PAPA FRANCISCO
MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE
El riesgo de la misericordia
Lunes 5 de junio de 2017
Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 23, viernes 9 de junio de 2017
Acogiendo a los judíos perseguidos, en los años de la Segunda Guerra Mundial, Pío XII atestiguó cómo se cumplen las obras de misericordia: compartiendo, compadeciendo, corriendo el riesgo en primera persona y sin miedo a burlas o incomprensiones. Con un llamamiento a redescubrir y poner en práctica «las catorce obras de misericordia corporales y espirituales» el Papa Francisco invitó a un examen de conciencia personal en la misa celebrada el lunes 5 de junio en Santa Marta.
Para su meditación, Francisco hizo referencia a la «primera lectura de la liturgia de hoy, tomada del libro de Tobías» (1, 3; 2, 1-8): «Toda una historia, pero hoy nos habla de cómo era Tobit, —Tobit, el padre de Tobías— cómo era su vida de fe: un hombre creyente». Quizá «parece, al inicio, que él presume un poco; pero no, no es así» observó el Papa.
«Simplemente, es una historia que tiene momentos feos y al final hay un mensaje». Y «hoy este pasaje nos habla del testimonio de Tobit, ese testimonio de misericordia». Tobit, de hecho, «hace las obras de misericordia». Se lee en el texto bíblico: «Yo, Tobit, he andado por caminos de verdad y en justicia todos los días de mi vida y he repartido muchas limosnas entre mis hermanos y compatriotas, deportados conmigo a Nínive —fue prisionero, esclavo en Nínive— al país de los asirios».
En resumen, Tobit «era un hombre rico, pero era generoso». Pero «después —explicó Francisco— ocurrió esto, cuando él en la fiesta de Pentecostés hizo preparar una buena comida y antes de sentarse a la mesa dijo al hijo que saliera y viera si había algún hermano judío pobre para invitarle a comer: hacía una obra de misericordia». Y es así que, prosiguió el Papa, «el hijo viene —él estaba feliz, era un día de fiesta— y dice que habían matado a un hermano judío». Enseguida Tobit «se levantó, dejó intacta la comida, después fue a la plaza, sacó al hombre de la plaza, lo llevó a una habitación esperando el ocaso para enterrarlo». Y al final, se lee en el pasaje, «volví, me lavé —dice Tobit— y comí con tristeza».
Tobit puso en práctica «una obra de misericordia, una las catorce obras de misericordia corporales y espirituales» afirmó Francisco. Y «en la lista de las obras de misericordia que la Iglesia nos da, esta es la última: rezar a Dios por los vivos y los difuntos, y por tanto también enterrar a los muertos». Precisamente por esta razón, confió el Papa, «yo quisiera hoy hablar sobre las obras de misericordia».
«Una obra de misericordia —explicó— significa no solo compartir lo que yo tengo». Cierto, «esto es muy importante: y Tobit compartía el dinero, porque era rico y daba limosnas». Pero «compartía también la amistad: invitaba a comer a los pobres». Por eso, advirtió el Pontífice, no se trata «solo de compartir, sino de compadecer, es decir, de sufrir por quien sufre».
Por otro lado, hizo presente, «una obra de misericordia no es hacer algo para descargar la conciencia: una obra de bien, así estoy más tranquilo, me quito un peso de encima. ¡No!». Cumplir una obra de misericordia significa «también compartir el dolor de los otros», porque «compartir y compadecer van juntas». Por eso «es misericordioso el que sabe compartir y también compadecerse de los problemas de otras personas».
Y he aquí las preguntas que Francisco sugirió, precisamente como examen de conciencia: «¿Yo sé compartir? ¿Soy generoso, soy generosa? ¿Cuando veo una persona que sufre, que está en dificultad, también yo sufro? ¿Sé ponerme en los zapatos de los otros, en la situación de sufrimiento?». Las palabras en Tobías son elocuentes: «Comí con tristeza». Expresan bien la idea de «compartir y compadecer. Esta es la primera característica, la primera forma, la primera consecuencia de una obra de misericordia: yo comparto, yo me compadezco».
«Pero luego hay otra cosa» continuó el Papa. Efectivamente «hacer obras de misericordia a veces significa arriesgarse». Y esto es respaldado nuevamente por el pasaje del libro de Tobías propuesto por la liturgia. «¡Ya no tiene miedo!» decían los vecinos de Tobit; y «precisamente por este motivo le buscaron para matarlo. Tuvo que huir, y ahora aquí le tenemos de nuevo enterrando a los muertos».
