Ciudad del Vaticano, 24 de marzo de 2016.- Esta mañana, a las 9.30 el Santo Padre ha presidido en la basílica de San Pedro la misa del Crisma, liturgia que se celebra el dia de Jueves Santo en todas las iglesias catedrales. Han concelebrado con el Papa los cardenales, obispos y sacerdotes diocesanos y religiosos de Roma. En el curso de la celebración eucarística, los sacerdotes han renovado las promesas efectuadas en su ordenación y a continuación se ha bendecido el aceite de los enfermos, el de los catecuménos y el crisma.
En la homilía Francisco citando la lectura del pasaje de Isaías, explicó que al escuchar en labios de Jesús las palabras: «Hoy mismo se ha cumplido esto que acaban de oír», bien podría haber estallado un aplauso en la Sinagoga de Nazaret.... Pero los evangelios nos dicen que hubo sentimientos encontrados en los paisanos de Jesús: le pusieron distancia y le cerraron el corazón...Se cumplía así lo que el anciano Simeón le había profetizado a nuestra Señora: «Será bandera discutida» Jesús, con sus palabras y sus gestos, hace que se muestre lo que cada hombre y mujer tiene en su corazón”.
“Y allí donde el Señor anuncia el evangelio de la Misericordia incondicional del Padre para con los más pobres, los más alejados y oprimidos, allí precisamente somos interpelados a optar, a «combatir el buen combate de la Fe» -continuó- La lucha del Señor no es contra los hombres sino contra el demonio enemigo de la humanidad. Pero el Señor «pasa en medio» de los que buscan detenerlo «y sigue su camino» . Jesús no confronta para consolidar un espacio de poder. Si rompe cercos y cuestiona seguridades es para abrir una brecha al torrente de la Misericordia que, con el Padre y el Espíritu, desea derramar sobre la tierra”... una Misericordia en camino, una Misericordia que cada día busca el modo de dar un paso adelante, un pasito más allá, avanzando sobre las tierras de nadie, en las que reinaba la indiferencia y la violencia”.
Así fue la dinámica del buen Samaritano que «practicó la misericordia» se conmovió, se acercó al herido, vendó sus heridas, lo llevó a la posada, se quedó esa noche y prometió volver a pagar lo que se gastara de más. Esta es la dinámica de la Misericordia, que enlaza un pequeño gesto con otro, y sin maltratar ninguna fragilidad, se extiende un poquito más en la ayuda y el amor. ... «Muéstranos Señor tu misericordia» Esta manera paradójica de rezar a un Dios siempre más misericordioso ayuda a romper esos moldes estrechos en los que tantas veces encasillamos la sobreabundancia de su Corazón”.
“Como sacerdotes -afirmó Francisco- somos testigos y ministros de la Misericordia siempre más grande de nuestro Padre; tenemos la dulce y confortadora tarea de encarnarla, como hizo Jesús, que «pasó haciendo el bien» de mil maneras, para que llegue a todos. Nosotros podemos contribuir a inculturarla, a fin de que cada persona la reciba en su propia experiencia de vida y así la pueda entender y practicar—creativamente— en el modo de ser propio de su pueblo y de su familia.
El Papa citó despué dos ámbitos en los que el Señor se excede en su Misericordia: el del encuentro y el del perdón.
En el primer ámbito Dios “se da todo y de manera tal que, en todo encuentro, directamente pasa a celebrar una fiesta” como en la parábola del Padre Misericordioso, también llamada del Hijo Pródigo en la que asistimos maravillados a “este derroche de alegría del Padre, a quien el regreso de su hijo le permite expresar su amor libremente, sin resistencias ni distancias” y que nos lleva a nuestra vez a “no tener miedo a exagerar en nuestro agradecimiento. La actitud podemos tomarla de aquel pobre leproso, que al sentirse curado, deja a sus nueve compañeros que van a cumplir lo que les mandó Jesús y vuelve a arrodillarse a los pies del Señor, glorificando y dando gracias a Dios a grandes voces”
“La misericordia restaura todo y devuelve a las personas a su dignidad original. Por eso, el agradecimiento efusivo es la respuesta adecuada... porque sólo así, participando plenamente en ese ámbito de celebración, uno puede después pensar bien, uno puede pedir perdón y ver más claramente cómo podrá reparar el mal que hizo. Puede hacernos bien preguntarnos: Después de confesarme, ¿festejo? ..-dijo el Papa- Y cuando doy una limosna, ¿le doy tiempo al otro a que me exprese su agradecimiento y festejo su sonrisa y esas bendiciones que nos dan los pobres, o sigo apurado con mis cosas después de «dejar caer la moneda»?
