Las Iglesias de reciente fundación, ayudadas por vosotros para su formación misionera -dijo- pueden transmitir a las Iglesias de antigua fundación, a veces agobiadas por su historia y algo cansadas, el ardor de la fe joven, el testimonio de la esperanza cristiana, sostenida por el valor admirable del martirio. Os animo a servir con gran amor las Iglesias que, gracias a los mártires, testimonian cómo el Evangelio nos hace partícipes de la vida de Dios, y lo hacen por atracción y no por proselitismo”.

“En este Año Santo de la Misericordia, el celo misionero que consumía al beato Paolo Manna, y del que surgió la Pontificia Unión Misionera haga también hoy arder, apasionar, renovar, replantear y reformar el servicio que esta Obra está llamada a ofrecer a toda la Iglesia -auguró el Pontífice- Mientras damos gracias al Señor por sus cien años, espero que la pasión por Dios y por la misión de la Iglesia lleve también a la Pontificia Unión Misionera a repensar la docilidad al Espíritu Santo de cara a una reforma adecuada de sus métodos de actuación y de una auténtica renovación en aras de la formación permanente en la misión de todas las Iglesias”.

Francisco concluyó invitando a los miembros de las Obras Pontificias Misioneras a renovarse y a cambiar con pasión misionera y pidió que rezasen por él para que también tuviera ardor misionero para proseguir su camino sin deslizarse en la tranquilidad y la quietud.