«Muchas veces se arriesga» para cumplir una obra de misericordia, insistió Francisco. «Pensemos aquí, en Roma, en plena guerra: cuántos arriesgaron, comenzando por Pío XII, para esconder a los judíos, para que no fueran asesinados, para que no fueran deportados. ¡Se jugaban la vida! ¡Pero era una obra de misericordia, salvar la vida de aquella gente!». He aquí el por qué se debe «arriesgar» también.
En esta reflexión sobre lo que conlleva cumplir auténticamente una obra de misericordia, el Pontífice indicó también la posibilidad de que se termine «a veces» por «convertirse en objeto de burla». Es el caso de Tobit, el cual afirma: «mis vecinos se burlaban de mí». Quizás llamándole «loco» y mirándole mal por el hecho de que continuase haciendo estos gestos por el prójimo, no obstante hubiese sido ya «perseguido». Como diciendo que este Tobit realmente «no sabe vivir bien...».
Pero precisamente su historia, afirmó el Papa, nos indica las «tres características», las «tres huellas de las obras de misericordia»: dividir y compadecerse, arriesgarse y también estar preparados para la burla. Tobit, prosiguió Francisco, «no es como el rico Epulón, del cual narra Jesús en el Evangelio, que hacía las fiestas e ignoraba al pobre Lázaro que estaba hambriento en la puerta de su palacio: sabía que estaba allí, pero le ignoraba». Tobit en cambio sabe «compartir y compadecer». Y también «arriesgar: se arriesga siempre y, como he dicho, a veces los riesgos son feos». Además es necesario «saber que si nosotros hacemos obras de misericordia, alguien dirá: “este hombre está loco, esta mujer está loca: en lugar de estar tranquilo, cómodo en su casa, va al hospital, va aquí, va allá”...».
«Las obras de misericordia son el camino para encontrar misericordia» volvió a insistir el Pontífice. «En las bienaventuranzas —explicó— Jesús dice: “Bienaventurados los misericordiosos porque encontrarán misericordia”». Con una certeza: aquel «que es capaz de hacer una obra de misericordia, lo hace porque sabe que él ha sido “misericordiado” antes: fue el Señor quien le dio la misericordia a él». Y «si nosotros hacemos estas cosas, es porque el Señor tuvo piedad de nosotros: pensemos en nuestros pecados, en nuestros errores y en cómo el Señor nos ha perdonado, nos ha perdonado todo, ha tenido esta misericordia». Por ello, insistió el Papa, «al menos hagamos lo mismo con nuestros hermanos». He aquí la esencia de las «obras de misericordia».
«Yo quisiera añadir otra cosa —confió Francisco— que no está explícita sino implícita en el pasaje que hemos leído: las obras de misericordia, hacer obras de misericordia es incómodo». Podríamos pensar: «pero yo tengo un amigo enfermo, una amiga enferma, quisiera ir a visitarle, pero no tengo ganas, prefiero descansar, o ver la televisión, tranquilo...”». Porque «hacer obras de misericordia es siempre aumentar la incomodidad». Este tipo de obras «incomodan, pero el Señor padeció la incomodidad por nosotros: fue a la cruz, para darnos misericordia».
En conclusión, el Pontífice invitó a pensar «hoy en las obras de misericordia». Y sobre todo, sugirió, «recordémoslas: son catorce, siete corporales y siete espirituales». Y con una sonrisa tranquilizó a los que estaban en la capilla de Santa Marta: «yo no diré aquí: “quien sepa las obras de misericordia, cuáles son, levante la mano”; no lo digo, porque tengo miedo de que sean pocas las manos las que se levanten». Pero pidió no perder la ocasión para encontrar la forma de practicarlas. Claro, recordando «cuáles son», pero también preguntándose: «¿y si yo hago esto? ¿Yo sé compartir, sé compadecerme? ¿Arriesgo? ¿Yo me dejo incomodar para hacer una obra de misericordia?».
Es una cuestión importante, añadió el Papa, porque «las obras de misericordia son las que nos quitan del egoísmo y nos hacen imitar a Jesús más de cerca». Y no tiene importancia si, «es verdad, que alguien se burlará de nosotros y dirá “esta persona está loca, las cosas que hace, en lugar de estar cómoda...”». No importa, afirmó Francisco, «dejémoslo pasar». Pero «hoy tomemos un poco de tiempo —nos hará bien a todos— para pensar en las obras de misericordia y para preguntarnos: ¿Yo hago esto? ¿Yo hago esto? ¿Yo hago esto?».
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