PAPA FRANCISCO
MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE
La fuerza de los pequeños
Martes 29 de noviembre de 2016
Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 48, viernes 2 de diciembre de 2016
Para encontrar al Señor «que viene y vendrá», es necesario tener «corazones grandes pero actitud de pequeños», yendo hacia adelante con «la alegría de los humildes» que son conscientes de estar continuamente bajo la mirada del Señor. Es este el estilo de vida que se pide a cada cristiano. Lo dijo el Papa Francisco en la homilía, en la cual propuso una reflexión sobre el tema de la «humildad».
Retomando el hilo de la meditación del día anterior —en el cual se ponía en evidencia cómo el «camino» del periodo del Adviento deba estar caracterizado por «tres actitudes»: ser vigilantes en la oración, laboriosos en la caridad y exultantes en la alabanza»— el Pontífice se detuvo ante la imagen evangélica (Lucas 10, 21-24) de Jesús que «exultó de alegría en la alabanza al Padre». ¿Cuál es la razón de la alegría de Jesús? «Porque el Señor revela a los pequeños el misterio de la salvación, el misterio de sí mismo» subrayó Francisco, enfatizando, «a los pequeños, no a los sabios y doctos: a los pequeños». El Señor efectivamente «prefiere a los pequeños, para sembrar en el corazón de los pequeños el misterio de la salvación», porque «los pequeños saben entender cómo es este misterio».
Lo confirma también la primera lectura propuesta por la liturgia del día y extraída del libro del profeta Isaías (11, 1-10), en la cual, hizo notar el Papa, se encuentran muchas «pequeñas cosas», muchos «pequeños detalles que nos hacen ver cómo la promesa de paz de Dios a su pueblo, de redención, la promesa de salvarlo siempre va por este camino». Así se lee que «en ese día, un retoño de sus raíces brotará»: el profeta «no dice: “vendrá un ejército y te dará la liberación”», sino que hace referencia a «un pequeño retoño, una cosa pequeña». Y, añadió el Pontífice, «en Navidad veremos esta pequeñez, esta pequeña cosa: un niño, un establo, una mamá, un papá...». Es la importancia de tener «corazones grandes pero actitud de pequeños».
Así, «sobre este retoño se posará el Espíritu del Señor, el Espíritu Santo». Y sobre este brote, explicó Francisco, estará «esa virtud» que es característica de los pequeños, es decir «el temor del Señor». Él «caminará con el temor del Señor». Pero cuidado, especificó inmediatamente: temor del Señor no significa «miedo». Quiere decir, por el contrario, llevar a la propia vida «el mandamiento que Dios ha dado a nuestro padre Abraham: “Camina en mi presencia y se irreprensible”». Y todo esto significa «humildad. El temor del Señor es humildad». Por eso «solamente los pequeños son capaces de entender plenamente el sentido de la humildad, el sentido del temor del Señor, porque caminan ante el Señor, siempre»: ellos, efectivamente, «se sienten observados por el Señor, custodiados por el Señor; sienten que el Señor está con ellos, que les da la fuerza para seguir adelante».
Los pequeños, continuó el Papa, entienden que son «un pequeño retoño de un tronco muy grande», un retoño sobre el cual «viene el Espíritu Santo». Encarnan así «la humildad cristiana» que les lleva a reconocer: «tú eres Dios, yo soy una persona, yo sigo adelante así, con las pequeñas cosas de la vida, pero caminando en tu presencia e intentando ser irreprensible».
Es esta «la verdadera humildad», no cierto «la humildad un poco de teatro», no la ostentada por aquel «que decía: “yo soy humilde, pero orgulloso de serlo”». La humildad del pequeño, quiso precisar el Papa, es la de quien «camina ante la presencia del Señor, no habla mal de los demás, mira solamente el servicio, se siente el más pequeño... está ahí, la fuerza». Un ejemplo claro, añadió, nos puede venir si pensamos en Nazaret: «Dios, para enviar a su Hijo, mira una chica humilde, muy humilde, que inmediatamente hace un viaje para ayudar a una prima que lo necesitaba y no dice nada de lo que había ocurrido». La humildad es así: «es caminar en la presencia del Señor, feliz, alegre porque esta es la alegría de los humildes: ser mirados por el Señor». Por eso, para hacer nuestra esa actitud de exultación en la alabanza de la cual habla el Evangelio refiriéndose a Jesús, «es necesario tener mucha humildad» y recordar siempre que «la humildad es un don, un don del Espíritu Santo». Es lo que llamamos «el don del temor de Dios». Un don, concluyó el Pontífice, que hay que pedir al Señor: «Mirando a Jesús que exulta en la alegría porque Dios revela su misterio a los humildes, podemos pedir para todos nosotros la gracia de la humildad, la gracia del temor de Dios, del caminar en su presencia intentando ser irreprensibles». Un don que nos ayudará a «ser vigilantes en la oración, laboriosos en la caridad fraterna y exultantes de alegría en la alabanza».
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