Jesús va buscar a sus discípulos cuando creen que los años pasados con él habían sido como un sueño, que los había dejado, y su presencia transforma todas las cosas. La sensación de abandono cede el paso a la certeza de que Cristo está con nosotros, entonces como ahora.
Este fue el comentario del Papa Francisco al evangelio de hoy, que narra la tercera aparición de Jesús resucitado a sus discípulos en las orillas del lago de Galilea. Antes de rezar el Regina Coeli con los fieles en la Plaza de San Pedro, el Santo Padre explicó que el relato describe la vida de los discípulos que vuelven a su rutina después de los días impresionantes de la pasión, muerte y resurrección de Cristo. “Era difícil para ellos entender lo que había sucedido. Pero cuando parecía que todo se había acabado, es de nuevo Jesús el que va a buscarles...Y esta vez los encuentra en el lago donde han pasado toda la noche sin pescar nada. Las redes vacías recuerdan, de alguna manera, el balance de su experiencia con Jesús: lo habían conocido, habían dejado todo para seguirlo, llenos de esperanza...¿Y ahora?. Sí lo habían visto resucitado, pero pensaban: “Se ha ido y nos ha dejado...ha sido como un sueño”.
Pero cuando al alba Jesús se presenta en la orilla, los pescadores cansados y desilusionados no reconocen al que les dice: “Echad las redes a la derecha y encontraréis pescado”. Los discípulos, fiándose de aquel hombre, lo hacen y el resultado es una pesca extraordinaria. “Es entonces cuando Juan dice a Pedro: “¡Es el Señor! E inmediatamente Pedro se tira al agua y nada hacia la orilla, hacia Jesús. En esa exclamación “¡Es el Señor!” está todo el entusiasmo de la fe pascual, llena de alegría y sorpresa- observó Francisco- que contrasta fuertemente con el desamparo, el desconsuelo, el sentido de impotencia que se habían acumulado en el ánimo de los discípulos. La presencia de Jesus resucitado lo transforma todo: la oscuridad es derrotada por la luz, el trabajo inútil se vuelve fructuoso y prometedor, la sensación de cansancio y de abandono cede el paso a un empuje nuevo y a la certeza de que El está con nosotros”.
“Desde entonces los mismos sentimientos animan a la Iglesia, a todos nosotros que somos la comunidad del Resucitado -subrayó el Pontífice- Si a una mirada superficial puede parecer a veces que las tinieblas del mal y la fatiga de la vida diaria prevalezcan, la Iglesia sabe con certeza que sobre todos los que siguen al Señor Jesús resplandece ya imperecedera la luz de Pascua. El gran anuncio de la Resurrección infunde en el corazón de los creyentes una profunda alegría y una esperanza invencible. ¡Cristo ha resucitado verdaderamente! Hoy también la Iglesia sigue haciendo resonar este anuncio: la alegría y la esperanza corren en los corazones, en los rostros , en los gestos y en las palabras. Todos nosotros, los cristianos, estamos llamados a comunicar este mensaje de resurrección a los que encontramos, especialmente a los que sufren, a los que están solos, a los que se encuentran en condiciones precarias, a los enfermos, a los refugiados, a los marginados. Hagamos llegar a todos un rayo de la luz de Cristo resucitado, un signo de su potencia misericordiosa”.
Después de rezar el Regina Coeli el Papa renovó “en la esperanza de Cristo resucitado”, su llamamiento para la liberación de todas las personas secuestradas en las zonas de conflicto armado. “En particular -dijo- quiero recordar al sacerdote salesiano Tom Uzhunnalil secuestrado en Aden, Yemen, el pasado 4 de marzo”.