PAPA FRANCISCO
MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE
Los niños hambrientos de Yemen
Lunes, 5 de noviembre de 2018
Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 31, viernes 2 de agosto de 2019
La violenta tragedia en Yemen, donde todo un pueblo está al borde del abismo, y las muchas pequeñas «guerras» en la familia, en la parroquia o en el lugar de trabajo tienen las mismas raíces y estallan si el egoísmo y el interés selectivo de la «rivalidad y de la vanagloria» prevalecen sobre «humanidad y concordia». Es un fuerte llamamiento por la paz, en las pequeñas y grandes cuestiones de la vida, el que Francisco ha propuesto durante la misa celebrada el lunes 5 de noviembre en Santa Marta.
«Jesús aconseja no ser selectivos en nuestra vida, no hacernos una atmósfera de amigos y olvidar a todos los demás» hizo notar enseguida el Papa, refiriéndose al pasaje litúrgico de Lucas (14, 12-14) y evidenciando que «el sentido de este pasaje del Evangelio es claro: no hacer las cosas por interés». «Hay gente —ha afirmado el Pontífice— que es selectiva y solamente tiene relaciones sociales con aquellos que pueden servirles, intercambiarles favores: actúan pensando en su interés y los otros son excluidos». Pero esta, ha advertido, «es una forma de egoísmo, de segregación y de intereses». Sin embargo, ha explicado Francisco, «el mensaje de Jesús, de Jesús mismo, es el contrario: es el de la gratuidad». De hecho «Jesús ha venido a nosotros no para recoger cosas o hacer un ejército: no, no. Ha venido para servirnos, para darnos todo gratuitamente». Es así que, ha reiterado el Papa, «el mensaje de Jesús es: “tú actúas gratuitamente con los otros, sin pensar en el provecho, el interés, tu interés”». Y este estilo «engrandece: engrandece la vida, engrandece el camino de la vida, engrandece el horizonte, porque es universal». Por tanto «la gratuidad que Jesús nos trae es para todos: no es selectiva».
El Pontífice ha proseguido haciendo notar que «Jesús sobre esto, a los doctores de la ley que se creían los justos de la época y que eran selectivos en las amistades», dice «una cosa muy fuerte: “Vosotros que pensáis siempre en vuestro interés, vosotros que os creéis perfectos, esperad: en el reino de los cielos serán los publicanos —es decir los traidores de la patria— y las prostitutas quienes entren antes que vosotros». Y «contra este egoísmo del interés Jesús es fuerte y propone esta forma de actuar de la gratuidad, que es precisamente lo que Él ha traído». «Con el mismo espíritu, con la misma inspiración —ha afirmado el Papa— Pablo habla a los filipenses en la primera lectura, y les da un consejo: tened un mismo sentir, “permaneciendo unánimes y concordes” (2, 1-4). Porque, ha dicho Francisco, «el selectivo, el que elige según su propio interés las amistades o la gente con la que va adelante en la vida, no es “unánime”, siempre hace división: “estos son los míos, los otros no”». Siempre «los selectivos son factores de división». Por esta razón «Pablo nos aconseja convertirnos en “unánimes”, es más, “concordes”, es decir, con un corazón todos: el mismo corazón».
«Hay dos cosas que van contra la unidad, contra este ser “unánimes” y “concordes”: la rivalidad y la vanagloria» ha afirmado el Pontífice. Y así «si yo quiero examinarme y ver si yo soy selectivo, debo interrogarme sobre mi rivalidad y sobre mi vanagloria». Para afrontar la cuestión de la «rivalidad», Francisco ha querido hacer referencia, como «ejemplo», a las experiencias en la parroquia. Al respecto ha recordado que en la misa estaba presente una comunidad parroquial romana, la de Nuestra Señora de Bonaria, con una representación sobre todo de jóvenes. La rivalidad, ha explicado el Papa, puede entrar cuando «el párroco debe hacer algo, cambiar gente y la rivalidad nace: “ha elegido a este y no al otro”, “ha hecho esto y no lo otro”». Es así como nacen «las luchas de rivalidad».
A menudo es inútil recordar a estas personas que todos están ahí «para servir al Señor», porque la respuesta es: «sí, sí, ¡pero yo estoy primero!». Precisamente esta «es la rivalidad y también el chismorreo nace de la rivalidad, porque mucha gente siente que no puede crecer, pero para hacerse más grande que el otro disminuye al otro con el chismorreo». La rivalidad se convierte así también en «un modo de destruir a las personas».
Al respecto Pablo dice: «No, en la comunidad que no haya rivalidad». Porque «la rivalidad es una lucha para aplastar al otro. Es fea la rivalidad: se puede hacer de forma abierta, directa, o se puede hacer con los guantes blancos; pero siempre para destruir al otro y levantarse a sí mismo». El razonamiento es este: «Si como yo no puedo ser tan virtuoso, tan bueno, disminuyo al otro, así yo permanezco siempre alto». Por tanto «la rivalidad es una camino a este actuar por interés».
Después, ha añadido Francisco, está también «la vanagloria: yo presumo de» algo. Como diciendo: «Yo he sido elegido, no el otro, yo que soy más importante, yo me creo mejor que los otros». Pero «esto destruye una comunidad, destruye una familia también: pensad en la rivalidad entre los hermanos por la herencia del padre, por ejemplo, esto es algo de todos los días». Y también: «Pensad en la vanagloria, en aquellos que presumen de ser mejores que los otros: como Jesús les reprochaba a estos, porque destruyen la humanidad, destruyen la concordia y hacen las cosas por interés pensando en el provecho, en la propia utilidad».
«La vida cristiana nace de la gratuidad de Jesús y debe ir adelante siempre sobre esta regla de gratuidad» ha insistido el Papa, especificando: «Yo hago el bien y no me preocupo si los otros lo hacen o no; yo no soy mejor que los otros, no: yo hago lo que debo hacer, y no me preocupo de ir más alto por rivalidad o vanagloria». Esta es «la humanidad y la concordia, lo que pide Pablo». Francisco, en este punto, ha querido hacer referencia a la actualidad, recordando una grave crisis humanitaria: «Cuando nosotros leemos las noticias de las guerras, pensamos en las noticias del hambre de los niños en Yemen, fruto de la guerra: está lejos, pobres niños, pero ¿por qué no tienen para comer?». Pero, ha dicho el Papa, «la misma guerra se hace en nuestra casa, en nuestras instituciones con esta rivalidad: empieza ahí, la guerra». Y también «la paz debe hacer ahí: en la familia, en la parroquia, en las instituciones, en el lugar de trabajo, buscando siempre la unanimidad y la concordia y no el propio interés».
«Pidamos esta gracia para nuestra comunidad parroquial, para nuestra familia —ha sugerido el Pontífice— y cuando me viene a la mente destruir de cualquier manera o herir esta unanimidad y concordia, detenerse a tiempo y decir: no, esto no». Y, ha concluido, «esto es algo bello, esto es algo grande, esto es la paz y haciendo en nuestra pequeñez esto, ayudaremos a la paz del mundo, de toda la gente».
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