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Mensaje del Papa a los católicos alemanes, 27.05.2016

El Santo Padre envío el miércoles por la tarde un vídeomensaje a la Katholikentag, la Jornada de los católicos alemanes que este año, en Liepzig, llega a su edición número cien y está dedicada al tema “He aquí al hombre”.

En el vídeo, proyectado en la apertura del evento, el Papa subraya que los participantes en la Katholikentag desean mostrar que viven la alegría del Evangelio y elogia sus buenas relaciones con los cristianos de otras confesiones y el testimonio que dan de Cristo mediante su compromiso en favor de los más débiles y necesitados.

“Os habéis reunido bajo el lema “He aquí al hombre” -prosigue- que demuestra de forma muy hermosa lo que realmente importa. No es lo que se hace, ni el éxito exterior lo que cuenta, sino la capacidad de detenerse, de mirar, de prestar atención al otro y ofrecerle lo que verdaderamente le falta.Todo ser humano desea la comunión y la paz. Necesita una convivencia pacífica. Pero todo ello puede crecer solamente cuando construimos la paz interior en nuestro corazón. Muchas personas viven en una prisa constante. Por lo tanto tienden a arrollar todo lo que tienen a su alrededor. Esto también repercute en la forma en que se trata el medio ambiente. Se trata de concederse más tiempo para recuperar la serena armonía con el mundo y con la creación, pero también con el Creador. En la contemplación, en la oración, buscamos adquirir cada vez más familiaridad con Dios. Y poco a poco descubrimos que nuestro Padre Celestial desea nuestro bien, Él quiere vernos felices, llenos de alegría y serenidad. Esta familiaridad con Dios anima también nuestra misericordia. Como ama el Padre, así aman sus hijos. Como es misericordioso Él, también nosotros estamos llamados a ser misericordiosos hacia los otros. Dejémonos tocar por la misericordia de Dios,también con una buena confesión para ser cada vez más misericordiosos como el Padre”.

"He aquí el hombre" - exclama el Papa- Tantas veces nos encontramos en la sociedad al hombre maltratado. Vemos como los demás juzgan el valor de su vida y requieren de él, en la vejez y las enfermedades, que muera pronto. Vemos cómo los hombres son arrojados de aquí para allá y privados de su dignidad, porque no tienen trabajo o son refugiados. Aquí vemos a Jesús que sufre y es martirizado, que pone sus ojos en la maldad y la brutalidad en todas sus dimensiones, la que padecen los hombres o la que hacen padecer uno a otro en este mundo”.

El Santo Padre finaliza deseando a todos los reunidos en Liepzig y a los fieles alemanes que den cada vez más espacio en su vida a la voz de los pobres y oprimidos. “Apoyaos mutuamente en el intercambio de experiencias e ideas sobre la manera de llevar la Buena Nueva de Cristo a los hombres. Imploremos al divino Consolador, el Espíritu Santo, para que nos dé el valor y la fuerza de ser testigos de la esperanza, que es Dios para toda la humanidad”.