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Audiencia jubilar: Apiadarse de los que sufren, 14.05.2016

El Papa Francisco dedicó la audiencia jubilar de este sábado a la piedad, entendida como un apiadarse de los que sufren. Más de 15.000 personas escucharon la catequesis del Santo Padre en la Plaza de San Pedro, a pesar de la lluvia y Francisco se lo agradeció, invitándolas como el pasado miércoles a saludar a los enfermos que, debido al mal tiempo, se hallaban en el Aula Pablo VI y participaban en la audiencia a través de las pantallas gigantes. “Os propongo darles la bienvenida con un aplauso -dijo- aunque sé que es difícil aplaudir con el paraguas en la mano”.

“Entre los aspectos de la misericordia -explicó, dando inicio a la catequesis- hay uno que consiste en sentir piedad o apiadarse de los que sufren. La piedad es un concepto que, en el mundo greco-romano indicaba... la devoción debida a los dioses así como el respeto de los hijos a sus padres, especialmente a los ancianos. Hoy, sin embargo, hay que tener cuidado de no confundir la piedad con ese pietismo, bastante generalizado, que es sólo una emoción superficial y ofende la dignidad del otro. Del mismo modo, la piedad no debe confundirse con la compasión que sentimos por los animales, que exagera el interés hacia ellos mientras deja indiferente ante el sufrimiento de los hermanos”.

La piedad de la que hablamos es, en cambio, “una manifestación de la misericordia de Dios. Es uno de los siete dones del Espíritu Santo que el Señor da a sus discípulos para que sean dóciles para obedecer las inspiraciones divinas”. “Muchas veces en los Evangelios -ejemplificó Francisco- encontramos el grito espontáneo que las personas enfermas, endomoniadas, pobres o afligidas dirigían a Jesús: "Ten piedad". Y El respondía a todos con la mirada de la misericordia y el consuelo de su presencia. En esos gritos de auxilio, o peticiones de piedad, cada uno expresaba también su fe en Jesús llamándole "Maestro", "Hijo de David" y "Señor". Intuían que en El había algo extraordinario que podría ayudarles a salir de la triste condición en que se encontraban. Percibían en Él el amor de Dios mismo. Y aunque la multitud se agolpase, Jesús era consciente de esas invocaciones de piedad y se compadecía, especialmente cuando veía a personas que sufrían y heridas en su dignidad, como en el caso de la hemorroísa. Los llamaba a tener fe en El y en su Palabra. Para Jesús, apiadarse equivalía a compartir la tristeza de los que encontraba, pero al mismo tiempo a actuar en primera persona para transformarla en alegría”.

“También nosotros -subrayó el Pontífice al final de la catequesis- estamos llamados a apiadarnos ante tantas situaciones de la vida, sacudiéndonos la indiferencia que nos impide reconocer las necesidades de los hermanos que nos rodean y liberándonos de la esclavitud del bienestar material.Miremos el ejemplo de la Virgen María que se preocupa por cada uno de sus hijos y para nosotros los creyentes, es el icono de la piedad. Dante Alighieri lo expresa en la oración a la Virgen al final del Paraíso. "En ti misericordia, en ti piedad,... en ti se aduna cuanto en la criatura hay de bondad”.