PAPA FRANCISCO
MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE
Cómo se crea la armonía
Martes 5 de abril de 2016
Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 14, viernes 8 de abril de 2016
Para vivir en armonía y en el apoyo recíproco, la comunidad cristiana debe renacer del Espíritu Santo. Y hay dos signos para saber si se está en el camino correcto: la falta de interés por el dinero y el valor para dar testimonio de Cristo resucitado. Así lo afirmó el Papa Francisco en la misa celebrada el martes 5 de abril por la mañana, en la capilla de Santa Marta. Una indicación acompañada de la advertencia de no confundir la verdadera armonía con una tranquilidad negociada o hipócrita.
«Jesús le dice a Nicodemo que se debe renacer, pero renacer del Espíritu: es el Espíritu quien nos da una nueva identidad, nos da una fuerza y una forma de actuar nuevas»: esta es la clave de lectura propuesta por el Pontífice, a la luz del pasaje del Evangelio de san Juan (3, 7-15), propuesto por la liturgia del día. Y esta línea —señaló— ya se puede ver «en la primera lectura, uno de los tres o cuatro resúmenes contenidos en los Hechos de los Apóstoles» (4, 32-37): un pasaje que cuenta «cómo vivía la primera comunidad, los “renacidos” del Espíritu».
Francisco indicó que «éstos vivían en armonía y la armonía sólo la puede dar el Espíritu Santo». De hecho, «nosotros podemos establecer acuerdos, una cierta paz, pero la armonía es una gracia interior que sólo el Espíritu Santo puede crear». Y estas primeras «comunidades, vivían en armonía»: se puede ver en los dos signos que caracterizan la armonía, explicó el Papa.
El primer signo es que «nadie pasa necesidad, es decir, todo se pone en común». El auténtico sentido lo explica el pasaje de los Hechos de los Apóstoles: «Tenían un solo corazón, una sola alma, y nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo era común entre ellos. No había entre ellos ningún necesitado».
Por otra parte, afirmó Francisco, «la verdadera armonía del Espíritu Santo tiene una relación muy fuerte con el dinero: el dinero es enemigo de la armonía, el dinero es egoísta». Y, «por esto, el signo que da es que todos daban lo suyo, para que no hubiese necesitados».
Concretamente, en los Hechos se «da el ejemplo de José, a quien los apóstoles llamaban Bernabé, que significa “hijo de la exhortación”, un levita originario de Chipre, dueño de un campo». Pues bien, José vendió su campo «y entregó el dinero poniéndolo a los pies de los apóstoles». En una palabra, esta es la verdadera «armonía» que, por lo tanto, «tiene una relación con el espíritu de pobreza, que es la primera de las Bienaventuranzas».
Muy diferente, por el contrario, es «el caso de la pareja, Ananías y Safira: venden el terreno y dan todo, dicen que dan todo a los apóstoles, pero se quedan con una parte a escondidas para hacerse una cuenta separada para ellos». Una historia que también se narra en los Hechos de los Apóstoles (5, 1-11). Pero —recordó Francisco— «el Señor castiga con la muerte a estos dos, porque Jesús claramente ha dicho que no se puede servir a Dios y al dinero: son dos patrones cuyo servicio es irreconciliable». Sin embargo, advirtió el Pontífice, la «armonía que sólo el Espíritu Santo puede crear, no debe confundirse con la tranquilidad». Tanto que «una comunidad puede estar muy tranquila, ir bien» pero no estar en armonía. «Una vez —confesó el Papa— oí decir a un obispo una cosa sabia: “En la diócesis hay tranquilidad. Pero si se toca este problema o este problema o aquel otro, inmediatamente estalla la guerra”». Esta —observó— sería «una armonía negociada, y no es la del Espíritu: es una armonía, digamos, hipócrita, como la de Ananías y Safira, con lo que hicieron». Por el contrario, «la armonía del Espíritu Santo nos da esta generosidad de no tener nada como propio, mientras haya un necesitado».
Hay después un segundo comportamiento suscitado por la armonía del Espíritu Santo. Y Francisco lo presentó retomando las palabras de los Hechos: «Con gran poder los apóstoles daban testimonio de la Resurrección del Señor Jesús, y gozaban todos de gran simpatía».
En síntesis, el segundo signo de la verdadera armonía es «el valor». De esta forma, «cuando hay armonía en la Iglesia, en la comunidad, hay valor: el valor de testimoniar al Señor resucitado». En esta perspectiva, el Pontífice sugirió «leer y releer este pasaje de los Hechos de los apóstoles: el capítulo cuarto, del versículo 32 en adelante», señalando inmediatamente la razón: «Porque es lo que Jesús había pedido al Padre en la Última Cena: que fuesen “uno”, que hubiese armonía entre ellos». Y «cuando llega el don del Padre, que es el Espíritu Santo, Él es capaz de establecer esta armonía».
Por eso, concluyó el Papa, «nos hará bien leer este pasaje, hoy, y ver las cosas que se dicen y cómo cada uno de nosotros puede ayudar a su familia, su barrio, su ciudad, sus compañeros de trabajo, de escuela, todos los que están cerca, para crear esta armonía, que se realiza en el nombre del Señor Jesús resucitado y que es una gracia del Espíritu Santo».
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