El otro ámbito es el perdón mismo. Dios “no sólo perdona deudas incalculables...sino que nos hace pasar directamente de la vergüenza más vergonzante a la dignidad más alta sin pasos intermedios. El Señor deja que la pecadora perdonada le lave familiarmente los pies con sus lágrimas. Apenas Simón Pedro le confiesa su pecado y le pide que se aleje, Él lo eleva a la dignidad de pescador de hombres”.
Nuestra respuesta al perdón excesivo del Señor debería consistir “en mantenernos siempre en esa tensión sana entre una digna vergüenza y una avergonzada dignidad: actitud de quien por sí mismo busca humillarse y abajarse, pero es capaz de aceptar que el Señor lo ensalce en bien de la misión, sin creérselo...Para entrar más hondo en esta avergonzada dignidad, que nos salva de creernos, más o menos, de lo que somos por gracia, nos puede ayudar ver cómo en el pasaje de Isaías que el Señor lee hoy en su Sinagoga de Nazaret, el Profeta continúa diciendo: «Ustedes serán llamados sacerdotes del Señor, ministros de nuestro Dios» . Es el pueblo pobre, hambreado, prisionero de guerra, sin futuro, sobrante y descartado, a quien el Señor convierte en pueblo sacerdotal”.
“Como sacerdotes, nos identificamos con ese pueblo descartado, al que el Señor salva y recordamos que hay multitudes incontables de personas pobres, ignorantes, prisioneras, que se encuentran en esa situación porque otros los oprimen. Pero también-advirtió Frtancisco- recordamos que cada uno de nosotros conoce en qué medida, tantas veces estamos ciegos de la luz linda de la fe, no por no tener a mano el evangelio sino por exceso de teologías complicadas. Sentimos que nuestra alma anda sedienta de espiritualidad, pero no por falta de Agua Viva —que bebemos sólo en sorbos—, sino por exceso de espiritualidades «gaseosas», de espiritualidades light. También nos sentimos prisioneros, pero no rodeados como tantos pueblos, por infranqueables muros de piedra o de alambrados de acero, sino por una mundanidad virtual que se abre o cierra con un simple click. Estamos oprimidos pero no por amenazas ni empujones, como tanta pobre gente, sino por la fascinación de mil propuestas de consumo que no nos podemos quitar de encima para caminar, libres, por los senderos que nos llevan al amor de nuestros hermanos, a los rebaños del Señor, a Ias ovejitas que esperan la voz de sus pastores”.
Y Jesús “viene a rescatarnos, a hacernos salir, para convertirnos de pobres y ciegos, de cautivos y oprimidos. en ministros de misericordia y consolación. Y nos dice, con las palabras del profeta Ezequiel al pueblo que se prostituyó y traicionó tanto a su Señor: «Yo me acordaré de la alianza que hice contigo cuando eras joven... Y tú te acordarás de tu conducta y te avergonzarás de ella... Yo mismo restableceré mi alianza contigo, y sabrás que yo soy el Señor. Así, cuando te haya perdonado todo lo que has hecho, te acordarás y te avergonzarás, y la vergüenza ya no te dejará volver a abrir la boca —oráculo del Señor—» .
“En este Año Santo Jubilar -concluyó- celebramos con todo el agradecimiento de que sea capaz nuestro corazón, a nuestro Padre, y le rogamos que "se acuerde siempre de su Misericordia"; recibimos con avergonzada dignidad Ia Misericordia en Ia carne herida de nuestro Señor Jesucristo y le pedimos que nos lave de todo pecado y nos libre de todo mal; y con la gracia del Espíritu Santo nos comprometemos a comunicar la Misericordia de Dios a todos los hombres, practicando Ias obras que el Espíritu suscita en cada uno para el bien común de todo el pueblo fiel de Dios”.