VISITA PASTORAL A LA PARROQUIA ROMANA DE SAN CIRILO ALEJANDRINO
HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
I Domingo de Adviento, 1 de diciembre de 2013
En la primera lectura, hemos escuchado que el profeta Isaías nos habla de un camino, y dice que al final de los días, al final del camino, el monte del Templo del Señor estará firme en la cima de los montes. Y esto, para decirnos que nuestra vida es un camino: debemos ir por este camino, para llegar al monte del Señor, al encuentro con Jesús. La cosa más importante que le puede suceder a una persona es encontrar a Jesús: este encuentro con Jesús que nos ama, que nos ha salvado, que ha dado su vida por nosotros. Encontrar a Jesús. Y nosotros caminamos para encontrar a Jesús.
Podemos preguntarnos: ¿Cuándo encuentro a Jesús? ¿Sólo al final? ¡No, no! Lo encontramos todos los días. ¿Pero cómo? En la oración, cuando tú rezas, encuentras a Jesús. Cuando recibes la Comunión, encuentras a Jesús, en los Sacramentos. Cuando llevas a bautizar a tu hijo, te encuentras a Jesús, hallas a Jesús. Y vosotros, hoy, que recibís la Confirmación, también vosotros encontraréis a Jesús; luego lo encontraréis en la Comunión. «Y más tarde, Padre, después de la Confirmación, adiós», porque dicen que la Confirmación se llama «el sacramento del ¡adiós!». ¿Es verdad esto o no? Después de la Confirmación no se va nunca a la iglesia: ¿es verdad o no?... ¡Más o menos! Pero también después de la Confirmación, toda la vida, es un encuentro con Jesús: en la oración, cuando vamos a misa y cuando realizamos buenas obras, cuando visitamos a los enfermos, cuando ayudamos a un pobre, cuando pensamos en los demás, cuando no somos egoístas, cuando somos amables... en estas cosas encontramos siempre a Jesús. Y el camino de la vida es precisamente este: caminar para encontrar a Jesús.
Hoy, también para mí es una alegría venir a encontrarme con vosotros, porque todos juntos, hoy, en la misa encontraremos a Jesús, y hacemos un tramo del camino juntos.
Recordad siempre esto: la vida es un camino. Es un camino. Un camino para encontrar a Jesús. Al final, y siempre. Un camino donde no encontramos a Jesús, no es un camino cristiano. Es propio del cristiano encontrar siempre a Jesús, mirarle, dejarse mirar por Jesús, porque Jesús nos mira con amor, nos ama mucho, nos quiere mucho y nos mira siempre. Encontrar a Jesús es también dejarte mirar por Él. «Pero, Padre, tú sabes —alguno de vosotros podría decirme—, tú sabes que este camino, para mí, es un camino difícil, porque yo soy muy pecador, he cometido muchos pecados... ¿cómo puedo encontrar a Jesús?». Pero tú sabes que las personas a las que Jesús mayormente buscaba eran los más pecadores; y le reñían por esto, y la gente —las personas que se creían justas— decía: pero éste, éste no es un verdadero profeta, ¡mira la buena compañía que tiene! Estaba con los pecadores... Y Él decía: He venido por quienes tienen necesidad de salud, necesidad de curación, y Jesús cura nuestros pecados. En el camino, nosotros —todos pecadores, todos, todos somos pecadores— incluso cuando nos equivocamos, cuando cometemos un pecado, cuando pecamos, Jesús viene y nos perdona. Este perdón que recibimos en la Confesión es un encuentro con Jesús. Siempre encontramos a Jesús.
Y así vamos por la vida, como dice el profeta, al monte, hasta el día que tendrá lugar el encuentro definitivo, cuando contemplemos esa mirada tan bella de Jesús, tan hermosa. Ésta es la vida cristiana: caminar, seguir adelante, unidos como hermanos, queriéndose uno a otro. Encontrar a Jesús. ¿Estáis de acuerdo, vosotros, los nueve? ¿Queréis encontrar a Jesús en vuestra vida? ¿Sí? Esto es importante en la vida cristiana. Vosotros, hoy, con el sello del Espíritu Santo, tendréis más fuerza para este camino, para encontrar a Jesús. ¡Sed valientes, no tengáis miedo! La vida es este camino. Y el regalo más hermoso es encontrar a Jesús. ¡Adelante, ánimo!
Y ahora, sigamos adelante con el Sacramento de la Confirmación.
Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana