Index   Back Top Print

[ DE  - EN  - ES  - FR  - IT  - PT ]

.

VISITA PASTORAL DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A POMPEYA Y NÁPOLES

VISITA AL PENITENCIARIO "GIUSEPPE SALVIA"
Y ALMUERZO CON UN GRUPO DE DETENIDOS

PALABRAS DEL SANTO PADRE

Poggioreale, Nápoles
Sábado 21 de marzo de 2015

[Multimedia]


 

Estoy contento de estar en medio de vosotros con ocasión de mi visita a Nápoles. Doy las gracias a Claudio y a Pasquale que hablaron en nombre de todos. Este encuentro me permite expresar mi cercanía a vosotros, y lo hago trayéndoos la palabra y el amor de Jesús, que vino a la tierra para hacer plena nuestra esperanza y murió en la cruz para salvar a cada uno de nosotros.

A veces sucede que nos sentimos decepcionados, desanimados, abandonados por todos: pero Dios no se olvida de sus hijos, nunca los abandona. Él está siempre a nuestro lado, especialmente en el momento de la prueba; es un Padre «rico en misericordia» (Ef 2, 4), que dirige siempre hacia nosotros su mirada serena y benévola, nos espera siempre con los brazos abiertos. Esta es una certeza que infunde consuelo y esperanza, especialmente en los momentos difíciles y tristes. Incluso si en la vida nos hemos equivocado, el Señor no se cansa de indicarnos el camino del regreso y del encuentro con Él. El amor de Jesús hacia cada uno de nosotros es fuente de consuelo y de esperanza. Es una certeza fundamental para nosotros: nada podrá jamás separarnos del amor de Dios, ni siquiera las barras de una cárcel. Lo único que nos puede separar de Él es nuestro pecado; pero si lo reconocemos y lo confesamos con arrepentimiento sincero, precisamente ese pecado se convierte en lugar de encuentro con Él, porque Él es misericordia.

Queridos hermanos, conozco vuestras situaciones dolorosas: me llegan muchas cartas —algunas verdaderamente conmovedoras— desde los centros penitenciarios de todo el mundo. Muy a menudo los reclusos son tenidos en condiciones indignas de la persona humana, y luego no logran reinsertarse en la sociedad. Pero gracias a Dios hay también dirigentes, capellanes, educadores, agentes pastorales que saben estar cerca de vosotros de la forma adecuada. Y hay algunas experiencias buenas y significativas de inserción. Es necesario trabajar en esto, desarrollar estas experiencias positivas, que hacen crecer una actitud distinta en la comunidad civil y también en la comunidad de la Iglesia. En la base de este compromiso está la convicción de que el amor puede siempre transformar a la persona humana. Y entonces un lugar de marginación, como puede ser la cárcel en sentido negativo, se puede convertir en lugar de inclusión y de estímulo para toda la sociedad, para que sea más justa, más atenta a las personas.

Os invito a vivir cada día, cada momento en la presencia de Dios, a quien pertenece el futuro del mundo y del hombre. Esta es la esperanza cristiana: el futuro está en las manos de Dios. La historia tiene un sentido porque está habitada por la bondad de Dios. Por lo tanto, también en medio de tantos problemas, incluso graves, no perdamos nuestra esperanza en la infinita misericordia de Dios y en su providencia. Con esta segura esperanza, preparémonos para la Pascua ya cercana, orientando con firmeza nuestra vida hacia el Señor y manteniendo viva en nosotros la llama de su amor.

 



Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana