PAPA FRANCISCO
MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE
Caraduras
Martes 11 de octubre de 2016
Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 41, viernes 14 de octubre de 2016
«¿Religión del aparentar?» o «¿camino de humildad?» En la homilía de la misa celebrada en Santa Marta, el martes 11 de octubre, el Papa Francisco señaló una elección decisiva para la vida de cada cristiano: también al «hacer el bien», efectivamente, se puede caer en un peligroso malentendido, que es el de anteponernos a nosotros mismos y no «la redención que Jesús nos ha dado». El objetivo es el de afirmar «nuestra libertad interior» mostrándonos al mundo cómo somos realmente en nuestro corazón, sin fáciles o astutas operaciones de «maquillaje» exterior.
La reflexión del Pontífice surgió del concepto de libertad. La inspiración nace de la primera lectura del día (Gálatas 5, 1-6), en la cual el apóstol Pablo invita a «mantenerse, pues, firmes y no dejarse oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud, es decir, ser libres: libres en la religión, libres de adorar a Dios». Aquí encontramos la primera enseñanza: «nunca perder la libertad». Pero ¿Cuál libertad? «la libertad cristiana — explicó el Papa— sólo viene de la gracia de Jesucristo, no de nuestras obras, no de nuestras llamadas “justicias”, sino de la justicia que el señor Jesucristo nos ha dado y con la cual nos ha recreado». Una justicia, añadió, «que viene precisamente de la Cruz».
Sobre este argumento insiste también el pasaje del Evangelio propuesto por la liturgia (Lucas 11, 37-41). Aquí se lee de Jesús que regaña a un fariseo, un doctor de la ley. Le regaña porque, recordó el Papa, «este fariseo invita a almorzar a Jesús y Jesús omite las abluciones, es decir, no se lava las manos»: no cumple esas prácticas «que eran costumbres de la ley antigua». Ante ciertas protestas, el Señor afirma: «vosotros, los fariseos purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis llenos de rapiña y maldad». Un concepto, resaltó Francisco, que Jesús «repite muchas veces en el Evangelio» poniendo en guardia a cierta gente con palabras claras: «vuestro interno es malvado, no es justo, no es libre. Sois esclavos porque no habéis aceptado la justicia que viene de Dios». Que es además «la justicia que nos ha dado Jesús».
En otro pasaje se lee que Jesús, después de haber exhortado a orar, enseña también como se debe hacer: «en tu habitación, que nadie te vea, así sólo tu Padre te ve». La invitación, pues, es a «no rezar para aparentar», para hacerse ver, como hacía ese fariseo que —narra siempre el Evangelio— ante el altar del templo decía: «Dios, gracias, Señor, porque no soy pecador». Los que actuaban así, comentó el Pontífice, eran precisamente unos «caraduras» y «no tenían vergüenza».
En contra de ciertas actitudes, existe la sugerencia dada por el mismo Jesús y que el Papa sintetizó de la siguiente manera: «Cuando hacéis el bien y dais limosna no lo hagáis para ser admirados. Que tu mano derecha no sepa lo que hace la izquierda. Hacedlo a escondidas. Y cuando hagáis penitencia, ayuno, por favor tened cuidado con la melancolía, no seáis melancólicos para que todo el mundo sepa que estáis haciendo penitencia». Esencialmente: lo que importa «es la libertad que nos ha dado la redención, que nos ha dado el amor, que nos ha dado la re-creación del Padre».
Es una libertad interior, que lleva a hacer «el bien a escondidas, sin tocar la trompeta»: efectivamente, «el camino de la verdadera religión es el mismo camino de Jesús: la humildad, la humillación». Tanto que Jesús —recordó el Pontífice citando la carta de Pablo a los Filipenses— «se humilló a sí mismo, se despojó de si mismo». Y añadió: «es el único camino para despojarnos del egoísmo, la avidez, la soberbia, la vanidad, la mundanidad».
Ante este modelo encontramos, sin embargo, la actitud de aquellos a quienes que Jesús reprende: «gente que sigue la religión del maquillaje: la apariencia, el aparentar, el hacer como que, pero dentro...». Para ellos, subrayó el Papa, Jesús usa «una imagen muy fuerte: “vosotros sois como los sepulcros blanqueados, bonitos por fuera pero dentro llenos de huesos, de muertos y podredumbre”». Por el contrario, «Jesús nos llama, nos invita a hacer el bien con humildad», porque de no ser así se cae en un malentendido peligroso: «Tú puedes hacer todo el bien que quieras, pero si no lo haces humildemente, como nos enseña Jesús, este bien no sirve, porque es un un bien que nace de ti mismo, de tu seguridad, no de la redención que Jesús nos ha dado».
Una redención que, dijo Francisco, llega a través del «camino de la humildad y de las humillaciones»: efectivamente «no se llega nunca a la humildad sin las humillaciones». De tal manera que «vemos a Jesús humillado en la cruz».
Siguió la exhortación que concluyó la homilía: «Pidamos al Señor que no nos cansemos de ir por este camino, de no cansarnos de rechazar esta religión del aparentar, del parecer, del hacer como que...».
El compromiso debe ser, en cambio, el de proceder «silenciosamente, haciendo el bien, gratuitamente como nosotros gratuitamente hemos recibido nuestra libertad interior»
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