PAPA FRANCISCO
MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE
Fiarse de la promesa de Dios
Lunes 26 de junio de 2017
Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 27, viernes 7 de julio de 2017
En la última homilía de Santa Marta antes del descanso estivo el Papa comenta que deberíamos tener todos el adn de Abraham, padre en la fe, y vivir con el estilo cristiano del «despojamiento», siempre «en camino» sin buscar jamás la comodidad pero con la capacidad de «decir bien». Seguros de que no se necesitan horóscopos o nigromantes para conocer el futuro, porque basta fiarse de la «promesa de Dios». He aquí las coordinadas «simples» de la vida cristiana que el Papa Francisco propuso durante la misa celebrada el lunes 26 de junio en Santa Marta.
La primera lectura, hizo notar enseguida el Papa refiriéndose al pasaje extraído del Génesis (12, 1-9), «nos habla del inicio de nuestra familia, del inicio de nosotros cristianos como pueblo». Y «comenzó así, con Abraham —explicó— y por esto nosotros decimos que Abraham es nuestro padre». Pero precisamente «la manera en la cual fue llamado Abraham marca también el estilo de la vida cristiana, el estilo». Abraham, efectivamente, responde a la pregunta sobre «cómo debemos ser cristianos: si tú quieres, fácilmente vas allí, lees esto y tendrás el estilo». Un estilo que ciertamente se encuentra «también en los Evangelios». Pero así «como en la semilla está el ADN [el ácido desoxirribonucleico] del fruto que vendrá después, también está en Abraham el estilo de la vida cristiana, el estilo de nosotros como pueblo».
Y «una primera dimensión de este estilo es el despojamiento» hizo presente Francisco. «La primera palabra» que el Señor dice a Abraham es: «vete». Entonces, «ser cristiano conlleva siempre esta dimensión de despojamiento que encuentra su plenitud en el despojamiento de Jesús en la cruz». Por esto «hay siempre un “vete”, “deja”, para dar el primer paso: “deja y vete de tu tierra, de tus parientes, de la casa de tu padre» es la orden del Señor para Abraham.
Pero «si hacemos un poco de memoria —prosiguió el Papa— veremos que en los Evangelios la vocación de los discípulos es un “vete”, “deja” y “ven”». Así es «también en los profetas, pensemos en Eliseo, trabajando la tierra: “deja y ven” —“pero al menos permíteme que salude a los padres”— “pero va y vuelve”». Es siempre el estilo del «deja y ven».
«Un cristiano debe tener esta capacidad de ser despojado» insistió el Pontífice. «Por el contrario, no hay cristianos auténticos» y cierto «no lo son los que no se dejan, digamos despojar y crucificar con Jesús en la cruz», como por ejemplo hizo san Pablo. Y «Abraham, dice la carta a los Hebreos, “por fiel obedeció” partiendo para una tierra que debía recibir en herencia y salió sin saber a dónde iba». Por otro lado, afirmó el Papa, «el cristiano no tiene horóscopo para ver el futuro; no va al nigromante con la bola de cristal» porque «quiere que le lea la mano: no, no sabe dónde va, hay que guiarle».
«El despojamiento», entonces, «es como una primera dimensión de nuestra vida cristiana». Y esto «¿por qué? ¿Por una ascesis quieta? No, para ir hacia una promesa». Y he aquí, entonces, «la segunda» dimensión indicada por Francisco: «Nosotros somos hombres y mujeres que caminan hacia una promesa, hacia un encuentro, hacia algo —una tierra, dice a Abraham— que debemos recibir en herencia».
«A mí me gusta ver —confió el Pontífice— cómo se repite en este pasaje, y en los de este capítulo que siguen, que Abraham no edifica una casa: pone una tienda, porque sabe que está en camino y se fía de Dios, se fía». Y «Él, el Señor, le hará saber cuál será la tierra. Hemos leído que se la ha hecho ver: “a tu descendencia, yo daré esta tierra”». Por su parte, «¿Abraham qué edifica, una casa? No, un altar para adorar al Señor: hace el sacrificio y luego recoge la tienda y sigue caminando».
Por ello está «siempre en camino». Una actitud que nos recuerda que «el cristiano quieto no es verdadero cristiano: el camino comienza todos los días por la mañana, el camino de encomendarse al Señor, el camino abierto a las sorpresas del Señor, tantas veces no buenas, tantas veces feas —pensemos en una enfermedad, en una muerte— pero abierto, porque yo sé que tú me llevarás a un lugar seguro, a una tierra que tú has preparado para mí». He aquí entonces, prosiguió el Papa, «el hombre en camino, el hombre que vive en una tienda, una tienda espiritual: nuestra alma, cuando se coloca demasiado, cuando se instala demasiado, pierde esta dimensión de ir hacia la promesa y en lugar de caminar hacia la promesa, lleva la promesa y posee la promesa». Pero «esto no va, no es propiamente cristiano».
«Otra característica, otra dimensión de la vida cristiana que vemos aquí, en esta semilla del inicio de nuestra familia, es la bendición» explicó Francisco. «Por cinco veces —hizo notar— se dice la palabra “bendición”, cinco veces en este pequeño fragmento de nueve versículos» extraído del Génesis. Porque «el cristiano es un hombre, una mujer que “bendice”, es decir dice bien de Dios y dice bien de los demás, y que se hace bendecir por Dios y los demás por la forma en la que va adelante».
En resumen, afirmó el Papa, «esto es un esquema, digamos así, de vuestra vida cristiana: el despojamiento, la promesa y la bendición, ya sea la que Dios nos da como la que nosotros le damos a los demás». Porque, advirtió, «todos, incluso vosotros laicos, debéis bendecir a los demás, decir bien de los demás y decir bien a Dios de los demás. Y esto es “bendecir”». Pero «nosotros estamos acostumbrados —advirtió Francisco— a no decir bien muchas veces y la lengua se mueve un poco como quiere, ¿no?».
Por esta razón, añadió, «me gusta el mandamiento que Dios da a nuestro padre Abraham, como síntesis de la vida, como debe ser él: “camina en mi presencia y sé irreprensible”». Por ello, explicó, «“camina en mi presencia”, es decir ante mí, dejándote despojar por mí y tomando las promesas que yo te hago, fiándote de mí, “y sé irreprensible”». En el fondo, comentó Francisco, «la vida cristiana es así de simple».
Y sugirió no olvidar el estilo del «despojamiento, la promesa con el fiarse de Dios y la tienda —sin prepararse e instalarse demasiado— y la bendición».
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