PAPA FRANCISCO
MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE
Las dictaduras manipulan la comunicación
Lunes, 18 de junio de 2018
Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 32-33, viernes 10 de agosto de 2018.
El primer paso de toda dictadura es la manipulación sin escrúpulos de la libre comunicación, a través de la seducción de los escándalos y las calumnias, para debilitar la vida democrática y condenar a personas e instituciones. Un sistema —afirmó el Papa en la misa celebrada el lunes 18 de junio en Santa Marta— que ha sido aplicado también a las dictaduras del siglo pasado, como confirma el horror de la persecución contra los judíos. Pero que encontramos todavía hoy en muchos países, como también en la vida de cada día. Para su reflexión, Francisco hizo referencia a la primera lectura, tomada del primer Libro de los Reyes (21, 1-16), constatando la actualidad e invitando a todos a releerla para hacerla propia: «La historia de Nabot es conmovedora: es la historia de un mártir, mártir de la fidelidad a la herencia que había recibido de sus padres». Y «la herencia no se vende: esta era la convicción de Nabot». Porque, explicó el Pontífice, la «herencia está más allá de esa viña», era «una herencia del corazón: esto no se vende».
«Yo custodio la herencia» relanzó el Papa. Pero el pasaje bíblico, prosiguió, nos cuenta «las ganas, digamos así, de este rey —pobrecillo, no sabía qué quería, no sabía gobernar— que como un niño, se vuelve caprichoso: “Yo quiero eso, yo soy el rey”». Y «como no sabe cómo hacer, hace como los niños cuando no consiguen tener lo que quieren: lloran, se ponen tristes». Pero he aquí que «la mujer —una mujer decidida, cruel, terminará comida por los perros— lo reprende: “Levántate, yo te enseñaré cómo se gobierna”». Y «así nace esta historia» presentada por la liturgia.
«La historia de Nabot es paradigmática de muchos mártires de la historia» afirmó Francisco: «Es paradigmática del martirio de Jesús; es paradigmática del martirio de Esteban; es paradigmática también, del Antiguo Testamento, de Susana; es paradigmática de muchos mártires que están condenados gracias a una puesta en escena calumniosa». Pero «esta historia —explicó el Pontífice— es también paradigmática en la forma de proceder en la sociedad de tanta gente, de tantos jefes de Estado o de gobierno: comunican una mentira, una calumnia y, después de haber destruido tanto a una persona como una situación con esa calumnia, juzgan esa destrucción y condenan».
«También hoy, en muchos países —hizo presente el Papa— se usa este método: destruir la libre comunicación». Y continuó: «por ejemplo, pensemos, hay una ley para los medios de comunicación, se cancela esta ley; se da todo el sistema de la comunicación a una empresa, a una sociedad que calumnia, dice falsedades, debilita la vida democrática». Después «vienen los jueces a juzgar a estas instituciones debilitadas, estas personas destruidas, condenan, y así va adelante una dictadura». Por el resto, añadió Francisco, «las dictaduras, todas, han empezado así, adulterando la comunicación, para poner la comunicación en las manos de una persona sin escrúpulos, de un gobierno sin escrúpulos». Pero «también en la vida cotidiana es así» hizo notar el Papa. Tanto que «si yo quiero destruir a una persona, empiezo con la comunicación: hablar mal, calumniar, contar escándalos». Además de todo, añadió, «comunicar escándalos es un hecho que tiene una seducción enorme, una gran seducción». Y de hecho «se seduce con los escándalos, las buenas noticias no son seductoras: “Sí, ¡pero qué bonito que ha hecho!”». Y la noticia «pasa» inmediatamente. Sin embargo, frente a «un escándalo», la reacción es: «¡Pero has visto! ¡Has visto esto! ¿Has visto ese otro qué ha hecho? ¡Esta situación no puede, no se puede ir adelante así!». De esta manera, prosiguió el Pontífice, «la comunicación crece y esa persona, esa institución, ese país termina en la ruina». Haciendo esto, «no se juzgan al final las personas, se juzgan las ruinas de las personas y de las instituciones, porque no pueden defenderse». En esta perspectiva Francisco sugirió pensar «en Susana, por ejemplo, que dice: “pero yo estoy en el rincón, si yo cedo a la seducción y peco, tendré la condena del Señor; si yo permanezco en mi fe tendré la condena de la gente”». «La seducción del escándalo en la comunicación —insistió el Papa— lleva precisamente al rincón, destruye». Y es esto lo que «sucedió con Acab, en la historia de Acab. Sucedió con Nabot. El justo Nabot que solamente quería una cosa: ser fiel a la herencia de sus antepasados, no ver la herencia, no vender la historia, no ver la verdad». «A mí me conmueve tanto —confió el Pontífice— ver cómo Esteban hace ese largo recorrido para defenderse de los que le acusaban: no escuchaban y, al mismo tiempo, elegían las piedras para lapidarlo». Para ellos, de hecho, «era más importante lapidar a Esteban que escuchar la verdad». Precisamente «este es el drama de la avaricia humana: que también la avaricia es débil, porque este rey tiene ganas de muchas cosas, pero es un débil, y cuando ve que no puede va a la cama». Pero es aquí donde «está la crueldad» de «quien habla al oído y le dice qué debe hacer: destruir». Y «así hemos visto a muchas personas destruidas por una comunicación malvada como esta que hizo la reina Jezabel» reconoció Francisco, subrayando: «muchas personas, muchos países destruidos por dictaduras malvadas y calumniosas: pensemos, por ejemplo, en las dictaduras del siglo pasado». En particular, dijo Papa, «pensemos en la persecución de los judíos: una comunicación calumniosa contra los judíos y terminaban en Auschwitz porque no merecían vivir». Y esto «es un horror, pero un horror que sucede hoy: en las pequeñas sociedades, en las personas y en muchos países». Siempre, reafirmó el Pontífice, «el primer pasaje es apropiarse de la comunicación y, después de la destrucción, el juicio y la muerte». Por tanto «no era una idea peregrina la del apóstol Santiago, cuando habló de la lengua y de la capacidad destructiva de la comunicación malvada: él sabía de qué hablaba».
En conclusión, Francisco invitó a encontrar «un poco de tiempo, porque todos sois personas ocupadas», para tomar «el primer libro de los Reyes, capítulo 21, y releer esta historia de Nabot». Y pensar «en tantas personas destruidas, en tantos países destruidos, en tantas dictaduras con “guante blanco” que han destruido los países». Y «esto por la fuerza de la comunicación calumniosa que lleva adelante esta destrucción». Por eso, repitió el Papa, «tomemos hoy el primer libro de los Reyes, capítulo 21 —no lo olvidéis— y leamos esta injusticia que sucede hoy entre nosotros».
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