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PAPA FRANCISCO

MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE

Sangre viva

Jueves 7 de abril de 2016

 

Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 15, viernes 15 de abril de 2016

 

La Iglesia «necesita testigos», necesita mártires, cristianos «coherentes» que «vivan su vida en serio». La reflexión del Papa Francisco durante la misa del 7 de abril en Santa Marta, se centró en la savia de la Iglesia, en la «sangre viva» que la lleva hacia adelante día a día: el testimonio.

Una meditación que se basó en la liturgia del día, en particular, en la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles (5, 27-33), en la que se presenta «un pasaje de esa larga historia», que comienza cuando Juan y Pedro sanan «al tullido que estaba en la puerta del templo llamada Hermosa». Todos, recordó el Papa, «habían visto esta curación», y nadie podía negar la excepcionalidad del hecho, ya que «todos conocían a ese hombre que tenía cuarenta años». Sin embargo los jefes, los sacerdotes, airados, prohibieron a los apóstoles «enseñar en nombre de Jesús» al que se referían como «ese hombre» mientras afirmaban: «Habéis llenado Jerusalén con vuestra doctrina y queréis hacer caer sobre nosotros la sangre de este hombre». Se encontraban en una situación embarazosa ya que «fue delante de todos. Todos conocían al tullido desde hacía años y ahora lo veían bailar de alegría, alabando a Dios, porque había sido curado». Ante ellos, «fuerte en su testimonio», estaba Pedro. Y el Papa quiso recordar, mediante la comparación, la diferente actitud mantenida por el apóstol cuando negó a Cristo: «pensemos en Pedro el cobarde —dijo— la noche del Jueves santo, cuando lleno de miedo niega al Señor tres veces». Por el contrario, en esta circunstancia, el apóstol afirma: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres». Dan ganas de decir: «¡Qué valiente!». Francisco comentó: «Ese Pedro no tiene nada que ver con el Pedro del Jueves, ¡nada! Un Pedro lleno de fuerza que da testimonio».

Pero el valiente testimonio tuvo consecuencias: «Al oír esto, —los jefes, los sumos sacerdotes— se enfurecieron y querían matarlos». Por otra parte, explicó el Papa, «el testimonio cristiano» sigue «el mismo camino de Jesús: dar la vida. En un modo o en otro, pero se juega la vida en el verdadero testimonio».

En este punto, el Papa profundizó el concepto de testimonio a partir de una pregunta: «¿Por qué Pedro se hizo tan fuerte en su testimonio?». Después de sanar al tullido, el apóstol había dicho: «No podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído». Es decir, explicó Francisco, «la coherencia entre la vida y lo que hemos visto y oído, es el inicio del testimonio». Sin embargo, agregó, el testimonio cristiano tiene otra característica, «no es sólo del que lo da: el testimonio cristiano, siempre, está en dos». Lo explica el mismo san Pedro: «Nosotros somos testigos de estas cosas, y también el Espíritu Santo». Por lo tanto, «sin el Espíritu Santo no hay testimonio cristiano. Porque el testimonio cristiano, la vida cristiana es una gracia, es una gracia que el Señor nos da con el Espíritu Santo» y «sin el Espíritu no podemos ser testigos». Una característica fundamental es la coherencia.

Tal comprensión también está en el Evangelio. En este sentido, el Papa recordó el pasaje en el que Jesús habla con el discípulo que acudió a Él durante la noche y afirma que es enviado por Dios, «dice las palabras de Dios, sin medida. Él da el Espíritu. Y quien viene del cielo da testimonio de lo que ha visto y oído». Es, además, el testimonio mismo de Jesús: «Él da testimonio de lo que ha visto y oído con el Espíritu que da a sus discípulos». Y esto, explicó el Papa, «es el valor cristiano, este es el testimonio». Un testimonio, quiso recordar el Pontífice, que encontramos en «nuestros mártires de hoy, muchos, expulsados de su tierra, desplazados, asesinados, perseguidos». Ellos «tienen el valor de confesar a Jesús hasta el momento de la muerte». También es testimonio el «de los cristianos que viven su vida en serio y dicen: “No puedo hacer esto, no puedo hacer el mal a otro; no puedo engañar; no puedo llevar una vida a medias, tengo que dar mi testimonio”». Todo se reduce a un único concepto: el testimonio es decir lo que en la fe «se ha visto y oído, es decir, Jesús resucitado», con el Espíritu Santo «recibido como don». Cuántas veces, añadió Francisco, «en los momentos difíciles de la historia», se ha oído decir: «Hoy el país necesita héroes». Del mismo modo, uno puede preguntarse: «¿Qué es lo que la Iglesia necesita hoy?». La respuesta es inmediata: «testigos, mártires», es decir, «santos de todos los días, los de la vida ordinaria» llevada adelante «con la coherencia», pero también de quienes tienen el valor de ser «testigos hasta el final, hasta la muerte». Todos «son la sangre viva de la Iglesia». Son ellos, continuó el Papa, «los que llevan la Iglesia hacia adelante, los testigos; los que prueban que Jesús ha resucitado, y dan testimonio con la coherencia de vida y con el Espíritu Santo que han recibido como don».

Para concluir el Pontífice invitó a rezar para que «el Señor nos dé, a todos nosotros, este valor y, sobre todo, la fidelidad al Espíritu Santo que nos ha dado como don».



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