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PAPA FRANCISCO

MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE

Dos historias bíblicas

Jueves, 8 de febrero de 2018

 

Fuente:  L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 7, viernes 16 de febrero de 2018.

 

Atención cuando, convencido de vivir tranquilamente sin cometer grandes pecados, el cristiano «resbala lentamente», casi sin darse cuenta, en el «debilitamiento del corazón» y se «corrompe». Es la advertencia del Papa Francisco que, durante la misa celebrada en Santa Marta el jueves 8 de febrero, comparó dos dos diferentes historias bíblicas: la de David, el rey «pecador» pero «santo», y la de Salomón, el rey sabio cuyo corazón «se había desviado del Señor» y por eso fue «rechazado» por Dios. Una enseñanza para cada hombre porque, subrayó el Pontífice, si es verdad que para el pecador capaz de arrepentirse el camino de la santidad está siempre abierto, el corrupto sin embargo se imposibilita por sí solo la posibilidad de salvación.

La reflexión del Papa, tomada de la lectura del día (1 Reyes 11, 4-13), inició precisamente del inesperado destino que le toca al rey Salomón, conocido por todos como grande y sabio. El corazón del soberano, de hecho, «no permaneció íntegro con el Señor, su Dios, como el corazón de David, su padre». Una sorpresa porque, dijo Francisco, de «Salomón nosotros no sabemos si había cometido grandes pecados; sin embargo de David, sí. De Salomón nosotros sabemos que tuvo una vida tranquila, gobernó», mientras que «David tuvo una vida un poco difícil, cayó en el pecado, hizo la guerra». Y también «Salomón es rechazado por el Señor, y David es santo. ¿Cómo se explica esto?».

Hay un detalle dirimente: «Cuando David —subrayó el Pontífice— se convenció de haber pecado, pidió perdón, hizo penitencia», e incluso si no pecó solo una vez, «tuvo siempre la humildad de pedir perdón». Distinta es la situación de Salomón, quien había sido siempre «equilibrado, no había tenido grandes pecados»; pero en el pasaje bíblico se lee que su corazón «se había “desviado” del Señor», poco a poco, progresivamente. Él había cedido a sus mujeres que lo habían inducido a la idolatría. Precisamente él, «el gran Salomón que el mismo Señor alabó, al principio, cuando pidió la prudencia para gobernar y no pidió riquezas, fama: la prudencia para gobernar al pueblo», el gran Salomón del cual todo el mundo hablaba: tenía fama internacional». Por él, para conocerlo, se había mudado también la reina de Saba: «¿Y qué dijo ella? “Era verdad, por tanto, lo que había escuchado en mi país sobre ti, sobre tu sabiduría. Yo no creía en lo que se decía, hasta que no llegué aquí y mis ojos no vieron. Y bien, no me habían dicho ni la mitad”». Todo el mundo, por tanto, hablaba de la «grandeza de Salomón». Pero él «no permaneció íntegro delante de Señor y fue rechazado por el Señor». Su corazón «se había desviado del Señor. Y él, parece que no se dio cuenta de esto».

Aquí, explicó el Papa, se encuentra frente al «problema de debilitamiento del corazón». Se podría decir una caída sutil, porque «no es como una situación de pecado: tú pecas, te das cuenta enseguida». Sin embargo, «el debilitamiento del corazón es un camino lento, que resbala poco a poco, poco a poco, poco a poco». Esto le sucede a Salomón que, «dormido en su gloria, en su fama, empezó a seguir este camino» y su corazón «se debilitó». Paradójicamente, añadió el Pontífice, «es mejor la claridad de un pecado, que el debilitamiento del corazón», o sea ese proceso en el cual se «resbala lentamente, y tú no te das cuenta. Lentamente, hacia la mundanidad», hacia una vida que parece «digna», pero responde a «corazón débil». Es precisamente así que «el gran rey Salomón, el gran prudente, el gran rey que tanto gustaba a Dios, terminó corrupto: tranquilamente corrupto, porque el corazón se le había debilitado».

La historia de Salomón es muy actual: «Un hombre y una mujer con el corazón débil, o debilitado, son una mujer, un hombre derrotado», aseguró Francisco recordando que «este es el proceso de muchos cristianos, muchos de nosotros». Se dice: «No, yo no tengo pecados grandes»; pero sería necesario preguntar: «¿Cómo está tu corazón? ¿Es fuerte? ¿Permanece fiel al Señor, o tú resbalas lentamente?».

Al respecto el Papa recordó el episodio evangélico de Mateo (12, 43-45) en el que se habla «de ese hombre que había sido liberado de un diablo, demonio» y «empezó una vida nueva... todo bonito... Pero, con el paso del tiempo, ese demonio vuelve a ver cómo van las cosas ahí. Y ve la casa completamente bien preparada y bonita. Y va a buscar otros siete demonios peores que él; vuelven y el final de ese hombre es peor» de como era antes. Precisamente esto, aclaró Francisco, «es el drama del debilitamiento del corazón. Y a todos nosotros nos puede suceder esto en la vida». Por eso, está siempre bien preguntarse: «Pero, ¿mi corazón es fuerte delante del Señor? ¿O, lentamente, resbalo y me debilito? ¿Qué debo hacer?». Es necesario vigilar, explicó el Pontífice: «vigilar tu corazón. Vigilar. Todos los días, estar atento a qué sucede en tu corazón. Si permanece firme en la fidelidad al Señor» o si, un día tras otro, resbala lentamente.

«David —concluyó el Papa Francisco— es santo». Era pecador, es verdad, pero «un pecador puede convertirse en santo». Sin embargo «Salomón fue rechazo porque era corrupto». Y «un corrupto no puede convertirse en santo». Por otro lado, a la corrupción se llega precisamente «por ese camino del debilitamiento del corazón». Por tanto, es necesario «vigilar el corazón todos los días», comprender en qué «relación» se está con el Señor y «disfrutar la belleza y la alegría de la fidelidad».

 



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